El fin de las vacaciones llegó, ya los chicos volvieron a las aulas desde hace unos días en algunos del país, y el resto lo hará en las próximas semanas. La vuelta a clases es un hecho, y junto con la compra de útiles escolares y la puesta a punto de uniformes y delantales deben ajustarse las rutinas familiares, que es esperable que se hayan flexibilizado -bastante en muchos casos- durante el receso de verano.
Menos horarios estrictos para las comidas, mayor tolerancia con la hora de acostarse, seguramente más uso de pantallas del habitual. Seguramente habrá más de un hábito y rutina familiar que acomodar de cara al inminente inicio de clases, en lo que será el ciclo lectivo menos “pandémico” desde 2020, y tras dos años de virtualidad y presencialidad parcial en las escuelas.
“La pandemia fue y es una situación que, en lo que respecta a los sistemas escolares, marcó una suspensión del tiempo en algunos casos, representó un momento desafiante para niños, padres y educadores, por lo que ahora organizar las nuevas rutinas de regreso a clase y a la presencialidad requerirá que podamos ayudarnos a pensar mejor no sólo el presente”. Mariam Holmes es doctora en Psicología, especialista en clínica, docencia e Investigación en Psicoterapia orientada en Mindfulness (MP 20463) y ante la consulta de Infobae pensó a la escolarización en pandemia “como una zona de indeterminación, una escolaridad en suspensión, pero que debe pensarse también en cuanto a las posibilidades que esta situación ha conllevado”.
Para ella, “es valioso que esta situación resulte propicia para pensar el regreso a una vida menos pandémica capitalizando el aprendizaje de que existen alternativas a las formas de vivir, producir, consumir y convivir. Y como toda nueva experiencia de aprendizaje puede ser un proceso desafiante”.
En la mirada del licenciado en Psicología Pablo Lanzafame (MN 49.982), “las formas y maneras de organizar la rutina familiar con los hijos y su escolaridad, teniendo en cuenta los trabajos de los padres, es propia de cada familia”. “Sin embargo, es necesario tener en cuenta que no hay una sola manera de organizar la rutina y que nunca vamos a lograr la perfección para todos los miembros de la familia -señaló el especialista del departamento de Crianza y Orientación a Padres de Halitus Instituto Médico-. Si nos quedamos en que no podemos ‘organizarnos como antes de la pandemia’ surgirán emociones relacionadas con la frustración, y es que tras dos años de atravesar una mixtura entre la presencialidad y la virtualidad hay que encontrar nuevas formas de organización”.
En ese sentido, para él “es aconsejable realizar un armado lo suficientemente bueno para conciliar los estudios y actividades de ocio de los hijos en conjunto con el trabajo de los padres, ese es quizás el mayor desafío: la posibilidad de conciliar en el armado de las rutinas los objetivos individuales de cada uno de los miembros del grupo familiar, para esto no hay recetas premoldeadas sino la apuesta al diálogo”.
Al respecto, la licenciada en Psicología Lorena Ruda (MN 44247) consideró que “los hábitos y rutinas en la infancia son importantes no sólo porque organizan el día y hacen que la sensación de caos no invada la psiquis alterando el estado de ánimo y generando, algunas veces, cierta ansiedad y necesidad de control sino que además la posibilidad de anticipación dan seguridad y permiten a los más chicos poder organizar su mundo externo y su mundo interno”. Y destacó: “Si bien hace dos años que el colegio no es igual a lo que era, incluso muchos chicos nunca estuvieron en clases ‘normalmente’, probablemente se acomodarán como si este paréntesis no hubiera ocurrido, del mismo modo que se adaptaron varias veces en el año a los cambios de modalidad escolar durante la pandemia”.
Acerca de en qué medida las rutinas ayudan a ordenarse, la licenciada en Psicología Patricia Martínez (MN 24.411) opinó que “las rutinas permiten que las niñas y los niños puedan anticipar el mundo. Un infante descubre el mundo permanentemente, al principio todos esos estímulos se le presentarán como caóticos, y de a poco puede ir construyendo categorías cognoscitivas que permitan ir anticipando lo que viene”.
“Como todo, cualquier rutina demasiado rígida no da lugar a lo nuevo, es decir no permite el aprehender y aprender cosas nuevas, por ejemplo es una buena práctica proponer horarios aproximados al momento de dormir, sin embargo si salimos o tenemos algún evento familiar y/o social, pueden ser las excepciones que vayan confirmando esa rutina – sostuvo la especialista del departamento de crianza y orientación a padres de Halitus Instituto Médico-. Nos encontramos frente a rutinas rígidas cuando los responsables afectivos del niño se encuentran del lado del pensamiento dicotómico rígido, cuando se piensa excesivamente en pares de opuestos, ‘de esta manera o ninguna’ o ‘todo o nada’”, agregó la especialista.
En la misma línea, para Holmes, “las rutinas pueden ayudar muchísimo, sobre todo en la primera infancia, porque son situaciones de aprendizaje que los niños realizan diariamente de forma estable y permanente y nos ayudan a respetar los principios del desarrollo cognitivo y socioafectivo manteniendo una organización lo más natural posible”. “Una manera de cuidarlas e intentar establecerlas adecuadamente es atender a no forzar el ritmo de la actividad y simplemente ir manteniendo determinadas constantes temporales que van modelando situaciones definidas, sistemáticas que se van dando de forma regular a lo largo de las jornadas y en el transcurso de los días, lo que le permite a los niños identificar secuencias para sentirse seguros, afianzar su autonomía y reforzar el equilibrio personal”, agregó, al tiempo que destacó que “para que no asfixien hay que tener en cuenta que no deben transformarse en actividades rígidas o mecánicas, sino en un espacio seguro que le permita a los chicos anticipar acontecimientos y espacios”.
Con ella coincidió Ruda, para quien “es importante que ciertos hábitos y rutinas sean más ‘rígidos’ en un principio como para que todos los integrantes de esa familia se acomoden y se incorporen”.
Y tras destacar que “cada familia tendrá los propios y serán acordes al funcionamiento particular de cada casa”, la especialista en maternidad y crianza sostuvo que “una vez que estos hábitos están incorporados de alguna manera, pueden volverse flexibles y que existan excepciones”. “Favorecer esta plasticidad sirve también para aminorar efectos de la frustración cuando algo no sale como pensábamos”, señaló, y ejemplificó: “Si se cancela una visita prevista, o una clase o un cumpleaños y estamos acostumbrados a movernos con tanta rigidez, los niños se van a frustrar por demás si una situación cambia. Cuando anticipamos un posible plan siempre es bueno tener en cuenta que modificarse también es una opción. Es la línea delgada entre una rutina que ordena, organiza, da seguridad y oficia muchas veces de límite, a cuando esta estructura se vuelve tan rígida que no es posible moverse de ahí”.
– ¿Cuál es la mejor manera de instaurar hábitos que no incomoden o sean incordiosos de seguir?
– Lanzafame: A veces sucede que podemos confundir un hábito con una rutina y viceversa, la rutina tiene que ver con lo personal, que se establece por la conveniencia que le otorga a nuestra organización, en cambio un hábito es una acción que permite la creación y se puede usar para distintas ocasiones.
Son comportamientos, es decir pautas de conductas que han llevado un aprendizaje, por ejemplo una rutina podría ser lavarse los dientes y una hábito estudiar una hora y media al día, que se puede ir traspolando a diversos ámbitos de aprendizaje, estudiar en la escuela, un instrumento musical, lectura, etc.
Los mejores hábitos y rutinas son los consensuados, partiendo desde los responsables afectivos de la niña o niño, e incluyéndolos. Estos tienen que servir al desarrollo experiencial de ellos, permitirles conocer el mundo, aprehenderlo, cada vez con mayor anticipación lo cual es consecuente con el aumento de autoconfianza propia, porque va conociendo lo que lo rodea. Las rutinas se pueden volver molestas o difíciles de seguir cuando son rígidas, cuando no conllevan la plasticidad dentro del ámbito familiar para poder salir y entrar a las mismas, o cuando son desajustados a la realidad de vida cotidiana de los niños o la familia en general.
Una buena manera de instaurar hábitos y rutinas, es estimularlos es con la técnica del modelaje, por ejemplo, si les decimos que deben lavarse las manos al volver del colegio y nosotros no lo hacemos, estamos dando un doble mensaje que no ayuda a instaurar esa rutina. El establecimiento de rutinas también debe ser coherente con nuestras acciones.
– Holmes: Una de las claves es transmitirlas con una actitud positiva y de confianza que acepte las posibilidades y las limitaciones, teniendo en cuenta que los hábitos y las rutinas desde el punto de vista del desarrollo personal marcan por sobre todas las cosas situaciones de interacción que contribuyen al establecimiento de las relaciones interpersonales con sus pares y con los adultos significativos, es decir que es ideal que estén allí para potenciar sus relaciones interpersonales, que no simplemente intenten instalar algo que hay que hacer sino que podamos convertirlas en espacios de encuentro, que le ayudan al niño a ser parte de un grupo a la vez que se va volviendo cada vez más autónomo, en un ambiente paciente, acogedor y sin prisa.
En este punto, Infobae consultó a los especialistas por qué es importante para los niños en edad escolar contar con rutinas. Para Martínez, “todos necesitan contar con una rutina, inclusive de adultos tienen una rutina estructurada alrededor de ciertas actividades como por ejemplo ir a trabajar, sin embargo, los niños de edad escolar adquieren una importancia mayor porque la construcción de estas y la formación de hábitos, les permiten sentirse más seguros y tranquilos en su vida cotidiana, ya que fortalecen su autoconfianza”. “Poder lograr anticipación permite que a nivel emocional se sientan más equilibrados y seguros, permitiendo que cualquier estímulo externo pueda entrar en una categoría cognoscitiva conocida y no alterar su regulación emocional”, enfatizó.
“Las rutinas son un medio para organizar la cotidianidad y terminan construyendo a su vez el modo mediante el cual las familias explicitan creencias compartidas e identidades comunes -aportó Holmes-. La creación y el mantenimiento de rutinas y rituales es un elemento valioso de la vida familiar y funciona sin dudas como uno de los andamiajes para el desarrollo de los niños. Las investigaciones han demostrado que la vivencia de experimentar algo como cotidiano puede considerarse un factor de protección que termina operando como promotor del bienestar de la familia, que incrementa el sentido de seguridad, pertenencia, estabilidad, cohesión y satisfacción, reforzando las habilidades sociales en los niños y la resiliencia de todo el grupo familiar. Por lo que las rutinas y los rituales terminan siendo un punto central de la vida familiar, de la cual son potentes organizadores, participando en la definición de la identidad familiar y tienen una función estabilizadora tanto en condiciones de transición como las que implicara este proceso como también en condiciones de estrés”.
Y sobre cómo lograrlo con éxito en niños que arrastran dos años de cierto caos en su escolaridad, Martínez señaló: “Si bien la pandemia produjo cambios en la organización de la vida cotidiana intrafamiliar, días de presencialidad, virtualidad, aislamientos, contactos estrechos, etc y pudimos adaptarnos, también se puede volver a re crear nuevas rutinas en donde la presencialidad del ámbito escolar sea incluida, y en general los chicos son los que más rápido se adaptan a situaciones nuevas, si cuentan con el acompañamiento necesario”.
“A veces nosotros los adultos somos más rígidos que ellos y anticipamos problemas o caos donde no lo hay, por ejemplo, los padres podemos experimentar emociones de ansiedad en el reinicio del ciclo escolar, a veces estas emociones las podemos ver reflejadas en los grupos de whatsapp de padres y madres, una buena práctica es poder reconocernos en esta emoción, aceptarla, e intentar responder para con nuestros hijos y el medio en general desde un lugar más reflexivo y no desde la respuesta automática que promueve la ansiedad”, opinó.
Para ella, “la mejor manera de lograrlo es coincidir en el mejor objetivo para los chicos y estar allí para que se cumplan, y si cuando comienza la escolaridad se ve que la rutina que se armó no es funcional o no está saliendo como se esperaba, más que abandonarla y crear una nueva, es una buena práctica preguntarse qué sirve de la misma y que no está ajustado a la realidad de esa niña, niño o adolescente, o inclusive, a la familia en general”.
En relación a esto, Ruda consideró que “una vez las reglas claras, la excepción es bienvenida”. “El comienzo de la escuela suele ser una mezcla de emoción con un poco de caos ya que venimos probablemente de un paréntesis en las rutinas, mayor flexibilidad y libertades -ahondó-. Llevará unos días volver a acomodar el sueño y regular el nuevo ‘cansancio’. Los chicos tienen la virtud de adaptarse fácilmente a estos cambios, siempre con las excepciones propias de cada sujeto”.
“Claramente no todo es color de rosas y seguramente nos encontremos pidiendo 15 veces ‘lávate los dientes por favor’, y habrá que evaluar cuando es posible hacer excepciones”, analizó la especialista, para quien “la vara es la angustia y el clima tenso: si por sostener determinado hábito se genera una situación muy tediosa habrá que ir buscando alternativas para poder hacerlo de un modo menos conflictivo”.
Para ella, “muchas veces los padres hacen esfuerzos que generan mucho estrés para que se sostengan ciertos horarios”, y tranquilizó: “Sepamos que no pasa nada si en vez de dormirse a las 22, un día se duermen 22.30; como tampoco será dramático si un día alguien no se baña. Que los adultos podamos tener cierta plasticidad ayudará a que el clima sea más ameno”.
En el mismo sentido, Martínez finalizó: “Así como es bueno establecer rutinas y hábitos es saludable poder ser flexible y ‘romper’ la rutina, dando lugar a lo nuevo, otorgándole más fuerza a lo establecido mediante lo sorpresivo, lo fuera de libreto, que otorga una nueva posibilidad de conocer nuevas cosas, seguir aprendiendo del mundo con la seguridad que otorga la posibilidad de saber que se puede volver a la rutina. Las rutinas y los hábitos establecidos con plasticidad otorgan en la escolaridad la base segura sobre la cual pueden sentir la libertad para continuar experimentando las cosas nuevas del mundo”.