Sexo y placer en tiempos modernos: claves para superar la falta de ganas

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Por: Elle | 20/05/19

Sexo y placer en tiempos modernos: claves para superar la falta de ganas


Apetito Sexual

Factores como el estrés, la hiperconectividad y la alta exposición en las redes sociales influyen en la disminución del apetito sexual, un mal  que cada vez más jóvenes lo padezcan.

Mara y Federico (de 35 y 38) se casaron hace menos de un año. Cuando estaban de novios se veían con mucha frecuencia y solían tener relaciones sexuales día por medio. Sin embargo, tras el matrimonio, él dejó de desearla. Las primeras señales ya se manifestaron en la luna de miel. Federico no quiso tener intimidad durante el mes que estuvieron en Europa, excusándose en el estrés por los preparativos del casamiento y el cansancio por el viaje. Mara comenzó con los reclamos y él, a sentir que cada noche tenía que dar un examen. Con el tiempo, el temor a los reproches fue aumentando tanto que, cuando tenían un acercamiento erótico, él contaba los días que podrían pasar hasta un próximo encuentro. Así estaban cuando decidieron venir a verme y comenzamos a trabajar sobre los miedos, los tabúes y las inseguridades de ambos”, cuenta la licenciada Mariana Kersz, psicóloga y sexóloga de Clínica de Parejas, exponiendo un típico caso de uno de los trastornos más frecuentes en la actualidad, el Deseo Sexual Hipoactivo (TDSH). Se trata de “la pobreza o ausencia de fantasías y la inhibición para tomar la iniciativa en el momento de un encuentro íntimo de forma persistente o recurrente”, define la especialista, y amplía: “Como consecuencia, la autoestima de la persona se ve vulnerada y el otro, que se siente rechazado, comienza a dudar: ‘¿Ya no le gusto más?’, ‘¿se terminó el amor?’, ‘¿me está siendo infiel?’. Si bien es un síntoma que suele traer uno de los integrantes, hay que tratarlo de a dos porque no se soluciona espontáneamente y afecta a la pareja en su esencia.

UN FENÓMENO MULTIFACTORIAL

La disminución del apetito sexual es una de las grandes epidemias que afecta por igual a hombres y mujeres. Según el estudio Wishes (Women’s International Sexuality and Health Survey), la disminución del deseo ocurre cada vez con más asiduidad. El 66% de las mujeres menopáusicas lo padecen y el 97% de ellas ve gravemente alteradas sus relaciones emocionales y su calidad de vida. La Sociedad Norteamericana de Menopausia concuerda al definirlo como un trastorno más manifiesto en la premenopausia y en la menopausia. En los hombres, en tanto, según indica el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (Asociación Estadounidense de Psiquiatría), está presente en el 41% de los mayores de 66 años.

La doctora Beatriz Literat, médica sexóloga clínica a cargo del Departamento de Sexología y Disfunciones Sexuales de Halitus, cuenta que “quienes padecen enfermedades crónicas como anemia, diabetes o hipotiroidismo, sufren alteraciones químicas y metabólicas en su organismo que pueden afectar el deseo sexual. Y muchos medicamentos como diuréticos, ansiolíticos, antihipertensivos, antidepresivos, antitumorales y analgésicos poseen efectos secundarios que lo disminuyen”.

Por otra parte, el TDSH también puede ser emocional y, en este caso, “tenemos como causas cuestiones vinculares como la infidelidad, el malestar en la pareja, la escasa comunicación, las dificultades en la crianza de los hijos y la falta de amor. Además, hay que evaluar los miedos, los mitos, los tabúes, el tipo de educación sexual recibida, las malas experiencias, las fantasías respecto al sexo y la religión como algunos factores que influyen e inhiben”, agrega Kersz.

La sala de espera del consultorio es un hervidero. “Hace un tiempo una paciente se quejaba de que una vez por semana su marido quería tener relaciones y ella accedía para no volver a hacerlo en el corto plazo. Bajo el lema ‘lo hago más por él que por mí’, al estilo de la época de nuestras abuelas, todavía muchas mujeres dejan de lado su vida sexual hasta el final de sus días. Por eso, es importante saber que el deseo no siempre es espontáneo, sino que muchas veces hay que trabajar para que los encuentros sucedan”, añade como ejemplo la directora de Clínica de Parejas.

VÍNCULOS DES-CONECTADOS

En una sociedad en la que prima la hiperconectividad, la inmediatez y el culto a la imagen perfecta no es extraño que, por estos días, el TDSH no solamente se esté dando en la segunda mitad de la vida –como ocurría tradicionalmente–, sino también en personas cada vez más jóvenes, “en las que se observa una falta de interés por tomar iniciativas para tener encuentros

sexuales o para responder al deseo de sus parejas”, analiza el licenciado Mauricio Strugo, psicólogo y terapeuta gestalt, especialista en vínculos. Para él, las redes sociales y el acceso con tanta facilidad, atentó claramente contra la posibilidad de esforzarse para tener encuentros reales: “Con una pantalla se puede acceder a la fantasía que se quiera y cuando se desea. Tanta tecnología al servicio de las comunicaciones, paradójicamente, logró todo lo contrario, que abunden las personas que creen que no necesitan del otro, y entonces ya no buscan encontrarse con su deseo”. Literat coincide: “En los últimos años muchos jóvenes que practican sexo por Internet manifiestan que en vivo se sienten menos motivados. Probablemente porque esta experiencia requiere de un grado de compromiso que no tiene la alternativa virtual. Asimismo, entre personas que apenas se conocen, el tan ansiado clímax puede ser una misión imposible”.

Por otro lado, al vivir estresados, descentrados, corriendo e intentando “apagar incendios” permanentemente no queda tiempo ni espacio para fomentar momentos de intimidad y disfrute con la pareja. “¿Cómo hacerle lugar al deseo sexual si se necesita tiempo y conexión para ser registrado?, ¿y de qué manera generar un encuentro genuino, placentero y provechoso con el otro?”, se pregunta Strugo, y continúa: “La alteración de la imagen corporal, el miedo a ser rechazado y a no cumplir con las expectativas propias y ajenas –cuestiones que hoy se exacerban desde las redes– también influyen en el desencuentro. Así, la sexualidad se transforma en todo lo contrario a lo que debe ser más allá del fin reproductivo, alcanzar la sensación de entrega absoluta”.

UN CAMINO DE CONOCIMIENTO

“Guillermo y Romina (ambos de 40) vinieron a verme porque tenían relaciones cada cinco meses y ninguno la estaba pasando bien. Ella sentía mucho dolor, se ponía tensa, y él, ante esta situación, perdía la erección y cuando lograba recuperarla, eyaculaba rápido porque no resistía la ansiedad del encuentro. Lo que comenzó como una consulta por una baja en el deseo sexual se transformó en un gran camino recorrido en el que, con paciencia y muchas estrategias, recuperaron las ganas de tener relaciones, pero fundamentalmente, aprendieron a conocerse y a entender los tiempos de cada uno”, asegura Kersz. Según ella, siempre es posible incrementar el deseo y la unión de la pareja. El primer paso es identificar cuáles son las causas –orgánicas, fisiológicas, emocionales y/o relacionales– y, en muchos casos, se debe trabajar en conjunto con el médico de cabecera para que pueda proveer las indicaciones clínicas necesarias. “En esa mirada integral hay que tener en cuenta que no es lo mismo acompañar a una pareja donde el hombre de 60 años no logra buenas erecciones que a una mujer de 30 que conoce a un chico, pero no tiene el menor interés sexual en él ni en nadie”, explica la experta.

Al momento de encarar una terapia, también es importante conocer otros aspectos de la persona que pueden estar afectando negativamente su deseo, por ejemplo, si lo que le ocurre es habitual o sólo se da con la pareja actual, cómo es su estilo de vida –estresado o tranquilo–, su historia –si tuvo duelos o desengaños significativos– e incluso la relación con su familia de origen. “Recuerdo una paciente que me consultó porque cuando la acariciaban no sentía placer y, analizando su pasado, recordó los castigos corporales que había sufrido desde niña por parte de sus padres. Esto le había ocasionado fobia al contacto físico y la sensación de tener la piel anestesiada”, relata Literat y alienta a la consulta en todos los casos: “El malestar y el desgaste que se sufre con este problema se diluye cuando entran en escena recursos y herramientas que le dan a los miembros de la pareja alivio, esperanza y ganas de reencontrarse”.

EN PRIMER PERSONA

“Decidí ir a terapia porque estaba segura de que mi falta de iniciativa y ganas de ir a la cama alejaran a los hombres de mi vida. Durante la penetración no sentía nada, pero había aprendido a fingir que la estaba pasando bárbaro y actuaba para que ellos creyeran que tenía un súper orgasmo. Lo cierto es que después de cada encuentro quedaba emocionalmente vacía y me sentía muy mal, angustiada. Con mi sexóloga buscamos herramientas para mejorar la concentración en el placer. Aprendí a conocer mis tiempos, mis fantasías, a tocarme sin pudor y a recorrer mi cuerpo para entender qué me gusta y qué no, y poder decírselo a mi pareja. Hoy estoy en una relación totalmente plena y feliz, que me permite expresarse sexualmente sin miedos ni mentiras. Hay que animarse y pedir ayuda, mimarse y mirarse con otros ojos.” (Sabrina, 45 años)

“A partir del nacimiento de nuestro hijo dejamos de tener relaciones sexuales. En terapia conté que estaba muy enojada con Juan, mi marido, porque en varias ocasiones intenté acercarme y ante mis pedidos y luego reclamos, solamente conseguía rechazos y negativas. Después de varias consultas en las que hablamos sobre qué sentíamos el uno por el otro, Juan pudo sincerarse y decir que, a pesar del amor que sentía por mí y lo feliz que estábamos por nuestro hijo, no me podía ver como una mujer excitante. Aún estamos trabajando para que él pueda volver a encontrar su deseo y no llegar a desarmar el vínculo que nos une.” (Luna, 40 años)

“Después de varias sesiones, y luego de 18 años con mi mujer, estábamos en un período de crisis matrimonial y no podía verme separado de ella. Al entrar en confianza con mi analista, le conté que había tenido un encuentro casual con una mujer unos años mayor y que, sorpresivamente, descubrí que todavía tenía deseo. A partir de allí, empezamos un trabajo de conexión con mi potencia para que pudiera comenzar a decidir y no seguir viviendo en piloto automático. Con tiempo y trabajo, pude encontrar mis ganas, sentirme atractivo y gozar de mi sexualidad como nunca antes me había pasado. La clave es liberarse y lograr sentirse pleno.” (Gustavo, 50 años).


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