De Maradona, el goleador más joven de un torneo, a las miles de pizzas de muzzarella que se hicieron en 12 horas en Buenos Aires. Del grandote que tiene el 95% del cuerpo tatuado, a 2.000 personas flotando al mismo tiempo durante 30 segundos, en el lago Epecuén. De Messi, que tiene varios pero uno muy curioso (es quien apareció más veces en las tapas de los videojuegos), hasta la chica cordobesa cuyo cabello mide tanto como ella: 1,60 metro. Y así… decenas.
Las masificación de las redes sociales han hecho que el paso por la vida sea reflejado en fotos, likes y comentarios. Pero los Guinness World Records, desde su bautismo en 1955 en Irlanda, permitieron que cada persona realizara grandes hazañas por las que ser recordada. Y, de alguna manera, resulta el mejor registro para superar nuestros límites.
Un Guinness -así, argentinizado– cualquiera, para que sea, debe ser medible, verificable, universal y tener chances de ser superado. Es el requisito sine qua non de Guinness World Records -así debe decirse-, la autoridad universalmente reconocida en el registro de las marcas mundiales.
La Argentina está entre el 5° y 10° puesto en el ranking de América Latina, con 69 récords, dato -el del ranking- que no puede precisarle a Clarín la oficina de Relaciones Públicas de la organización en la región, situada en la ciudad de Miami. «Esta información, lamentablemente, no la tenemos con exactitud», respondieron.
El Libro Guinness de los Récords, traducido a 23 idiomas, lleva ya más de 60 años -y 100 millones de ejemplares vendidos- registrando hazañas -muchas absurdas y excéntricas-, llevadas a cabo tanto por personas, como por animales, plantas y, en resumen, cualquier cosa que pueda ser calificada y considerada un referente en algún campo.
Históricamente la temática es amplia: universo, naturaleza, reino animal, ser humano, ciencia, accidentes y desastres, logros, deportes y locuras como el que se comió más huevos duros en una hora como o el que dobló más sartenes de aluminio en un minuto. .
En familia. «Mi hija estuvo congelada 14 años. Así lo siento, lo viví y eso nunca se me va a olvidar», asegura Mónica, quien abraza a Yanina, de 5 años.
En 2016 la Argentina alcanzó un nuevo récord Guinness. Un instituto médico del país tuvo el período más largo de almacenamiento de óvulos seguido de nacimiento. La historia comenzó en 1999, cuando una mujer, por ese entonces de 25 años, decidió criopreservar seis de sus óvulos ya que no lograba quedar embarazada. En 2013, se hizo un tratamiento de fertilidad y finalmente logró ser mamá.
Halitus, el conocido instituto médico, le permitió a Mónica Coronel ser mamá a los 40 años. La beba, que nació por cesárea y pesó tres kilos y medio, se llama Yanina Aquino, que hoy tiene cinco años. El caso marcó un récord mundial; el anterior, también de Halitus, fue de 12 años de criopreservación.
«Yo estoy contenta por la nena, más que por el Guinness, que me sorprendió, pero no me aportó nada de nada», confiesa sin anestesia Mónica, bibliotecaria de una escuela de Beccar, quien incentiva a las madres «a que se sometan a tratamientos de fertilidad y que nunca bajen los brazos».
¿Cómo se gestionó el Guinness? «Yo no tuve nada que ver, ni se me hubiera ocurrido. Fue iniciativa del doctor Rodolfo Pasqualini, quien me hizo el tratamiento, me pidió permiso y así se dio. Muy loco saber que mi hija es un récord mundial«.
«Mi hija estuvo congelada 14 años», ilustra Mónica, que dice que «así lo siento, lo viví y eso nunca se me va a olvidar. Por suerte salió todo bien, Yani nació bien y eso me pone contenta. A veces, con todas las cosas malas que pasan, uno la ve a ella y se olvida de todo«, reflexiona Coronel, que cierra: «Yani tiene cinco años, pero es más grande que Nicolás, que tiene 19, porque de alguna manera se gestó antes».