Desde el año 2003 se ha establecido el 26 de septiembre como el Día Mundial de prevención del Embarazo no Planificado en Adolescentes. La Organización Mundial de la Salud estima al año 2020 que el número de mujeres que dan a luz entre los 15 y los 19 años es de dieciséis millones, y un millón por debajo de los 15 años. Según UNICEF, en Argentina se producen alrededor de 10 partos por hora en la población adolescente y agregan que el 70% son embarazos no intencionales que ocurrieron durante relaciones sexuales sin protección anticonceptiva.
A pesar de los esfuerzos, es una temática muchas veces invisibilizada en la que debe ponerse el foco en la educación sexual y el uso de métodos anticonceptivos. Es importante resaltar lo significativa que es la comunicación sobre la sexualidad desde el ámbito familiar. Cuanto más “tabú” se vuelve, menos información tienen los y las adolescentes. Como padres somos formadores: a la información hay que agregarle tareas de formación, que no es lo mismo, porque tener más datos no es indicador de mayor conocimiento.
En nuestro país la Ley de Educación Sexual Integral (ESI) y los tratados internacionales, como la Declaración Universal y la Convención Interamericana de los Derechos Humanos, recomiendan difundir información sobre salud sexual, anticoncepción e incorporar, según las edades evolutivas contenidos sobre sexualidad y reproducción. Es decir, que si en las casas no se da el espacio para hablar de sexualidad, encuentran su expresión dentro del ámbito educativo. Sin embargo, la formación está reservada a referentes significativos en la vida de los adolescentes: su padre y madre, su familia. Este es el lugar de desarrollo más importante para la construcción de una subjetividad adolescente.
La pregunta que suelen hacerse los padres es “¿Quién habla?” y “¿Cómo hablar?”, la primera responderá a diferentes criterios, podría ser aquel que tenga un diálogo más fluido con él o la adolescente, quien se sienta más cómodo para hablar sobre la temática e incorporando otras figuras, como el pediatra, médicos y/o ámbitos de inserción institucional como la escuela secundaria, donde los contenidos brindados por la E.S.I. pueden ser disparadores de información que en casa se use como formación. Si nuestros hijos o hijas comienzan un noviazgo adolescente es importante estar atentos a la respuesta emocional que nos comunican y abordar la situación desde esta y no desde nuestros pensamientos. Temáticas como las enfermedades de transmisión sexual, la anticoncepción e incluso el aborto, nos abren las puertas de la información y se puede aprovechar para ayudarles a formarse.
No se trata de transmitirle lo que les pasa a los padres y madres con estos temas, sino de empatizar con la repercusión emocional que estas temáticas tienen en los hijos. Es así que la manera en “cómo hablamos” estará ligada a la formación que haremos acerca de la sexualidad, la manera en cómo nos comuniquemos podría marcar una diferencia respecto a la conducta que adquieran frente a las relaciones sexuales. Una buena práctica es comunicarles cómo transitamos esa etapa nosotros, empatizar con la confusión que pueden llegar a tener y no mostrarnos como personas que tenemos las respuestas a todo, pues las preguntas que nos hicimos en nuestro pasado adolescente no son las mismas que pueden llegar a tener hoy día.
Para cerrar este pequeño espacio de reflexión voy a citar las palabras del psicólogo argentino Ricardo Levy: “Informar implica transmitir conceptos y acontecimientos para ser incorporados por otro. Formar supone facilitar en otro el desarrollo de la capacidad de reflexionar, criticar y evaluar conceptos y acontecimientos, mediante la ayuda de valores, principios y modelos orientadores. La educación sexual en particular y la educación en general no deberían limitarse a una función informativa, las meras informaciones proveen lecciones para saber, la formación es el verdadero sustento de las lecciones para el ser”.