“Disfruto con ellos todo lo que puedo. Los beso, los abrazo, trato de crear recuerdos. No voy a negar que tengo miedo, pero hice esta apuesta porque para mí es un acto de amor. Todavía no me cuesta hacerles upa, estoy bien gracias a Dios. Por ahí viva 100 años, por ahí no. Pero el amor que les tengo a mis hijos y a Vero, mi mujer, es infinito”, asegura Claudio Maldonado, que tiene 69 años y es padre de Santino y Mateo, sus mellizos de 4. Aunque muchos se sorprenden, su historia es más común de lo que parece. En la Argentina, son cada vez más los hombres que se animan a tener hijos a una edad en la que, en otra época, solo se los imaginaba dedicados al abuelazgo.
Las razones son varias. Por un lado, la expectativa de vida se incrementó. Por el otro, los tratamientos de fertilidad se perfeccionaron. Además, la tendencia general se fue “corriendo” tanto para hombres como para mujeres. Pero, sobre todo, hay un factor íntimo, determinante: muchos (algunos que incluso ya tienen hijos de parejas anteriores) no quieren resignar el sueño de tener un bebé con mujeres que conocieron en la segunda mitad de sus vidas. Y de la mano de la ciencia, la mayoría de las veces, logran concretarlo.
“La ley de la vida dice que yo me iré primero de este plano y Verónica no tiene papá, no tiene hermanos… Sé que los mellizos van a acompañarla”, plantea Claudio.
Néstor Zennaro, de Bahía Blanca, tiene 62 años y hace 2 tuvo a Lucca, su primer y único hijo. “Yo siempre había tenido la idea de convertirme en padre –comparte –, pero nunca había conocido a la pareja ideal. La indicada fue Alejandra, con quien nos encontramos cuando yo tenía 53. Al poco tiempo, decidimos que queríamos tener un hijo. Entonces empezamos a buscar. Intentamos por la vía natural, pero no pudimos y debimos explorar otras opciones”.
Fue así como la pareja se sumergió en una danza de turnos médicos y consultas en clínicas de fertilidad. Fueron muchas las veces que les dijeron que no podrían ayudarlos. No solo por la edad de Néstor sino también por la de su mujer, que pisaba los 40 y hacía más difícil el panorama.
En ocasiones, su obra social no cubría la totalidad de los gastos; en otras, el diagnóstico arrojaba un negativo rotundo. “Nos íbamos con una sensación amarga. Pero bueno: estábamos convencidos de que había que seguir intentando. Y eso hicimos”, dice Néstor.
Finalmente, después de 7 años de intentos, escucharon lo que habían ansiado tanto tiempo. “Quedate tranquila, vas a quedar embarazada”, le dijeron a Alejandra en uno de los centros, al explicarle que podía recurrir a una ovodonación. “Nos levantaron el ánimo: yo venía golpeado, con la moral muy baja; estaba cansado de repetir ese proceso y de escuchar las mismas noticias negativas una y otra vez”, recuerda Néstor.
Si bien la ovodonación resolvía gran parte de las dificultades, teniendo en cuenta que Alejandra ya tenía 48 años, aún existían riesgos ligados al factor masculino. “Yo lo sabía, no es lo mismo el espermatozoide de un hombre de 60 años que el de un hombre de 35″, comenta Néstor que, de todas formas, decidió seguir adelante.
Según la mirada de los especialistas, al buscar un embarazo es necesario conocer las posibles complicaciones. “Hay un aumento en el riesgo de autismo y de enanismo, patologías que tendrían relación con una alteración en la metilación del ADN espermático, dado por la edad paterna avanzada y por el envejecimiento espermático”, explica Omar Layus, andrólogo especialista en Medicina Reproductiva de WeFIV.
En general, en los casos de pacientes mayores, los especialistas recomiendan buscar embarazo por la vía natural. Si eso no funciona, se pasa entonces a otras opciones. “La primera es el tratamiento de baja complejidad (inseminación artificial), la segunda el tratamiento de alta complejidad (fertilización in vitro) y la última es la ovodonación (que también se hace por medio de la fertilización in vitro)”, describe el doctor Mariano Cohen, del Centro Argentino de Urología. “Con el método de baja complejidad, con cuatro intentos, el 40% o 50% logra un embarazo. Con la alta complejidad la eficacia es la misma, pero este método es usado para pacientes con más dificultades. Son procedimientos muy efectivos”, agrega el especialista.
Cohen también señala que, del total de sus pacientes, solo un 5% son hombres mayores de 60 que buscan ser padres. Sin embargo, remarca que, en los últimos años, estas consultas han crecido considerablemente.
Finalmente, Néstor y Alejandra tuvieron a Lucca tras completar el tratamiento de alta complejidad con ovodonación en el Instituto Halitus. “Por suerte, Lucca nació sano. Hoy es un chico divino, jovial”, se emociona Néstor.
Adrián Iaies, pianista de 62 años, siente ese mismo amor por Delfina, su hija de 2 años. También él la tuvo a los 60, junto con Mariana, una exalumna que 25 años y un reencuentro después, se convirtió en su esposa. “Yo ya tengo tres hijos grandes, de más de 25 años; de hecho, uno está viviendo y trabajando en Austria –describe Adrián–. Pero después de separarme me reencontré con Mariana y conectamos al instante. Nos casamos y empezamos a buscar un bebé. No fue fácil, pero hicimos un tratamiento y obtuvimos grandes resultados”.
Hoy, su hija Delfina crece rodeada de hermanos y hermanas mucho más grandes. “Están muertos de amor, es la ídola de todos. Se generó un vínculo muy fuerte”, señala Adrián.
Tanto él como Néstor son los mayores en los “grupos de papis” del jardín. Pero saben, también, que hay quienes tienen hijos a edades aún más avanzadas. Los dos mencionan un caso reconocido a nivel mediático, el del doctor Alberto Cormillot y su pareja Estefanía Pasquini, que tuvieron a Emilio en 2021, cuando él tenía 83 años. “En las reuniones de padres, me miran con algo de… No sé, con algo de distancia. No sé si es por la edad o porque soy alguien conocido”, se ríe el doctor Cormillot en diálogo con LA NACION.
Su experiencia, que coincide en el tiempo con las de otras figuras mediáticas de nivel internacional, como Robert De Niro (padre reciente, a los 79 años) o George Clooney (tuvo gemelos a los 60), generó curiosidad colectiva: ¿cómo es tener hijos a la edad en que muchos ya son abuelos?
Diego Pins, counselor y coautor del libro Nace un papá, plantea: “Muchas veces, cuando esto ocurre, la pareja está formada por un hombre mayor de 60 y una mujer bastante más joven. Entonces a veces, por una razón de edad, las madres se terminan ocupando de muchas más cosas. Demasiadas”.
“También hay diferencias culturales”, añade Matías Criado, psicólogo y coautor del libro. Juntos son creadores de Paternando, desde donde brindan cursos y talleres para padres primerizos. “Una vez, nos contactó una pareja. Él era mucho mayor que ella, y disentían en términos generacionales respecto de cómo darle el ejemplo a su hijo; cómo enseñarle lo que está bien y lo que está mal; cómo reaccionar ante un acto de desobediencia”, suma Matías, aunque también sostiene que son cuestiones conversables.
La preocupación que en cambio acorrala a los que tienen hijos después de los 60, muchas veces sin respuesta, recae en la duración concreta de esta paternidad. “¿Hasta qué edad los voy a poder ver crecer?”, suele ser la pregunta que se impone en algún momento.
“Eso depende de la relación que tengas con la muerte. Si vos tenés un hijo a los 30 y pico, lo más probable es que ese hijo te dé nietos, y que los conozcas. Pero si sos padre a los 60, es más improbable que suceda. Vas a pasar menos años con tus hijos menores que con los mayores, es una cuestión matemática. Por eso, para mí, es importante disfrutar cada día. Yo creo que, haciendo eso, somos felices todos y, al mismo tiempo, ellos crecen más sanos”, responde Adrián.
Si bien hay detractores que señalan cierto factor “egoísta” en decisiones de este estilo, Néstor aporta su propia visión al respecto: “A esta edad yo puedo ofrecerle a Lucca cosas que antes no hubiera podido. La diferencia económica que hay entre el presente y la época en la que tenía treinta y pico es enorme. Por ese entonces yo trabajaba en el rubro petroquímico y me echaron del trabajo. Hoy tengo 10 locales propios, con más de 70 empleados. Es decir; le estoy dando a mi hijo una casa cómoda, juguetes, una buena educación… Cosas que antes no le hubiera podido ofrecer de ninguna forma”, dice.
Con respecto a los temores propios de la paternidad, Cormillot focaliza en cuestiones más concretas y destaca que los miedos pueden repetirse a los 70 y 80 como si fueran nuevos. “Recuerdo cuando con Estefi volvimos a manejar el carrito. ‘¿Cómo se abre? ¿Cómo se cierra?’ Nos reíamos. Se sentía como la primera vez –comparte–. Después, a los pocos meses, Emilio empezó a comer solo. ¡El miedo que me daba! Había que dejar que masticara solo. Apenas tragaba la comida, empezaba a toser… Yo quería ayudarlo, pero el médico me sugirió que lo dejara aprender por su cuenta. Me dijo: ‘Confiá en la tos’. En caso de no poder tragar, el bebé iba a poder expulsar la comida con sus propias reacciones”, agrega el nutricionista.
Hoy, Cormillot hace todo tipo de actividades con el pequeño Emilio. Lo lleva al colegio, lo busca, y hasta baila tap y tango con él. También contrató a una niñera que habla en chino para que su hijo se familiarice con ese idioma. “Va a ser más importante que el inglés en el futuro. Y una cosa tan básica como aprender a leer y a escribir en ese idioma va a ser mucho más importante de lo que es hoy”, agrega.
Otro caso argentino de relevancia pública es el de Constancio Vigil (86), exdueño de la mítica editorial Atlántida, que tuvo seis hijos. Los últimos dos, Carlos y Emma, nacieron después de que Vigil cumpliera 80 a través del método de subrogación de vientre. En una reciente entrevista publicada por LA NACION, el empresario compartió: “A esos hijos [los anteriores] no los disfruté como estoy disfrutando a estos porque en aquel entonces mi locura era trabajar, trabajar y trabajar. Y jugaba mucho al golf, me gustaba participar de los campeonatos, que eran de jueves a domingo. Prácticamente no estaba en mi casa”.
Néstor coincide con que es una ventaja de esta etapa contar con tiempo, uno de los bienes más codiciados del presente. “Ahora estoy menos ocupado que antes. Yo me iba a trabajar a las 8 de la mañana y volvía a las 5 de la tarde. Ahora le puedo dedicar a Lucca todo el tiempo que quiera. Si me dice que quiere ir a jugar a la pelota a las 2 de la tarde, puedo decirle que sí. Paso muchísimas horas con él”, asegura.
Cormillot sabía que buscar un hijo a los 83 implicaba riesgos, ya que el médico se lo había advertido. Y también estaba al tanto de que podría ser dificultoso para él mismo: “Yo he tenido cáncer tres veces. Tenía, y tengo, un cuerpo que ha sufrido mucho”, dice, y agrega con orgullo que, de todas formas, quiso intentarlo.
Néstor también era consciente de que tendría que luchar (y mucho) para conseguir su sueño y el de su mujer. Tropezó varias veces, pero, 7 años después, lo logró. “Yo lo iba a tener como fuera, a los 50, a los 60, y si no, a los 80, pero tenía claro que iba a ser papá. A los que estén con ganas y miedos a la vez, les digo que sean optimistas; que se animen”.