La oferta es amplia. Pero, en genética prenatal, los test de ADN fetal en sangre materna son uno de los desarrollos más recientes y revolucionarios. Estos estudios no invasivos permiten detectar anomalías cromosómicas en el feto, como las trisomías 21, 18 y 13, asociadas con los síndromes de Down, Edwards y Patau. También, determinar el sexo del bebé.
Si bien los tests como NIPT (por sus siglas en inglés, non-invasive prenatal testing) están disponibles desde hace diez años, se popularizaron y están creciendo de un modo exponencial en el último tiempo debido a que cobraron mayor difusión a nivel nacional y mundial. Principalmente, impulsados por el aumento de la edad materna, ya que las alteraciones en el número de cromosomas aumentan su riesgo después de los 35 años.
“Además, permiten estudiar pequeñas pérdidas de material genético en segmentos específicos de un cromosoma, lo cual genera síndromes genéticos con discapacidad que pueden ocurrir en cualquier grupo etáreo”, agrega Laura Elberger, miembro de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva.
Según las fuentes consultadas, se estima que, en los últimos cuatro años la demanda de consultas sobre estos tests creció un 30% en Argentina. “Se hacen entre 600 y 700 estudios prenatales no invasivos al mes en el país. Muchas mujeres están accediendo a estas pruebas, incluso haciendo un esfuerzo económico adicional. En cambio, los invasivos (exomas y microarrays) están disminuyendo: se practican alrededor de 20 estudios complejos de patologías raras al mes», puntualizan Viviana Bernath, fundadora y directora de Genda y Pilar Igarreta, también directora de este laboratorio de diagnóstico genético.
Por su parte, Jorge Hamer, director médico de Babygen y Fiamma Di Biase, especialista en medicina reproductiva, detallan los números del centro Novagen: «Tenemos aproximadamente entre 100 y 150 consultas mensuales pretest y alrededor de 50 a 60 realizaciones del test”.
María del Pilar Velazquez (44) es musicoterapeuta: trabaja con niños con autismo y discapacidad. Se realizó el test genético en la semana 17 de gestación por sugerencia de su obstetra, ya que había quedado embarazada de forma espontánea teniendo 43 años. Es madre primeriza. Previamente, durante el primer trimestre, había perdido tres concepciones por trombofilia.
“Optamos por realizar un panel simple en el laboratorio Genda. Abonamos $ 310.000 de modo particular porque no lo cubre nuestra obra social. Si bien el resultado fue negativo, este no era un condicionante para tomar una decisión. Lo elegimos porque mi pareja sentía la necesidad de tener más información, pero Julián siempre fue un bebé muy deseado y esperado”, le cuenta a Clarín mientras carga a su «pequeño milagro», como lo llama, que ya tiene 21 días.
Algunos de los laboratorios genéticos que ofrecen estos tests son Genda, Gempre Genómica (en alianza con Biocódices), Novagen, Geno y Genesia. También pueden encontrarse en centros de salud con servicios de medicina materno-fetal y en clínicas privadas con capacidades avanzadas de diagnóstico genético. “Para ADN fetal, estudio de portadores y PGT, la mayoría de los laboratorios lo derivan al exterior (al menos una parte del procesamiento). En muy pocos casos se realiza todo en Argentina”, distingue Páez.
¿Cuánto cuestan? El costo varía según el país donde se haga, el laboratorio y la profundidad del análisis. Generalmente, oscila entre 300 y 1.000 dólares.
A diferencia de los métodos invasivos tradicionales como la amniocentesis o la biopsia de vellosidades coriónicas que requieren una punción uterina, el NIPT se realiza mediante una simple extracción de sangre de la madre y el análisis del ADN placentario presente en el plasma materno. Pero no detecta malformaciones que se ven en ecografías detalladas.
“Se hacen tomando una muestra de sangre de la mujer embarazada a partir de la semana 9 o 10. Con esta muestra de ADN circulante del bebé en sangre materna se pueden detectar las enfermedades más frecuentes que puede tener al nacer, que son las trisomías 13, 18 y 21, anomalías de cromosomas sexuales y otras patologías menos frecuentes”, responde Bernath.
“Están recomendados para todas las mujeres a partir de las 10 semanas de gestación y son especialmente útiles para aquellas con embarazos de alto riesgo; ya sea por edad materna avanzada, antecedentes familiares de anomalías genéticas o resultados anormales en pruebas de tamizaje anteriores”, describe Gabriel Ércoli, director médico de Gempre Genómica y Medicina Preventiva de Precisión.
No obstante, indica que el Colegio Americano de Obstetricia y Ginecología (ACOG) recomienda la realización de estos estudios a todas las pacientes embarazadas dada la incidencia y gravedad de estas enfermedades.
Pamela Brein, médico obstetra y ginecóloga, señala que desde su especialidad no recomienda un determinado estudio por motivos económicos, pero se los menciona a sus pacientes para que cuenten con toda la información disponible, respetando la decisión personal de quienes deseen hacerlo.
“El protocolo incluye una ecografía para corroborar el tamaño del embrión antes de la toma de muestras. El resultado final se ofrece listo entre 7 y 10 días. Es importante verificar que el embarazo tenga la semana de gestación adecuada para realizar este estudio porque la prueba está validada cuando el ADN del bebé circulante en la sangre materna es suficiente, cuando tiene 10 semanas de gestación”, enfatiza Bernath.
“La información permite adecuar el seguimiento durante el embarazo, preparar a la pareja para la recepción de un niño con una posible afección y ajustar los controles al momento del nacimiento y en las primeras etapas de la vida”, evalúa Cecilia Páez, especialista en Genética Médica en el Servicio de Ginecología del Hospital Italiano de Buenos Aires.
Las pruebas de ADN fetal en sangre materna tienen como objetivo, principalmente, saber si el bebé que se está esperando puede tener alguna de las patologías más frecuentes. En cambio, las pruebas invasivas, como los exomas o microarrays, están orientadas a entender qué está pasando cuando se observa algo complejo durante el embarazo.
“Los exomas y microarrays son estudios que analizan una gran parte del genoma en busca de posibles errores. Se realizan a partir de una punción en la madre y son pruebas novedosas en el ámbito prenatal, con unos 5 o 6 años de antigüedad. Permiten identificar posibles anomalías que podrían estar causando hallazgos inesperados en la ecografía o en otros análisis médicos”, explican desde Genda.
Por eso, el NIPT es complementario a otros métodos de tamizaje clásicos del primer trimestre. “Se trata de estudios de screening porque tienen alta sensibilidad y especificidad, pero no son pruebas diagnósticas. En caso de tener un resultado positivo o de alto riesgo, el diagnóstico debe ser confirmado mediante un estudio invasivo”, explica Marina Serra, médica genetista de Halitus.
Y Ércoli aclara: “Estos métodos se consideran tamizajes, es decir, que se diseñaron para detectar alto riesgo por lo que, ante un resultado positivo debe realizarse un estudio de diagnóstico prenatal invasivo como la amniocentesis o la biopsia de vellosidades coriónicas para confirmar o descartar la condición”.
En este marco, Hamer resume: “Estos estudios no reemplazan el control obstétrico y ecográfico de rutina en los embarazos, sino que lo complementan, siendo en conjunto fundamentales para poder definir un óptimo abordaje postnatal para mejorar el pronóstico del recién nacido”.
En este escenario, Sofía Juárez, médica genetista, le cuenta a periodista que esta semana nació una bebita con trisomía 21, síndrome de Down. Su mamá de 37 años se había hecho el análisis de ADN fetal en sangre materna y el resultado había sido positivo. Pero la paciente decidió no realizar una punción y, en su lugar, se le hicieron seguimientos ecográficos y un ecocardiograma durante el embarazo. “Ella optó por hacerse el ADN fetal en sangre materna para no estar pensando en el diagnóstico y poder concentrarse en su hija, disfrutando del parto”, ilustra.
“Cuando se detecta una anomalía cromosómica, se llama al médico obstetra para informarle. Dependiendo de la complejidad de la situación, a veces se propone una consulta presencial con un equipo de médicos genetistas para determinar cómo proceder, ya sea con seguimiento ecográfico o pruebas prenatales específicas”, detalla Bernath.
Paola (35) se realizó una ecografía TN Plus en la semana 12 de gestación. El estudio resultó normal para todos los parámetros ecográficos. Pero, debido a una alteración en unas hormonas placentarias, el resultado de “riesgo ajustado” para trisomía 18 (síndrome de Edwards) fue de una probabilidad entre intermedia y alta de que el embrión presentase este síndrome, más alta de lo esperado para mujeres de su edad. La paciente decidió efectuar un NIPT en su décima tercera semana de embarazo. El resultado fue negativo.
“El test no identificó ninguna trisomía, incluyendo la correspondiente al síndrome de Edwards cuyo riesgo había resultado inicialmente elevado en la TN Plus. Ambos métodos se complementaron, permitiendo tomar una decisión informada. El NIPT despejó sus dudas y siguió realizando los controles obstétricos habituales, cursando un embarazo con más tranquilidad. Finalmente, nació un niño sano”, recapitula Ércoli.
La disponibilidad de los NIPT cambia el panorama de la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) al permitir una detección temprana de anomalías fetales. “Les proporciona a las mujeres mayor tiempo para tomar decisiones informadas sobre su embarazo, incluyendo la opción de una IVE en caso de identificar una condición de pronóstico desfavorable. Además, la detección precoz permite efectuar controles obstétricos especializados, contar con tiempo suficiente para procesar el diagnóstico y elegir una institución que cuente con todas las medidas de soporte necesarias para una correcta atención del neonato”, manifiesta Ércoli.
Por su parte, Páez enfatiza que la legalización del aborto hizo que muchas parejas consideren la opción de diagnóstico prenatal en vellosidades coriónicas como una opción cuando ya se conoce una enfermedad en la familia. “Desde la disponibilidad de la IVE, las pacientes consideran mucho más el ADN fetal en sangre materna para contar lo antes posible con la mejor información”, expresa.
La tasa de detección de los NIPT es mayor al 99% para trisomías frecuentes. Sin embargo, existen eventos como los mosaicismos placentarios o los fetos evanescentes (embarazos gemelares en los que uno de ellos se detiene y reabsorbe), que podrían causar resultados falsos positivos.
En este contexto, Elberger sostiene: “Al ser un método de screening, el ADN fetal en sangre materna puede dar falsos positivos, es decir, que pueden existir supuestos en que se presente una alteración genética del embarazo, pero cuando se hace el estudio genético invasivo resulta que da normal. En promedio, el porcentaje en el ADN fetal en sangre materna de “falsos positivos” y “falsos negativos” es de aproximadamente 1 por 1.000 supuestos.
“Es fundamental comprender que el NIPT es un método de tamizaje y no constituye de por sí un diagnóstico. Nunca debe tomarse ninguna decisión irreversible sin la correspondiente confirmación del cuadro mediante un estudio de diagnóstico prenatal invasivo como la amniocentesis o la biopsia de vellosidades coriales”, refuerzan los especialistas consultados.
Lo cierto es que el diagnóstico genético prenatal no tiene como única finalidad detectar anomalías cromosómicas para poder tomar una decisión sino que también permite adecuar los cuidados perinatales y preparar a la familia para la recepción de un niño con una afección.
Otro estudio reciente es el de detección de portadores o carrier screening. Se realiza en pacientes que están en plan reproductivo para evaluar enfermedades de genes con herencia autosómica recesiva (ambos miembros de la pareja pueden ser portadores de la misma enfermedad) y patologías de genes con herencia ligada al cromosoma X (suelen ser asintomáticas en mujeres). “Idealmente, se realizan antes del embarazo para poder ofrecerles mayores opciones a los pacientes y se lleva a cabo mediante una muestra de sangre o saliva en los miembros de la pareja por lo cual no es invasivo”, dice Páez.
A nivel preconcepcional, quienes se someten a una fertilización in vitro también pueden realizarse un estudio embrionario antes de la transferencia: PGT, por la sigla de test genético preimplantación. “El PGT implica la biopsia de un embrión y se realiza en centros de reproducción. Es uno de los estudios más costosos. El valor varía en función del tipo de enfermedad evaluada (cromosomas o genes) y del número de embriones analizados, pero oscila entre 1.500 y 10.000 dólares”, señala Páez.
Este año, Novagen incorporó BabyGen Unity, un test prenatal no invasivo que permite detectar enfermedades genéticas graves y frecuentes como fibrosis quística y atrofia muscular espinal. “Las enfermedades genéticas recesivas se heredan. Esto significa que los padres pueden transmitirle una enfermedad a su bebé si ambos son portadores de la misma patología. El análisis de la muestra se realiza en Estados Unidos por la tecnología involucrada”, detallan Hamer y Di Biase.