Según establecieron, entre 1971 y 2011 el número de espermatozoides por milímetro de esperma se redujo 52,4 por ciento entre los hombres de países occidentales. Las cifras se parecen a las que en 2012 había publicado el Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires, que sostenían que la producción de espermatozoides había bajado al 50 por ciento en medio siglo. Los especialistas de la universidad israelí, encabezados por el investigador Hagai Levine, determinaron que la caída en la producción de esperma es del 1,4 por ciento anual.
«Para que baje la cantidad de espermatozoides inciden muchos factores de esta época: aumenta el estrés, hay tabaquismo, hay un consumo de marihuana, de alcohol y de cocaína que es mayor al que había hace cincuenta años, hay mayor contaminación ambiental, la alimentación es peor, hay mayor sedentarismo y se duermen menos horas», resume Jonathan Finkelstein, urólogo y andrólogo del instituto médico Halitus, dedicado a técnicas de reproducción asistida. Enseguida matiza: «Sin embargo, una cosa es la cantidad de espermatozoides, y otra cosa es la morfología y la movilidad de esos espermatozoides. Son muchos los factores que determinan el potencial fértil de una persona, es decir, su capacidad de lograr un embarazo. Para ese potencial, los valores de un espermograma pueden importar pero no son una determinación directa».
El fenómeno es percibido a nivel global. En 1999, la Organización Mundial de la Salud (OMS) que el valor de referencia de un espermograma era de 20 millones de espermatozoides por mililitro, mientras que en 2010 ubicó ese valor en 15 millones. «Consideramos que un valor normal se ubica entre los 15 y los 20 millones, pero hay que ver el análisis completo del paciente para conocer su situación», explica Finkelstein, y enseguida advierte: «Hacer una consulta para determinar la cantidad de espermatozoides que el paciente produce antes de buscar un embarazo es un no rotundo, porque puede condicionar esa búsqueda cuando en realidad hay espermogramas con niveles bajos que logran embarazos sin problemas».
El estudio publicado en Human Reproduction Update contó con la participación de 43.000 hombres de todos el mundo. Entre otras conclusiones, la investigación determinó que la baja de cantidad de espermatozoides en la eyaculación tuvo un retroceso aún mayor: un 59,3 por ciento.
Para Jorge Villemur, andrólogo y endocrinólogo, tampoco es conveniente realizar un conteo de espermatozoides «antes de que se frustre una búsqueda de embarazo, si no hay ningún otro motivo para hacerlo». Según el especialista, «los tóxicos ambientales son los factores menos estudiados respecto de la baja de producción de espermatozoides, que se viene apreciando hace décadas y que ha provocado que la Sociedad Internacional de Andrología revise periódicamente los estándares de normalidad de los conteos». Según el especialista, «el estrés es también uno de los factores más determinantes, pero sabemos las condiciones en las que todos vivimos actualmente».
En cuanto a la incidencia que esa baja en la fertilidad, Villemur explica: «Con el advenimiento de técnicas de fertilización asistida, tiende a reducirse la incidencia del factor masculino, porque la cantidad de espermatozoides necesarios se ha acortado tanto que ya no suele ser un problema un conteo bajo». Consultado sobre si la baja en la producción de espermatozoides incide en la tendencia decreciente de la natalidad global, sostiene: «Ese decrecimiento tiene más que ver con una cuestión cultural, que implica un retraso en el momento de tener hijos por expectativas personales o profesionales, que con factores biológicos».
Santiago Brugo Olmedo es cirujano, está especializado en Medicina Reproductiva y dirige el centro Seremas. «Hay mucha gente con semen con conteos bajos, cuyos espermatozoides tienen menos movilidad, y no son infértiles. Pero hay que considerar un factor: así como hay un reloj biológico en la mujer, digamos que a partir de los 50 años, un varón también puede tener problemas de fertilidad y en la genética de su descendencia». Para los especialistas, no hay una forma específica de «cuidar» la producción de espermatozoides, pero la reducción de factores de riesgo como la mala alimentación, el estrés y el sedentarismo incide también en la composición del esperma.