Mucho se habló desde el inicio de la pandemia por COVID-19 de las consecuencias del aislamiento que implementó la mayoría de los países del mundo en la salud mental de las personas, así como los “efectos no deseados” de la medida, como lo es el hecho de que la población en general descuidó otros aspectos de su vida cotidiana, como el ejercicio físico, la alimentación e incluso los controles médicos.
Ahora bien, a toda esa situación, en la Argentina, a 164 días de decretado el aislamiento social se le suma un dato del que se hicieron eco varias publicaciones científicas.
Estudios previos a que el mundo se viera envuelto en esta pandemia, habían dado cuenta de los efectos del estrés por aislamiento social sobre la respuesta inmunitaria. Una publicación del Centro Nacional de Información Biotecnológica de los EEUU de 2005 aseguraba que “existen algunas evidencias en animales y humanos de que el estrés psicológico puede afectar muchos aspectos de la red integradora entre el sistema nervioso central, el sistema endocrino y el sistema inmunológico”. “Los efectos complejos del estrés psicológico sobre las interacciones entre estos tres sistemas han sido objeto de estudio en el campo en desarrollo de la psiconeuroendocrinoinmunología -destacó la publicación-. Existe una gran cantidad de literatura sobre los efectos del estrés psicológico sobre la función inmunológica en humanos. Varios informes clínicos han demostrado que las influencias psíquicas actúan sobre los cuerpos humanos principalmente a través del sistema inmunológico”
Más cercano en el tiempo, y ya con la pandemia en curso, en mayo de este año, una revista científica hizo una revisión de 14 estudios que examinaron la soledad y 16 que analizaron el aislamiento social y su relación con el sistema de defensas. “Algunos investigadores sugieren que la soledad y el aislamiento social conducen a una peor salud porque aumentan la inflamación, que es la respuesta que ocurre cuando el cuerpo le dice a su sistema inmunológico que produzca químicos para combatir infecciones o lesiones. También puede ocurrir cuando las personas experimentan estrés psicológico o social”.
Y tras diferenciar que “la inflamación local a corto plazo, como cuando alguien se corta un dedo accidentalmente, puede ser útil”, la publicación asegura que “tener una inflamación a largo plazo ligeramente elevada se asocia con mala salud”. Los investigadores sugirieron entonces que la soledad y el aislamiento social están relacionados con esta elevada inflamación a largo plazo. “Nuestro análisis reveló que las personas que están más aisladas socialmente tienen niveles más altos de dos químicos inflamatorios: proteína C reactiva y fibrinógeno. La proteína C reactiva se usa comúnmente como indicador de inflamación y los niveles altos se asocian con mala salud, en tanto el fibrinógeno aumenta la coagulación de la sangre y es más alto cuando las personas tienen una lesión o trauma -remarcó el artículo-. Cuando las personas tienen niveles aumentados a largo plazo de estos marcadores inflamatorios, puede conducir a un mayor riesgo de deterioro de la salud con el tiempo”.
“El aislamiento nos expone a situaciones en que somos sometidos a demandas o desafíos que exceden nuestra capacidad de respuesta habitual llevando al desarrollo de estrés. El estrés tanto físico como psicosocial al que el sujeto está expuesto lleva a la liberación de hormonas que regulan el funcionamiento del sistema inmunológico, ya sea produciendo una menor respuesta del mismo, aumentando la susceptibilidad a infecciones o el aumento de parámetros inflamatorios con aumento de procesos autoinmunes y tumorales”. Consultada por Infobae, la médica especialista en inmunología clínica Soledad Mayol (MN 138621) aseguró que “el sistema inmunológico necesita estar en contacto con patógenos por el estímulo que ellos tienen sobre las células que permite tanto la maduración inicial del mismo; como el desarrollo de mecanismos de defensa sean ‘más sofisticados’. El sistema inmunitario se adapta con el tiempo para reconocer patógenos específicos de manera más eficaz, generando una memoria inmunitaria con una respuesta mejorada o inmunidad a encuentros secundarios con ese mismo patógeno específico”.
Sobre qué podría ocurrir en un organismo que lleva tanto tiempo sin contacto con patógenos cuando vuelva a estarlo, la especialista de de Inmunogénesis consideró que “es muy difícil predecir la consecuencia a la reexposición a patógenos ya que depende de múltiples factores, como la edad por la maduración del sistema inmunológico, el estado inicial del mismo ya que cada persona cuenta con diferentes status inmunológicos y la presencia o ausencia de enfermedades concomitantes”.
Para el expresidente de la Sociedad Argentina de Inmunología Eduardo Chuluyan (MN 70167) “el problema es simplificar la respuesta inmune, que en realidad está compuesta por distintos componentes: hay células que funcionan como un ‘ejército’ y no se puede hablar de un único sistema que va a reaccionar como una única cosa”. El doctor en ciencias médicas y profesor asociado Fisiología I y II de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral, “el cuerpo tiene diferentes tipos de enemigos; el encierro produce un efecto, pero por otro lado si el encierro implica un cambio en la alimentación o aumento de peso, la obesidad está asociada con un estado proinflamatorio que afecta en uno de sus componentes al sistema inmune”.
Sin embargo, reconoció que si bien “el efecto del estrés que causa esta situación es diferente para cada persona, un organismo sometido a un estrés crónico sí se ha demostrado que tiene un impacto en su respuesta inmune y que causa una inmunosupresión global, esto es, una menor capacidad de respuesta frente a un agente agresor”.
“Es importante sumar en este punto el concepto de estrés, que es definido por el Instituto de Salud Mental de los EEUU como la forma en la que el cerebro y el cuerpo responden a una demanda, y en ese contexto dos elementos en juego son la percepción de la intensidad de esa demanda y la persistencia de la misma en el tiempo”, aportó por su parte la médica cardióloga María Cecilia López (MN 134504), quien ahondó: “Vivimos sometidos diariamente a situaciones de estrés (en el trabajo, en la pareja, etc) y en este contexto de aislamiento estas situaciones han cobrado un especial énfasis, se han hecho más intensas. Porque no sólo nos han indicado estar en casa sino que fuimos aislados de nuestros contactos, lugares de recreación, de relax, entonces estamos percibiendo de manera sostenida un estímulo que le envía un mensaje al cerebro acerca de la presencia de un peligro permanente en el exterior”.
“El sistema nervioso central se comunica con el resto de los órganos a través del sistema nervioso periférico, y a través de éste -que se divide en simpático y parasimpático- puede permitir también que el cuerpo esté en equilibrio (registra y genera ciertas acciones sin que nosotros lo notemos) -puntualizó la especialista-. Así, por ejemplo, si estamos en una situación de riesgo y necesitamos salir corriendo para defender nuestra vida el que se va a activar es el sistema simpático y se darán ciertos cambios fisiológicos como el aumento de la frecuencia cardiaca, se pueden producir algún tipo de alteraciones como arritmias, la presión arterial aumenta, todos efectos que nos preparan para salir de la zona de peligro, y todo lo contrario ocurre con el efecto parasimpático. Estos dos sistemas actúan todo el tiempo y así vivimos en perfecto equilibrio. Cuando uno de ellos está más estimulado, que es lo que pasa en situaciones de miedo permanente como la actual el sistema simpático está hiperactivado; es como que percibamos que hay un león afuera de nuestra casa que acecha de manera permanente. El cerebro tiene ese registro y quiere salir corriendo”.
“Ahora, cuando esto es sostenido en el tiempo el mensaje es amplificado y eso se hace a través del estímulo de la glándula suprarrenal a través de la que se libera una molécula que es el cortisol y que produce una serie de cambios metabólicos en el cuerpo”, agregó López, quien puntualizó que “se ha visto en trabajos que se hicieron en grupos de personas que una mayor cantidad de cortisol y adrenalina en la sangre están relacionados con la presencia de miedo, ansiedad y enojo, en tanto de manera opuesta, cuando alguien está alegre, sereno, calmo eso se correlaciona con un aumento del otro neuromediador que es la acetilcolina y está producido por el sistema parasimpático”.
Para ella, “mientras más miedo y ansiedad tenga una persona, todo eso disminuye la actividad del sistema inmunológico y su normal funcionamiento”. “Los síntomas que están relacionados con el estímulo continuo e intenso de este sistema simpático y con el aumento del cortisol y la adrenalina son, por ejemplo, la fatiga crónica, el cansancio, dolor de cabeza, dificultad para concentrarse, tensión muscular, taquicardia, hipertensión arterial, arritmias y trastornos del sueño y todos estos síntomas los estamos viendo todos los días en el consultorio porque lo que está pasando es que la población está sometida a un estrés permanente y los sistemas simpáticos de estas personas están sometidos a un estímulo constante, por lo tanto nuestros niveles de cortisol y adrenalina están absolutamente elevados; todo eso afecta al sistema inmunológico de manera directa e indirecta”, sintetizó.
– Soledad Mayol: Llevar a cabo diariamente pautas de higiene adecuadas, como el lavado de manos y el cuidado de la mucosa oral para evitar el ingreso de patógenos. Mantener una alimentación equilibrada y adecuada que nos permita el aporte de nutrientes como vitaminas y minerales, que tienen efecto a nivel inmunológico y ayuda a mantener la salud de las mucosas -incluida la intestinal- para favorecer la absorción de los mismos.
Realizar actividad física, más allá de mantener un peso adecuado, ayuda a controlar factores inflamatorios como la glucosa elevada y el colesterol alto que también influyen al sistema inmunológico
Cumplir con un descanso nocturno adecuado a fin de mantener el ciclo hormonal que module correctamente al sistema inmunológico.
Realizar un correcto manejo del estrés, lo cual requiere encontrar una forma que funcione para cada uno: puede ir desde ayuda psicológica hasta realizar un pasatiempo que nos genere placer.
Evitar la exposición a personas con enfermedades infecciosas y aplicarse las vacunas recomendadas según las normas vigentes teniendo en cuenta edad y enfermedades asociadas para estar preparado inmunológicamente frente a una exposición futura.
– María Cecilia López: Por un lado tenemos, que darle una serie de elementos que necesita para poder actuar de manera normal, y eso tiene que ver con la alimentación, con darle ciertos nutrientes que van a hacer que la actividad del sistema inmune funcione correctamente. La vitamina D, C y el zinc son cofactores fundamentales para el sistema inmune, y por otro lado también podemos reforzarlo desde el contrabalanceo de este sistema simpático-parasimpático, es decir, tratar de que baje esta hiperestimulación del simpático para que sea el otro el que esté más pleno. Esto puede lograrse, por ejemplo, cambiando la percepción de lo que está pasando a nuestro alrededor, y en vez de percibir el afuera como un contexto hostil, para el que nuestros mecanismos van a ser la huida, la agresión y el bloqueo percibirlo como una tierra incierta, en la que la sensación de incertidumbre, en cambio, nos abrirá posibilidades para reinventarnos y pensar qué podemos hacer en esta situación.
Yo invito a mis pacientes a que hagan una pausa, que se conecten con lo más simple, con un paisaje, con las plantas, que busquen en internet y miren un video de una playa, que les permita trasladarse mentalmente a ese lugar, y en ese traslado le estamos cambiando el mensaje a nuestro cerebro y le damos una percepción diferente de las cosas. Porque al cambiarle el registro, estoy cambiando los mediadores internos que se liberan; conectar con algo que nos guste hacer, tener una charla telefónica con un amigo, son pequeños momentos que cambian absolutamente el mensaje que recibe el cerebro, lo que se traduce en un cambio en la cascada de mediadores y por ende, el funcionamiento del sistema inmune naturalmente empezará a retomar fuerza.