Son las vacaciones de invierno del 2018. Ignacio Santalla y Leonardo Polti llegan a Estados Unidos con su hijo Juan Pablo. Tiene tres años, nació el 4 de junio de 2015 del vientre de una amiga de la pareja y fruto del material genético de uno de ellos y una donante anónima; está emocionado: va ir a Disney con sus papás. Los tres llegan a migraciones y una oficial pregunta qué son del niño esa pareja de varones. Leonardo, que salió del clóset entrados ya sus veinte años, que tuvo un padre que falleció sin saber que era gay, que se juró nunca mentir, dijo lo que era.
—Somos los papás.
La oficial se pone nerviosa, mira papeles. Leonardo no aparece en ningún lado. Lo único que tiene para presentar es un permiso de circulación; legalmente Juan Pablo es hijo de Ignacio y de una tal Cintia (su queridísima amiga) que no está ahí con ellos. Comienzan las preguntas y Leo explica.
—Nosotros somos la primera pareja gay en tener un hijo por subrogación en Argentina. Nos podés googlear, salimos en todos lados, hay mil notas sobre eso, te las muestro si querés. Pasa que la justicia tiene que dejarnos modificar el acta de nacimiento y todavía no pasó—dice casi con lágrimas de la impotencia.
—¿En serio son la primera pareja? Los felicito.
Los papis firman y pasan. Lo que todavía no pasó es lo de la justicia: una fiscal que nunca los conoció, ni entrevistó ni vio a Juan Pablo decidió apelar un primer fallo a favor de la pareja justificándose con que la ley dice que “madre cierta es” la que pare. Casación dijo lo mismo. En la Corte Suprema de Justicia de Nación, el Procurador general les dió la razón a ellos y tienen el visto bueno del Defensor de Menores, pero desde el 2021 esperan que los jueces se expidan sobre el recurso de queja que presentaron. Siguen esperando. En dos meses Juampi cumple 8 años y tiene que renovar el documento de identidad. Su papá no va a aparecer en ninguna documentación.
Marisa Herrera es abogada, docente, investigadora del CONICET y formó parte de la comisión que redactó el nuevo Código Civil y Comercial que rige en Argentina desde el 2015. Cuenta que todo lo relacionado a la regulación de gestación por sustitución fue descartado en el debate del Congreso. Que entre las propuestas se incluía la agilización de los trámites de inscripción y el cuidado a las personas gestantes —que hayan gestado con anterioridad para saber qué van a experimentar, que no puedan hacerlo más de dos veces para terceros, que Argentina no se convierta, como algunas páginas de internet lo sugieren, en un paraíso surrogacy-friendly con catálogo de gestantes y subasta de vientres al mejor postor. Marisa habla rápido y con muchísima información—. Cita artículos de memoria y sabe de estadísticas pero también los nombres de los involucrados en los casos. Dice que la ley debe servir para solucionar los problemas a la gente, no para otra cosa. Habla de la situación actual de la subrogación.
«En CABA, a raíz de un caso, se inscriben a los chicos provisoriamente. Es decir, crean una figura que no existe ¿Qué es tener un hijo inscripto provisoriamente? Trajo consigo un problema jurídico muy grande, donde la gente viene acá a tenerlos porque es “fácil” pero la pregunta es: ¿Cuándo se vuelve definitiva esa inscripción? ¿Por qué los chicos nacidos acá tienen otra legislación? Parte de una idea que está mal porque la filiación de los chicos tiene que ser de interés nacional, que esté en el Código Civil y Comercial, no algo que haga un registro de una provincia. Hay que seguir debatiendo una Ley que salga del congreso donde se regule a nivel nacional.
Ignacio y Leonardo ni siquiera tienen esa figura provisoria: si la CSJN no se expide a favor de ellos su única opción es la adopción integrativa. “Eso es cuando te incorporás a una familia, no cuando la pensás desde el primer momento, la soñas, la formás, la crías”, dice Leonardo.
Estos embrollos judiciales no sólo afectan a los padres que subrogan sino también a las personas que gestan, que en Argentina la mayoría de los casos son amigas cercanas, hermanas, madres de la pareja o persona que no pueda hacerlo. Implica forzar al gestante a asumir la maternidad y la consiguiente responsabilidad parental, pese a que no hizo aporte genético alguno y a que carece de la voluntad de ser madre, vulnerando su autonomía personal.
Cintia vivió el embarazo entre Mendoza y Buenos Aires. Viajaba por la mañana a la Capital y volvía a su provincia por la noche. La apodaban La Nannis, por la ex modelo argentina que viajaba igual. Todos los análisis los hacía en Halitus, un centro especializado en fertilización asistida, siempre acompañada de los papás del bebé que llevó consigo hasta un día con sol en géminis del año 2015. Días antes llegó a Aeroparque con David, su marido y el padre de sus tres hijas —en ese momento de 2, 4 y 7 años—. Ignacio y Leonardo esperaban el arribo: tenían pocos días hasta la cesárea programada. Fueron al Parque de la Costa con las nenas de Cintia, y la dejaron descansando con cuidados y mucho agradecimiento.
Cintia, tan amiga de la pareja, les dio la posibilidad de ser padres, se hizo mil estudios médicos y viajó dos veces por mes. Además fue a una psicóloga a pedido de ellos y confirmó y re confirmó que lo hacía porque los amaba y los quería ayudar. Al tercer intento quedó embarazada y les aviso con la foto de un test a pesar de que le desaconsejaron hacerse uno. No pudo evitarlo: estaba igual de ansiosa que ellos.
Diez días después llegó Juampi. Ignacio y Leonardo estaban preocupados de que la situación exceda a la institución donde Cintia dio a luz, un sanatorio de renombre en apariencia conservador. Sin embargo, los dejaron a los dos presenciar el parto y colaborar con el nacimiento. Los tres días de internación que siguieron Cintia y su familia eran la prioridad de los nuevos papás. “Para nosotros no fue sólo ella, fueron los cinco los que nos dieron a nuestro hijo”, dice Leonardo.
Al día siguiente del alta Cintia quiso volverse a Mendoza.
—No se enojen, pero me quiero ir. Necesito volver a mi casa.
La familia de Cintia se fue. La familia de Juampi se quedó.
«En Argentina la mayoría de las personas gestantes tienen vínculos cercanos a los futuros padres. Para uno mismo, saber quién te lleva a tu hijo es una tranquilidad enorme. Además, ninguna de las personas que son gestantes en el mundo son completamente pobres porque tenés que tener como mínimo, una alimentación ejemplar. Cuando hablamos de subrogación y regulación no todo es blanco y negro. ¿Quién pone la moral de lo que está bien o está mal?» dice Marisa Herrera.
También explica que el marco legal es el de una no prohibición y que eso implica que no está nada regulado. Que no se lo mencione en ninguna parte (ni siquiera en el nuevo Código) y que la maternidad está atribuida a quien pare (mujer cis o varón trans). Sin embargo, unos 80 casos pudieron acceder a la rectificación del acta de nacimiento y a la filiación completa. El primero fue en 2013, de una pareja hetero, antes incluso que naciera Juan Pablo.
«No es discriminación propiamente dicha porque si fuera una pareja de varones gay donde uno puede parir (varón trans) automáticamente el otro tendría la filiación por el vínculo. Pero esto no es casualidad. Los únicos cuatro casos que esperan a la Corte son de parejas de varones. No sucedió lo mismo con las parejas heterosexuales«, dice Herrera.
Marisa tiene las mismas preguntas que Leo: ¿Qué pasa si a alguno de los dos le pasara algo? ¿Qué pasaría con Juampi? ¿Por qué la corte tarda tanto?
—¿Cómo no va a ser importante? En un país donde la identidad tiene tanto peso tenemos una Corte integrada por cuatro varones que de género no saben nada, no tienen ni dimensión de lo que le pasa a la gente, en un sistema cuasi-vitalicio con tantos privilegios y con una trayectoria en corporaciones—dice Marisa con el tono de quien se enoja porque sabe—. ¿Cómo formás un vínculo con una persona con la que jurídicamente no tenés nada que ver? Si a uno de ellos le pasa algo el otro no significa nada para la Justicia. ¿Cuál es el valor psicológico y simbólico en una pareja donde uno tiene todo jurídicamente y el otro nada? Es un aspecto psicosocial importantísimo, es el miedo constante. Los silencios jurídicos también marcan mucho la vida de la gente, no es algo menor.
Leonardo e Ignacio se conocen desde el 2005. Se vieron por primera vez en un boliche y nunca más se separaron. A los tres meses Leonardo asistió a la entrega de diplomas de Ignacio y conoció a la familia. Lo aceptaron inmediatamente. A los cinco meses vivían juntos y poco después pensaron en adoptar. Era difícil, largo y tedioso. Se inscribieron y nunca los llamaron ni para una entrevista. Pensaron en adopción internacional y era muy caro. Pensaron en alquiler de vientres y era todas las anteriores. Pensaron mucho en su futuro hijo, lo soñaron.
Hoy Juan Pablo tiene 8 años y “es un dulce de leche”.
—¿Cómo nací yo?— dijo en un restorán tomando a la pareja por sorpresa.
—Nosotros queríamos tenerte pero no te podíamos llevar nosotros, así que pedimos ayuda a una pancita y así naciste.
Antes había preguntado si venía de un huevo, como los dinosaurios que tanto le gustaban. Después preguntó si vino de su abuela. Si vino de una tía. Ellos seguían las recomendaciones y no contestaron lo que no preguntaba. Hasta que preguntó.
—Entonces ¿De quién vengo?
—De Cintia.
—Ahhh!
A ella la conocía; una vez por año viajan a Mendoza como siempre lo hicieron a visitar a sus amigos. Hace poco estuvieron para el cumple de 15 de una de las nenas. La pareja habla por videollamada y Juampi pasa por atrás sin dar mucha bolilla. Es una amiga de papá y papá, de la que vino, no mucho más.
Leonardo tiene el pelo largo y canoso y abre los ojos grandes al hablar. Tiene esta llamada desde el cuarto de su hijo, un cuarto lleno de dinosaurios y pokémons en una casa en Escobar donde viven desde la cuarentena. Un día Juampi les dijo “quiero amanecer con verde y dormirme con verde, no con gris como allá” y sin dudarlo se fueron de la ciudad.
Cuenta que siempre fueron los primeros en todos lados pero que nunca tuvieron problemas: la primera pareja de varones que subrogaba en Halitus, la primera en el hospital, los primeros papás gays en el maternal, en el preescolar o en el colegio de su hijo.
Juampi se integra bárbaro con la virtualidad o con el aula. Es aplicado, tiene buenas notas y se porta bien. Le gusta estar con su familia, en reuniones y cumpleaños donde llegan a ser casi 60 entre los Polti y los Santalla. En un rato sus papás salen a cenar y él se queda con la abuela, la mamá de Leo, que cuando salió del clóset le dijo que lo amaba y lo aceptaba pero que lamentaba que nunca iba a poder tener una familia, que iba a estar sólo. Juampi también hace básquet y fútbol y dice su papá que el mundial lo fanátizó.
—Ama al Dibu Martinez ¿Es el arquero, no? Yo de fútbol entiendo muy poco, pero sé que es su ídolo. Nosotros éramos supuestamente de River y ahora somos de boca por Juan Pablo. A él lo hicieron de boca los tíos y el primo ¿Viste? Eso como que se hereda