El aislamiento social preventivo y obligatorio, más conocido como “cuarentena” nos obliga a confrontarnos con nuestras debilidades y nos fuerza a poner en juego todos nuestros recursos para salir adelante.
Las parejas, mejor o peor constituidas, se han visto desafiadas al extremo en estos dos últimos meses.
Los terapeutas que trabajamos en el área asistencial pudimos ver cómo las consultas vinculantes aumentaron de manera exponencial en estas últimas semanas. Remarco en las últimas semanas porque este panorama no ha sido igual durante todo el periodo de aislamiento. Para Ti hizo nota sobre el aumento del 30% de casos de divorcio durante la cuarentena.
Durante los primeros días hubo muy pocas consultas psicoterapéuticas nuevas y las que surgían eran casi todas individuales.
Conforme fueron transcurriendo los días y se fue disipando el pánico y la visión apocalíptica de la pandemia, comenzaron a aparecer cuestiones más “humanas”, ansiedades, miedos, incertidumbre, tristeza y angustia.
Muchas veces estos sentimientos se canalizan en la vida de la pareja, haciendo una actividad juntos, escuchando al otro, proyectando, dando aliento, etc. Lamentablemente no todas las parejas pueden sostenerse de la misma manera.
Las parejas más independientes emocionalmente pueden sobrellevar mejor los efectos angustiosos de la cuarentena, parejas que soportan su propio sufrimiento sin proyectarlo al otro.
En este tipo de pareja se ocupan de manera alternativa, los lugares de sostén y apuntalamiento. Es decir, no hay uno que siempre sostiene y otro que es sostenido, sino que estos roles son dinámicos y ambos pueden ejercerlos. Estas parejas sin dudas soportan mejor los avatares de las crisis.
Por otro lado, tenemos las parejas “especulares” que funcionan al estilo del famoso bolero “a mí me pasa lo mismo que a usted”, estas parejas son más disfuncionales a la hora de afrontar una crisis, son parejas que terminan colapsando porque no hay lugar para el sufrimiento del otro, siempre está primero el sufrimiento propio. En este tipo de parejas se escucha el mismo discurso en ambos miembros, es decir, ambos sienten y reclaman lo mismo, en el otro no encuentran una pareja, sino un reflejo de sí mismos.
La cuarentena fue poniendo de manifiesto lenta y paulatinamente todas estas cuestiones. Al principio, el instinto de supervivencia domino la escena. Todos teníamos miedo de salir a la calle y ser atacados por ese enemigo silencioso y bastante desconocido que no sabíamos dónde se escondía. En las situaciones límites tendemos a reforzar los mecanismos primarios de defensa y uno de ellos es refugiarnos en lo viejo y conocido: nuestra casa, nuestra familia y nuestra pareja. Aún aquellas parejas que ya venían en crisis, parecían haber entrado en una especie de “luna de miel” en la cual todos los conflictos habían desaparecido y se respiraba una atmósfera de mucha paz y refugio seguro.
A medida que fue pasando el tiempo, los miedos, la incertidumbre y la proximidad de la salida fueron sacando a la luz los viejos conflictos.
La cuarentena pone en jaque a las parejas porque las confronta con sus debilidades y conflictos de siempre.
Para que una pareja pueda funcionar más y mejor y pueda atravesar esta u otras crisis, es fundamental que los roles dentro sean dinámicos y flexibles.
Mantener un diálogo basado en la escucha, no dar por sentado lo que al otro le pasa, tratar de diferenciarnos en nuestros sufrimientos y necesidades, forman parte de una madurez de la pareja que todos necesitamos para atravesar los momentos de crisis.