La subrogación de vientre volvió a estar en agenda después de que muchos famosos eligieran esta opción para formar una familia. Sobre el procedimiento se habló mucho: desde su costo elevado si se realiza en el exterior hasta los requisitos legales que hay que cumplir. También se alimentaron muchos prejuicios, en especial sobre los que priorizan esta alternativa. Sin embargo, hay personas que se decidieron por este camino y no solo lo transitaron de manera natural, sino que vencieron muchas barreras culturales todavía impuestas en la sociedad. Ese fue el caso de la periodista y escritora Marisa Brel, que tuvo a su segundo hijo Timoteo, de seis años, gracias a esta técnica en los Estados Unidos. Tras el parto, construyó un vínculo muy fuerte con la mujer que llevó adelante el embarazo. El hilo conductor con el que comenzó esta historia se mantiene intacto: el amor desinteresado por sobre todas las cosas.
El camino para convertirse en madre no fue fácil ni rápido. A los 29 años, Marisa tuvo un embarazo ectópico que casi le cuesta la vida. «A partir de ahí, me diagnosticaron infertilidad«, recuerda en una entrevista a TN.com.ar.
Aunque todavía no era un tema muy popular y había un gran tabú, la periodista se animó a intentar con tratamientos de fertilización asistida. «Me puse en manos del médico Sergio Pasqualini. Fue un proceso muy largo. Muchos años de tratamientos. Recién en el sexto, en 2002, llegó Paloma«, explica.
Marisa reconoce que es muy duro para una pareja atravesar este trayecto y que al menos el 50% suele separarse antes de tener un resultado positivo. «Mi relación con mi marido se fortaleció. La contención es fundamental. Es un sueño compartido y a nosotros nos unió mucho. Mi hija trajo una luz a nuestras vidas», indica con respecto a su matrimonio con el director y maestro de teatro Carlos Evaristo.
Su acercamiento a este «nuevo universo», como ella misma lo describe, la volvió una referente en el tema. Fue así que en 2010 publicó su libro “Voy a ser madre… a pesar de todo», donde relató toda su experiencia para lograr quedar embarazada. También fue una de las impulsoras de la Ley de Fertilización Asistida.
La historia para la familia de Marisa todavía tenía un capítulo por escribirse. Cuando Paloma le pidió un hermano, la periodista -que ya conocía los detalles de los tratamientos- pensó que sería sencillo volver a intentarlo. Pero otra vez los diagnósticos médicos no le dieron buenas noticias: durante una década, las fertilizaciones in vitro fallaron. «A la décima prueba, mi médico me dijo que mi útero no daba más. Ya tenía un combo de infertilidad», subraya a Somos Familia.
Sin embargo, pensó en recurrir a otros métodos. Primero intentó adoptar en la Argentina, pero le adelantaron que iba a tener que esperar 10 años. «Yo tenía 40 y no sabía que iba a pasar en ese tiempo», recalca. En simultáneo, llegó hasta una fundación de Haití y comenzó los trámites judiciales para poder avanzar por esta vía. Todo parecía marchar bien, hasta que un giro inesperado volvió a cambiar sus planes.
«Yo viajé a Miami a presentar mi libro. Ahí se me acercó el médico Fernando Akerman (experto en subrogación de vientres), que me dio su tarjeta porque conocía mi historia. Cuando volví a Buenos Aires, me enteré de que la fundación de Haití no tenía los papeles en regla y no me iban a poder entregar al bebé. Estaba desesperada, llorando, hasta que me acordé de él y lo llamé», cuenta.
Fue así como Marisa entendió que ese doctor la podía ayudar. «Siempre soñé con algo milagroso porque mi útero no funcionaba», detalla sobre su motivación para dar el sí e iniciar este procedimiento en los Estados Unidos, donde en varios estados es legal.
La escritora aclara que esto no se trata de un «comercio» o algo que puede hacer cualquiera. En primer lugar, ella tuvo que someterse a una seguidilla de estudios físicos y psicológicos para que la aceptaran. «Mi médico tuvo que enviar cartas demostrando que yo no podía quedar embarazada, tuve sesiones con psiquiatras especializados», enumera. Esta misma rutina también aplica a la carrier, la mujer que gesta al hijo.
A fines de 2010, Marisa y su marido comenzaron a buscar a una postulante junto con la agencia Open Arms. En menos de un mes, la empresa les ofreció a dos candidatas y les enviaron las fichas médicas de cada una.
La periodista llamó por teléfono a Joy, una de las interesada que vive en Melbourne, Florida, y sintió desde el inicio una conexión especial. «La llamada fue muy importante. Cuando una mujer decide prestar su vientre lo hace por una misión. El dinero no le cambia la vida. Ella me explicó que lo hacía porque quería ayudar a una pareja a tener un hijo. Sin pensarlo mucho le dije ‘¿Vos estás segura de que me lo vas a dar cuando nazca?’. Entre risas, me respondió que si quisiera tener uno propio lo haría con su marido, pero ya tiene dos», recuerda emocionada sobre ese primer contacto.
Esa conversación implicó un antes y un después. Marisa estaba convencida de que Joy era la indicada. Además, sostiene que se eligieron las dos y que ese vínculo se fortaleció durante y después del embarazo. A tal punto que la escritora se tatuó su nombre en la muñeca, ya que la considera la mujer más importante de su vida después de su hija.
A pesar de sentir que esta vez sería distinto, el primer intento no fue exitoso. Los resultados de los cuatro embriones que le colocaron a Joy fueron negativos. «Fue durísimo. Pensé que tal vez mis óvulos ya no servían. Así que empecé a tomar una vitamina natural para fortalecerlos», detalla a TN.com.ar. La segunda vez que probaron, el escenario finalmente fue el que esperaban: Timoteo estaba en camino.
El vínculo con la carrier es opcional. En el caso de Marisa, ella decidió construir una relación muy cercana tanto con Joy como son su familia. Durante el embarazo, viajó seis veces a Florida para estar cerca del bebé. Hasta se hospedó en la casa de la madre gestante, en la ciudad de Melbourne. «Transitamos el proceso juntas», recalca.
Tanto su hija Paloma como los dos hijos de Joy, Brianne y Jackson, se tomaron con mucha naturalidad el procedimiento. Los tres también forjaron una relación estrecha por la poca diferencia de edad entre ellos.
El día del nacimiento, estuvieron todos juntos. «Después nos fuimos a festejar muy unidos. Joy hizo un acto de mayor amor y generosidad del cual todos hemos aprendido«, sostiene Marisa.
Casi siete años más tarde, ambas familias no solo siguen en contacto sino que hasta varias veces se fueron de vacaciones juntos. «Para Timoteo, Joy es su segunda mamá«, reconoce la periodista, que escribió su segundo libro «Un hijo, un sueño» para registrar el paso a paso de esta aventura.
Marisa tenía en claro que ella quería ser madre más allá de todo. «A mí no me importaba el envase. Aunque fue duro y movilizante, el proceso fue hermoso. Timoteo es la segunda luz de mi vida y yo le agradezco todos los días a Joy por eso«, concluye.
Por Virginia Robetto