Atravesamos un vertiginoso momento de cambios. Hace tiempo que la inteligencia artificial (IA) abandonó el espectro de la ciencia ficción. El desarrollo de esta tecnología digital, que llegó para quedarse, también impactó en la medicina. Y el ámbito de la salud reproductiva y fertilidad es uno de los que empieza a incorporar nuevas herramientas.
La IA permite establecer relaciones entre una gran cantidad de datos biomédicos gracias al empleo de algoritmos complejos. Esto posibilita mejorar la precisión de pautas médicas, incrementar el conocimiento en ciertas áreas, reducir errores diagnósticos y realizar predicciones en tiempo real.
Así, en medicina reproductiva, y puntualmente el campo de la fertilidad, adquiere cada vez mayor protagonismo, tanto en el ámbito clínico como en el laboratorio para tratamientos de alta complejidad.
¿Cómo puede ayudar la IA a la reproducción asistida? En algunos centros como In Vitro Buenos Aires, Halitus y Cegyr ya se está implementando para ayudar a decidir sobre cuáles son los protocolos de trabajo más adecuados (por ejemplo, los referidos a estimulación ovárica controlada), ofrecer diagnósticos más fiables basados en el análisis de un gran volumen de datos (Big Data) o para mejorar los criterios de selección embrionaria para incrementar la probabilidad de implantación y de gestación evolutiva.
Agustín Pasqualini es director médico de Halitus y vicepresidente de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (SAMeR). En diálogo con Clarín, explica: “Mediante la obtención de una imagen de cada uno de los óvulos, la IA nos permite analizarlos morfológicamente y clasificarlos según su calidad. Para esto, se utilizan distintos algoritmos que nos ayudan a decidir la morfología del ovocito”.
¿Por qué es novedoso e importante? “Porque no solo nos ayuda en el proceso (evalúa muchos datos a la vez) sino que también analiza aspectos que no se ven al ojo humano, incluso bajo el microscopio”, define Pasqualini.
“Desde hace 5 meses, incorporamos la tecnología de IA en el campo de la reproducción asistida. Se puede realizar sobre cualquier mujer que va a someterse a una congelación de óvulos o a un tratamiento de fertilización in vitro”, señala Marisa Geller, ginecóloga especialista en medicina reproductiva y directora médica de In vitro Buenos Aires.
Y se explaya: “Fotografiamos los óvulos al momento de extraerlos y mediante un software que usa inteligencia artificial se determina qué posibilidades tienen de llegar a convertirse en un blastocisto (embrión de quinto día, el último estadío que puede estar fuera del útero antes de ser transferido) y en un recién nacido en casa. No presenta efectos adversos ni resulta invasivo. La técnica tiene aproximadamente un 80% de correlación y cuesta alrededor de 300 dólares”.
“La mujer congela sus óvulos para detener el paso del tiempo. De esta manera, al momento de descongelarlos mantienen la edad biológica que tenían al momento del congelamiento. El útero no envejece por lo cual el embrión puede ser transferido sin problema. Sin embargo, no transferimos embriones más allá de los 50 años. Es nuestro límite”, puntualiza Geller.
Por su parte, Silvia Ciarmaroti, jefa de la sección Medicina Reproductiva del Hospital Italiano de San Justo, señala: “Estamos desarrollando un protocolo para la selección embrionaria en laboratorio mediante la estrategia de IA. Por ahora, los programas no superan la selección que hace el embriólogo, pero puede resultar complementaria y contribuir a la mejor selección embrionaria al momento de hacer la transferencia”.
También se espera que la IA ayude en los momentos previos a los tratamientos, tanto en la evaluación de la pareja infértil como en la decisión de qué medicación es conveniente emplear para la estimulación ovárica.
“Cuando realizamos un tratamiento de fertilidad, estimulamos a la mujer para obtener óvulos mediante una punción folicular. Ese mismo día, el hombre deja la muestra de semen para utilizar los espermatozoides. Una vez que tenemos el óvulo y los espermatozoides en el laboratorio, hacemos la inyección intracitoplasmática de un espermatozoide (ICSI). Después, los embriones permanecen en la incubadora durante cinco días”, ilustra Pasqualini.
Hoy, existen unas incubadoras, denominadas Time Lapse, que tienen cámaras de video y filman el desarrollo embrionario. “Esto permite observar eventos que ocurren en el embrión. Además, tienen un software programado para mirar distintos eventos a nivel de división embrionaria y mediante inteligencia artificial nos puede decir cuál es el embrión con mejor potencial de implantación que otro”, distingue el especialista.
Otro de los beneficios que ofrecen estos softwares es que, a diferencia de una actividad manual, no se cansan y hacen siempre aquello para lo que están entrenados, sin importar cuántas veces lo hayan hecho previamente.
“El problema es que hoy hay más de 200 software de algoritmos y todavía falta validación clínica de cuál es el que realmente funciona. Por eso, siempre hay que analizar esta tecnología y aplicarla en cada laboratorio para evaluar los resultados”, advierte Pasqualini.
AS