Infertilidad: el duro testimonio de una bahiense que abre el debate sobre Gestación Solidaria
Andrea ya pasó por 4 fertilizaciones in vitro de alta complejidad y 5 estimulaciones para llegar a una transferencia embrionaria con resultados negativos.
Andrea tiene poco más de 40 años. El informe periodístico publicado en La Nueva hace un par de domingos atrás la movilizó.
La nota tuvo como título “¿Por qué cada año hay menos nacimientos en Bahía (y en el mundo)?” y, tras leerla, decidió contar su estremecedora historia.
“Quizás le sirva a otras personas”, dijo tímidamente.
Tras pedir en varias oportunidades que no se brinde su identidad públicamente, contó que hace 9 años que busca, ya casi desesperadamente, un embarazo que no llega.
“En lo personal, postergué mi maternidad por una enfermedad crónica y también por elección, ya que en ese momento necesitaba “mejorar mi calidad de vida”. A los 32 años opté por una medicación biológica, sabiendo que mientras la usara no podía embarazarme”.
En el 2013 decidió suspenderla con la idea de buscar un hijo, pensando que se produciría en el corto plazo.
“Acababa con la ilusión rota cada 28 días”, cuenta.
Andrea ya pasó por 4 fertilizaciones in vitro de alta complejidad y 5 estimulaciones para llegar a una transferencia embrionaria con resultados negativos.
“En el medio tuve 2 embarazos espontáneos, los cuales perdí”, señala.
Cuenta que ya había vivido una situación de infertilidad con un familiar cercano, pero que nunca se imaginó que transitar la problemática en carne propia sería tan duro.
“Había visto el desgaste emocional que este proceso lleva, pero es totalmente diferente cuando le toca a uno”.
Hoy dice sentirse muy triste por no lograr el, ahora sí, deseado embarazo.
“Siento impotencia por no poder hacer nada que pueda mejorar mi endometrio y también culpable por negarle la posibilidad de ser padre a mi pareja, que me acompaña fuertemente en este proceso”.
Es conciente que es una herida que sangrará cada cierto tiempo. Pero lo sufre en silencio a cada momento.
“Trato de aislarme, no me siento cómoda en cumpleaños de niños/as, en reuniones donde hablan de los hijos delante de mí. Algunas veces voy por la calle y me detengo a ver una vidriera de ropa de bebés, o escucho en la plaza el nombre que había deseado para mi bebé, o en la sala de espera del ginecólogo donde me encuentro con mujeres embarazadas”.
“Muchos de los que me rodean en mi círculo más cercano desconocen esta situación; pero es una elección: prefiero vivirlo en silencio”.
Su sensación actual de impotencia surge, según dice, porque cree no haber hecho lo suficiente. Y hoy tener muchas menos probabilidades de solucionarlo.
“Aún así lo sigo intentando. Me trato en la Red de Medicina Reproductiva y Molecular, que tiene sede en Buenos Aires, pero es duro no obtener los resultados que uno espera”.
Andrea cree que hay una solución a este problema que no sólo la aqueja a ella, sino a muchísimas mujeres más en nuestro país.
“La subrogación o alquiler de vientre, cosa que en nuestro país es nuevo y muchos no saben de qué se trata, es una opción viable en este tipo de casos”.
La subrogación es la técnica de reproducción asistida en la cual una mujer presta el vientre a otra persona de manera voluntaria para llevar un bebé de otra pareja. Hoy es legal en Argentina.
“Parece muy fácil, pero los que estamos en este trayecto nos encontramos con una dificultad: las clínicas de fertilidad no tienen listado de subrogantes y uno debe llevarlos. ¿Pero dónde salís a buscarlo? Eso es lo difícil”, analiza.
En otros países las mujeres los realizan como un trabajo más.
“Pero nuestra sociedad no sé si está preparada mentalmente para esto sin querer pedir más de lo que se puede”.
Su objetivo, al brindar este testimonio, es saber qué les pasa al resto de las personas, si alguien vive lo mismo que ella y si en la zona hay personas interesadas en subrogar un vientre.
“Esto es algo que a mí me seguirá doliendo, pero aprenderé a vivir con el dolor a mi manera”, cierra.
¿Qué es la infertilidad?
La especie humana tiene tasas de reproducción muy bajas en relación con otras especies, que rondan el 25 % mensual en condiciones naturales, algo que, generalmente, los pacientes desconocen. Si a este porcentaje de por sí bajo, se le suman factores ambientales, exposición a tóxicos y, por supuesto, la edad, la tasa de reproducción desciende aún más, algo que resulta notorio en parejas que piden ayuda, quizá tardíamente, a la hora de cumplir el sueño de tener un bebé.
La infertilidad es la dificultad para lograr o mantener un embarazo. Los problemas de fertilidad pueden ocurrirle a las personas de todos los géneros y pueden tener muchas causas.
No es únicamente “un problema de mujeres” o algo relacionado con la edad. Hay muchas cosas que pueden causar infertilidad y puede afectar a personas de cualquier sexo y edad. Cuando una pareja no logra quedar en embarazo, las dos personas tienen los mismos chances de ser la causa. Por eso, cuando una pareja tiene problemas para quedar en embarazo, usualmente se les hacen pruebas de infertilidad a ambos.
En la Argentina existe la Ley de Reproducción Asistida N° 26.862 de “acceso integral a los procedimientos y técnicas médico-asistenciales de reproducción médicamente asistida”. Si bien se ocupa de la cobertura de los tratamientos, no hay una disposición que regule sus prácticas.
La ley de cobertura de tratamientos de fertilidad representó una bisagra en cuanto a la posibilidad de lograr la maternidad y paternidad, ya que establece que tanto el sistema de salud público como las obras sociales o empresas de medicina prepaga deben garantizar la totalidad del tratamiento a aquellas personas que no pueden lograr un embarazo de forma natural.
Según el decreto 956/2013, cada persona puede acceder a un máximo de cuatro tratamientos de baja complejidad -como la inseminación artificial- y hasta tres de alta complejidad, como la fertilización in vitro (FIV). Además, la resolución contempla que pueden realizarse hasta tres transferencias de embriones (en fresco o criopreservados), con intervalos mínimos de tres meses entre cada uno de ellos.
¿Qué es la subrogación de vientre?
Lo que popularmente se conoce como alquiler o subrogación de vientre, en el ámbito de la medicina se define como “gestación por sustitución”.
Se trata de una técnica de reproducción asistida que permite que un ser gestante lleva adelante el embarazo de otra persona -una pareja o alguien que desea conformar una familia monoparental- y que, por diferentes razones, necesitan apelar a este procedimiento para poder tener un bebé.
Cristiano Ronaldo, Ricky Martin, Nicole Kidman, Robert De Niro, Sarah Jessica Parker, Miguel Bosé, Kim Kardashian, Marley y Luciana Salazar, entre muchísimas figuras reconocidas, han recurrido en algún momento a esta técnica.
“Si bien no hay estadísticas sobre cuántos casos ocurren en el país, en la Argentina existe un marco jurídico especial y un debate de posiciones encontradas que se resume en la Ley 26.862 de Reproducción Asistida. En ella se fundamenta que “el acceso a las Técnicas de Reproducción Humana Asistida (TRHA) será admitido de un modo amplio e igualitario, sin discriminación alguna para garantizar, consecuentemente, el derecho esencial a fundar una familia”, señaló la doctora Marisa Geller, especialista en ginecología, obstetricia y medicina reproductiva.
En los Estados Unidos, por caso, más de la mitad de estos tratamientos corresponde a extranjeros que no pueden resolver el tema en su propio país, con todo lo que ello conlleva.
“En la Argentina el escenario para la gestación por sustitución debe enmarcarse en una serie de condiciones que garanticen el bienestar de todas las partes implicadas, además de un resultado seguro y confiable. El mismo se plasma en el niño nacido y en el consentimiento homologado por la autoridad judicial que establezca que forma parte de una nueva familia”, señaló Geller.
Para ello es necesario acreditar una serie de condiciones como: que la persona gestante tenga buena salud física y psíquica; que no haya aportado sus gametos; que no se haya sometido a un proceso de gestación por sustitución más de dos veces; que -al menos- tenga un hijo propio; que el o los comitentes estén impedidos de concebir o de llevar un embarazo a término.
Las condiciones para su desarrollo buscan, precisamente, evitar el velo de operación comercial de una técnica de reproducción asistida que tiene la intención de maternar o paternar con las propias gametas, ampliar los modelos de familia y proteger los derechos de la persona gestante.
Sobre esta figura, la de quien pone su cuerpo para la gestación, también existen equivocaciones. Erróneamente se la suele llamar “madre sustituta”, cuando, en realidad, su rol no es el de sustituir ni reemplazar ningún modelo social de madre preestablecido.
“En el marco de la pluralidad familiar, la gestación por sustitución es un camino para acceder al derecho de formar una familia para ciertos grupos que estaban excluidos. ¿Cuáles? Por ejemplo, pacientes con ausencia de útero (congénita o adquirida) o con útero disfuncional, miomatosis múltiple, adherencias severas en el útero (Síndrome de Asherman), atrofia endometrial (capa interna del útero) postradioterapia, malformaciones uterinas, contraindicación de gestación por enfermedades sistémicas (Lupus, Marfan, entre otras)”, opinó la especialista.
El procedimiento se realiza a través de la transferencia de un embrión conformado con material genético (óvulos y espermatozoides). Estos deben provenir de los futuros progenitores (llamados “comitentes”) o de terceras personas donantes de gametos.
¿Cuál es el marco jurídico?
La doctora Griselda Deluca, especialista en Derecho de Familia y asesora legal de la clínica Procrearte, con sede en Buenos Aires, señaló que es muy necesario trabajar por una ley que permita regular este procedimiento, denominado Gestación Solidaria, porque es una solución muy valedera para cambiarle la vida a personas que, por alguna índole, no pueden concebir hijos.
“En Argentina no está prohibido, pero tampoco está debidamente regulado. Hay varios anteproyectos realizados, y en muchos casos, nos guiamos con esos trabajos. Es un acto de solidaridad y amor muy grande. Y nosotros, como abogados, pretendemos en plano de equidad y protegerlos desde el marco legal que a Argentina le falta”, señaló la abogada egresada en 2007 de la Universidad Católica de La Plata.
El nombre de Gestación solidaria proviene de la reglamentación de un amparo que se presentó en Capital Federal y que, a su entender, es la denominación que mejor resume la técnica que se aplica en estos casos.
“Antes se escuchaba “alquiler de vientres” o “maternidad subrogada”, que no lo son. En estos casos no hay alquiler alguno, ni la maternidad se subroga”, explicó.
Deluca reconoció que tienen muchas consultas de hombres y mujeres. A veces como parejas y a veces en forma individual, o bien en pareja con personas de su mismo sexo.
“Básicamente es para todos aquellos que no pueden llevar un embarazo adelante. A veces es por una imposibilidad anatómica y otras por cuestiones a riesgos de salud por enfermedades de base. Siempre, ante la Justicia, hay que fundamentar el motivo. Hace pocos días salió un fallo en Rosario, donde a un hombre, sin pareja, le autorizaron a realizar la Gestación Solidaria. Eso habla de la equidad que también se busca en este proceso”, amplió.
Para ser gestante se necesita tener un consentimiento previo, informado y libre.
“Informado, porque debe saber todo lo que el proceso conlleva desde lo legal y lo médico y libre porque no debe estar sujeto a coacción de ningún tipo. Eso se firma en la clínica que se realiza el procedimiento”.
Lo ideal es que el o los comitentes tengan un vínculo afectivo anterior con la gestante.
“Muchos dicen que es muy difícil conseguir una gestante solidaria, pero nunca hablaron el tema en el seno de su familia. Si lo hablaran y lo contaran, seguramente conseguiría allí las soluciones en una prima, una cuñada, una hermana o una amiga. Aquí no sucede como en Estados Unidos, donde hay agencias que proveen a las gestantes. Lo que sí no recomiendo es acudir a los grupos de redes sociales que se están formando, porque como en todos lados hay aprovechadores de este tipo de situaciones”.
Las obras sociales no están cubriendo estos tratamientos, porque no están incluidos en el PMO y tampoco están debidamente regulados por el Estado.
“Son procedimientos caros, porque además del tratamiento en sí también hay muchos recaudos legales que tomar al no estar reglamentado. Así y todo, en nuestro país salen bastante más económicos que en otras partes del mundo. E incluso hay países que está prohibido, como en España”.
Actualmente se sugiere realizar una escritura pública, que avale todo el proceso en caso de que surja algún inconveniente y que proteja a ambas partes para que todo funcione en armonía.
“Obviamente que es necesario que todo este tema sea reglamentado, sobre todo para que se pueda seguir un lineamiento ético y legal y para que todas las partes puedan estar tranquilas durante el proceso”. Capital Federal tiene una reglamentación que surgió a partir de un amparo presentado por el Defensor del Pueblo, pero no tiene alcance a nivel nacional, donde se tiene que hacer un pedido al juez para que autorice a inscribir al bebé en el Registro Civil por parte de los padres comitentes”.
–¿Y si la gestante se arrepiente?
–Siempre pensamos que eso puede pasar, pero en los casos que tratamos no se suele dar. También puede ser que los papás comitentes se arrepientan. Por eso es necesario dejar todo claro desde un principio, para que haya obligaciones y derechos a cumplir. Y antes de llegar a este proceso, hay muchísimos pasos previos, en el que intervienen médicos, especialistas en reproducción asistida, psicólogos y abogados. No es de un día para el otro y mucho menos antojadizo.
“Como negarse, la gestante puede negarse, pero se arma un esquema legal para que eso no suceda. Lo mismo sucede si el comitente se niega a recibir ese bebé una vez que nazca”.
–¿Tiene que existir relación entre la comitente y la gestante?
–Muchos plantean que no quieren conocer a la gestante, o no quieren tener relación con ella. Con nosotros, eso no va a pasar. Es conveniente que haya una relación de confianza entre ellas, más allá de los contratos que deban firmarse, porque son 9 meses de gestación, en los que pasan muchas cosas y dependen de la voluntad de las partes. Por ejemplo, las visitas a la ginecóloga, el ingreso al parto o el amamantamiento, por citar algunas cosas, que deben acordarse previamente y sólo pueden ser a través del diálogo.
En Argentina no existen listas de voluntarios en los centros de reproducción asistida.
“En ningún momento, ni siquiera en el anteproyecto de ley existente, se menciona el alquiler de viente. O sea, no se permite ni se estipula pago alguno a la gestante. Por eso hablamos de Gestación Solidaria, de un acto de amor. Pero eso no quiere decir que la gestante se tenga que hacer cargo de todos los gastos que se vayan originando”.
“Por ejemplo, si la gestante tiene que dejar de trabajar por el embarazo, los padres comitentes deben hacerse cargo de esa situación. Obviamente que debe haber una recomendación médica de embarazo de riesgo. Pueden suceder infinidad de situaciones, que quedan contempladas cuando se firma el contrato entre las partes. Queda claro que los papás que hayan requerido de este procedimiento son los que cargan con la mayoría de los gastos”.
La primera y lo que se recomienda
La primera subrogación en la Argentina se hizo en 2011 en Halitus Instituto Médico, con el especialista en fertilidad, Sergio Pasqualini (MN 39914).
El Código Civil brinda protección ya que se se incorporó la figura de la voluntad procreacional y que es la base para que el niño sea reconocido como hijo propio de una pareja, aunque el embarazo lo haya llevado adelante otra mujer.
Precisamente, Pasqualini recomienda que el congelamiento de óvulos es algo que todas las mujeres tendrían que tener en cuenta.
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