De acuerdo a un relevamiento de Clarín con distintos centros de fertilidad, los procedimientos para vitrificar o criopreservar óvulos por maternidad diferida aumentaron en los últimos años, entre un 10% y un 50% con respecto a los registros prepandémicos. En promedio, el incremento es de un 20% anual según reportes de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva ( SAMER ).
¿Qué significa congelar óvulos? Se trata de una técnica de reproducción asistida que permite preservar la fertilidad para intentar garantizar la descendencia genética propia frente a condiciones de riesgo de esterilidad. Sergio Pasqualini, médico ginecólogo especialista en la materia y director de Halitus, señala que al descongelar el óvulo vitrificado se presentan las mismas posibilidades para llevar adelante la maternidad que las que se tenían con el óvulo previo a la vitrificación.
“En nuestra clínica, observamos un aumento del 300% del 2018 a 2022 con su pico máximo en la pandemia, cuando los casos crecieron un 100% (2020/2021) y un 20% anual entre 2021 y 2022”, ilustra Fabio Sobral, director médico de Pregna Medicina Reproductiva. “Antes de la pandemia, el porcentaje en relación a los tratamientos de fertilización in vitro era del 6% y creció al 10%. En 2019 hicimos 85 y en 2022, 160”, dice Pasqualini.
“Si se compara el periodo de prepandemia (hasta 2019) con el de postpandemia (desde 2021), el número de procedimientos de criopreservación de óvulos aumentó en más del 50%. El incremento no es un efecto rebote sino una tendencia que está en crecimiento constante”, puntualiza Romina Pesce, jefa de Medicina Reproductiva en el Hospital Italiano de Buenos Aires.
En sintonía, Mariano Lavolpe, director del laboratorio de embriología en In Vitro Buenos Aires, ratifica: “El número de pacientes que está congelando óvulos representa alrededor del 30% de los procedimientos que se hacen en nuestro centro”. Y Valentina Monserrat, directora del laboratorio FIV Fertya, reconoce: “En las pacientes que realizan tratamientos de reproducción asistida, la preservación de la fertilidad representa alrededor del 15% después de la pandemia».
La criopreservación de óvulos es considerada un elemento de autonomía reproductiva y de planificación de la maternidad. El principal motivo por el cual las mujeres realizan el procedimiento es para preservar su fertilidad a futuro. Las razones de ese deseo suelen ser sociales: no contar con la pareja adecuada, priorizar el desarrollo profesional y factores socioeconómicos rankean entre las más comunes.
Hoy no, pero quizá mañana sí. “Es un sentimiento nuevo que vemos en quienes no están seguras de querer tener hijos. Otros motivos son cuestiones médicas que pueden afectar la fertilidad como el diagnóstico de enfermedades oncológicas (principalmente cáncer de mama) o crónicas”, destaca Monserrat.
Por su parte, Sobral analiza que las nuevas generaciones retrasan la búsqueda del primer embarazo. “Esto genera que comience la declinación del potencial reproductivo, a partir de los 35 años, lo cual disminuye sus chances. Al preservar óvulos, cuentan con la posibilidad de lograr un embarazo a edades más avanzadas si lo necesitaran, lo cual no les asegura el éxito de tener un hijo”, advierte.
“Hay que concientizar a las mujeres de que el reloj biológico existe y de que hay una edad ideal antes de los 35. En función de este conocimiento podrán elegir si es algo que quieren o no hacer”, insiste Laura Elberger, especialista en medicina reproductiva.
¿Qué es la reserva ovárica? Indica la cantidad de óvulos de los que dispone una mujer en un momento determinado de su vida y, por tanto, es algo que marcará el estado de su fertilidad. “Entre las principales causas de baja reserva ovárica están la edad reproductiva avanzada (mayores de 39 años), antecedentes de cirugías en ovarios, endometriosis ovárica y tratamientos de quimioterapia”, distingue Sobral.
“En la actualidad, más del 80% de las mujeres que concurre a Pregna tiene más de 35 años. Pero, en los últimos años, hay una tendencia a consultas de pacientes más jóvenes”, señala Sobral. Y Elberger añade: “La estadística del último año muestra que alrededor de un 30% de quienes congelan óvulos tienen menos de 35 años”.
¿Las causas? Disponen de mayor información y concientización sobre el impacto de la edad en el pronóstico. Gracias a la difusión hay más mujeres que empiezan a tomar conciencia de que los 35 es una edad bisagra en la que empiezan a disminuir la cantidad y calidad de óvulos, coinciden los especialistas consultados por Clarín. Y recomiendan preservar entre los 30 y 35 años cuando todavía la reserva ovárica y calidad de óvulos es muy buena.
Es que el acceso a la información sobre la eficiencia de la técnica también se fue ampliando a través de la difusión por canales no convencionales como las redes sociales, los medios de comunicación y la red familiar. “Solo un 15% lo hizo a través de un aviso, de un consejo médico o por campañas de salud”, enfatiza Pesce.
Para Sobral, la pandemia hizo que las mujeres tuvieran tiempo de reflexionar. “Las que congelan ahora son pacientes más jóvenes advertidas de estos cambios. Saben que la búsqueda de sus hijos será más tardía y como medida preventiva recurren a esta técnica”, indica.
“Generalmente, tienen un perfil definido: profesionales, informadas e independientes. La edad promedio de consulta para la criopreservación de óvulos hasta hace dos o tres años rondaba los 37, con un rango etáreo que iba entre los 33 a los 42. Pero hoy se adelantó en dos años promedio y está entre los 35 y 36 años, con el mismo perfil”, describe Pesce.
El precio es variable porque se abona en forma particular, ya que no es cubierto por las prepagas ni las obras sociales. Ronda los 1.600 dólares y el costo de mantenimiento puede valer entre 150 y 300 dólares anuales. El 60% del monto corresponde, explican en uno de los centros, a la medicación que se utiliza para la estimulación ovárica.
¿Cuánto tiempo pueden estar vitrificados? “El récord mundial que figura en el Guinness es de 14 años y corresponde a Halitus”, asume Pasqualini.
Milagros Rodríguez (28) estudió gestión empresarial, tiene un pequeño emprendimiento de cosméticos y está en pareja desde hace 8 años. Congeló óvulos en mayo, cuando cumplió 28. “Tomé esta decisión porque sé que hoy no quiero ser madre y además tengo endometriosis. Me operaron una vez y puede que un futuro tengan que volver a hacerlo”, le cuenta a Clarín. Es que con cada operación, la reserva ovárica se va perdiendo y por eso le recomendaron realizar este tratamiento para no perder la posibilidad de experimentar la maternidad algún día.
En cambio, Eliana Cañete (34) siempre supo que quería ser madre pero decidió postergar su maternidad porque empezó a estudiar en Montevideo la licenciatura en educación inicial a sus 27 años. Sin embargo, la presión social de dejar pasar sus mejores años le pesaban. «¿Podré quedar embarazada más adelante y qué pasará con la calidad de mis óvulos?», se inquietaba.
“Cuando cumplí 34 decidí congelar óvulos. En enero, viajé a Buenos Aires para realizar el tratamiento y frenar el tic tac del reloj. Ahora sé que cuando quiera ser madre podré serlo sin correr ningún riesgo. Con este tratamiento gané paz mental”, confiesa.
Mariana Rodríguez (46) hizo su primera consulta médica a los 35 porque, en aquel momento, no tenía pareja estable y estaba ocupada con el cuidado de su mamá que padecía cáncer. “Tenía claro que ya comenzaba el declive de la fertilidad, pero postergué la decisión porque con la enfermedad de mi mamá no estaba en condiciones de encarar el tema”, recuerda. Tras su muerte, se hizo la primera estimulación y extracción con 37 y a los 38 encaró una segunda extracción.
“Es una forma de conservar la libertad de elegir y de guardarla en una ‘caja de seguridad’, así como uno hace con sus ahorros. Después, fui a grupos de madres solteras por elección y a los bancos de esperma para comenzar el proceso de tener un hijo, pero no me convencía. Hasta que a los 40, sin buscarlo, conocí a mi pareja, con quien emprendí el viaje de buscar un hijo”, expresa.
Pero pasó más de un año y no lograba un embarazo natural. Con un pronóstico de infertilidad, le indicaron la fertilización in vitro con sus ovocitos vitrificados. “Ya tenía un camino ahorrado. A los 43, me hice una primera transferencia embrionaria que no dio resultado. A los pocos meses, lo intenté con el único embrión que sobrevivió y dio positivo. En plena pandemia, nació Isabella. Ahora, conservo un conjunto de ovocitos vitrificados por si en un futuro quiero tener otro hijo”, asume.
Nuria Farías (38) es licenciada en administración de empresas. “Quiero ser madre desde los 30, pero fui postergando el deseo para más adelante porque no tenía pareja. Hasta que entendí que el tiempo es un recurso escaso y que por eso, hay que realizar consultas para evaluar nuestra reserva ovárica y en función del resultado tomar una decisión”, sopesa.
A sus 36, investigó sobre cómo congelar ovocitos y acudió a una consulta. Le diagnosticaron una reserva ovárica muy baja que la obligó a suspender la estimulación ovárica. “Fui a otro centro donde me realicé un plasma rico en plaquetas y repetí el tratamiento a los tres meses”, señala.
En septiembre logró extraer cuatro ovocitos que usará el próximo año porque ya logró consolidar una relación. “Ahora, el proyecto es tener un hijo en pareja”, se alegra.
“Para garantizar un nacido vivo con óvulos vitrificados hay que congelar como mínimo 12 óvulos. Por eso, es clave la concientización desde la adolescencia y que las obras sociales tomen a la medicina reproductiva preventiva como parte de su cartilla”, resume Monserrat.