La verdad es que, cuando estamos enamorados, estamos tan fascinados, deslumbrados y nos sentimos tan bien que poco nos interesan las respuestas científicas y esperamos continuar el mayor tiempo posible en ese asombroso estado.
Desde la sexología también hemos intentado brindar recursos a los enamorados para tratar de prolongar la magia lo más que se pueda, haciendo uso también de las modernas técnicas de comunicación y negociación para que «esa loca pequeña co-sa» devenga en un sentimiento más grande, profundo y poderoso que permita a los seres humanos verse como realmente son y, lo más importante, ser aceptados con sus pros y contras, que es el verdadero de-safío al intentar formar una pareja.
Estando enamorados estamos ebrios, hormonalmente hablando, y no vemos más que lo que queremos ver y a nuestros propios sentimientos proyectados o atribuidos por nosotros mismos a la otra persona; además el juego de la seducción y la conquista mantienen a raya por un tiempo a nuestro ego, volviéndonos pacientes, amorosos y tolerantes; lo mismo le sucede a nuestra/o enamorada/o y creemos que este comportamiento será eterno.
Cuando el hechizo se desvanece por la mayor familiaridad, el conocimiento más profundo de la otra persona o la convivencia, comenzamos a observar y a disgustarnos con las cosas que «no son compatibles conmigo». Pero cuando desarrollamos amor verdadero es porque detrás de la fascinación alcanzamos a ver a la otra persona con sus características reales, algunas que nos gustan mucho y otras no tanto o nada. Sin embargo, nos consideramos capaces de aceptar el desafío de un vínculo y de una convivencia en la cual nosotros y la otra persona tendremos que procurar desarrollar todo nuestro potencial de comprensión, empatía, generosidad, respeto y libertad (entre muchas cualidades que todos poseemos en germen).
¿Por qué muchas veces vamos a querer mandar todo al diablo? Porque estaremos cansados de esforzarnos en lugar de que «todo fluya». Lamento la desilusión; en los proyectos a largo plazo siempre hay que esforzarse, las cosas no fluyen espontáneamente. Es un mito, como el de la «espontaneidad sexual».
Una relación amorosa a largo plazo es como una empresa y necesita mucho trabajo en el proceso, igualmente que al poner en marcha el proyecto de tener hijos. Es más un camino de «hacer» que de «sentir». La felicidad y la magia realmente se experimentan cuando disfrutamos de los resultados.
En este sentido, ¿qué podríamos celebrar el Día de los Enamorados? Podría ser el triunfo del Amor sobre el enamoramiento, que significa el del altruismo sobre el egoísmo, sentirnos más sabios, haber superado nuestros propios límites y haber podido construir con los seres a quienes amamos un espacio donde expresarnos y compartir en libertad un vínculo que nos haga felices.