El embarazo no intencional o no planificado constituye un enorme y grave problema dentro del campo de la Salud Pública en general, y para la mujer en particular. Un embarazo no intencional se asocia a una mayor morbilidad y a mayor riesgo de complicaciones, tanto para la madre como para el feto; además un alto porcentaje de estos embarazos terminan en abortos. En los países donde el aborto no está legalizado, las mujeres, en especial aquellas jóvenes y de bajos recursos, se someten a procedimientos en condiciones inseguras con riesgo de salud y de vida. Un embarazo no intencional es muchas veces un hecho disruptivo en la vida de la mujer, pero más aún si se da en la adolescencia. Hablamos de embarazo adolescente cuando el embarazo se da en mujeres de entre 10 y 19 años.
En el mundo, se calcula que más del 40% de los embarazos son no intencionales. En nuestro país, al menos 63,5% de los embarazos son no planificados, y en un 72% de los casos no se usaba un método anticonceptivo. Sin embargo, en adolescentes la cifra de embarazos no planificados es aún mayor: asciende a casi 70%.
Y habrá que ver cómo esas cifras se modifican ya que durante la pandemia muchas mujeres interrumpieron su anticoncepción por imposibilidad al acceso. Esto obligó al sistema de salud a rediseñar estrategias, como por ejemplo, la consejería anticonceptiva por telemedicina, y a avalar la extensión en el “vencimiento” de los implantes y dispositivos intrauterinos.
En Argentina, la tasa de embarazo en adolescentes es del 19.2%, pero, como en otros indicadores de salud, hay enormes disparidades por región; hay provincias en las que el porcentaje llega al 28%. Esta cifra, aún elevada, ha ido bajando afortunadamente en los últimos años. A su vez la cifra en menores de 15 años es de un 0,7%, la cual muchas veces refleja situaciones de coerción y abuso (siendo mayor en algunas provincias).
Es complejo, nunca podríamos hablar de una sola forma de prevenirlo. A su vez no todos los embarazos adolescentes son no planificados. La solución probablemente deba involucrar y comprometer a toda la sociedad, así como al sistema educativo y de salud. La provisión gratuita de un método anticonceptivo no es suficiente. Hay que pensar en la educación que los adolescentes tienen para poder acceder y usar ese método de manera correcta. Debemos allanar las barreras, que son muchas, para que puedan tener contacto con el sistema de salud que les proveerá un método. Y además de prevenir el embarazo, debemos educar en conductas sexuales seguras, como incentivar el uso del preservativo para prevenir las infecciones de transmisión sexual.
Además del cumplimiento de la ESI (educación sexual integral,) una de las estrategias con mayor impacto en cifras es lograr aumentar en la población el uso de los métodos anticonceptivos de larga duración reversibles. El plan ENIA en nuestro país trabaja hace un tiempo en esas estrategias. Otra estrategia es la provisión de un método anticonceptivo post parto o cesárea o post aborto (AIPE), es decir, que la mujer deje la institución de salud con un método, por ejemplo, un DIU colocado, si es su elección. De esa forma se evitan perder oportunidades de anticoncepción en mujeres con acceso dificultoso.
Será aquel que la adolescente esté motivada para usar, sea capaz de obtener y usar correctamente en el tiempo, garantizándose así su eficacia. No hay restricciones para el uso de un método anticonceptivo solo por la edad. Tradicionalmente, uno de los métodos más populares son las pastillas anticonceptivas. Perocomo su eficacia depende de la responsabilidad de la usuaria, pueden fallar más que otros métodos como el implante y los métodos intrauterinos.
Las pastillas y el preservativo comparten un punto débil. Su máxima eficacia depende mucho de la usuaria y de otros factores: que no haya olvidos, que la consiga a tiempo, que use el preservativo siempre, que no se rompa, etc. Por esto, hace un tiempo las recomendaciones nacionales e internacionales, sugieren el uso de otros métodos anticonceptivos con más eficacia “en la vida real”. En adolescentes, así como en adultas, actualmente se recomiendan en primera instancia los llamados métodos anticonceptivos reversibles de larga duración (LARCs, según siglas en inglés). Estos métodos tienen menos del 1% de falla, ya que su eficacia no depende de la conducta de la usuaria, y por eso la máxima eficacia se mantiene en cualquier situación. Desde ya que finalmente el método usado será el que decida la usuaria. En pandemia, es importante seguir garantizando el acceso gratuito a la los métodos anticonceptivos.
Afortunadamente, Argentina es un país con un marco legislativo favorable para garantizar el derecho de los adolescentes a acceder al sistema de salud en forma autónoma, sin obligación de acompañamiento de un adulto, y en el marco del respeto de la confidencialidad. Esto queda explicitado en el nuevo Código Civil (Ley 26.061y 25.673; Artículo 26 del Código Civil y Comercial). Esto incluye el derecho a recibir anticoncepción si así lo requiere el adolescente, quien debe ser asesorado y provisto de los métodos en forma gratuita.
La implementación de un programa de Educación Sexual Integral en las escuelas (Ley 26.150) y el derecho a la educación en las adolescentes durante el embarazo y lactancia (Leyes 25.808 y 25.273) también estarían garantizados, dado que lamentablemente la maternidad adolescente es una de las principales causas de deserción escolar. El desafío pasa por poder dar a conocer a la sociedad y profesionales médicos este marco legal, así como eliminar las tantas barreras existentes.
Nadie puede estar en contra de la anticoncepción. Las mujeres tienen derecho a disfrutar su sexualidad y decidir si quieren tener hijos, o a decidir cuándo es el mejor momento para tenerlos. Dar buena anticoncepción es la mejor forma de prevención de embarazos no intencionales y del aborto. Todas las personas deben tener la educación suficiente para conocer los métodos disponibles, poder acceder a ellos, en lo posible gratuitamente, y contar con un asesoramiento profesional que ayude a decidir el mejor método para esa persona, en base a sus preferencias, creencias, condiciones de salud y disponibilidad.
Asesoró: Dra. María Elisa Moltoni, ginecóloga de Halitus Instituto Médico