Es que para muchos, en estas fechas predomina la tradición, el respetar las costumbres de los abuelos, y la reunión ¿obligada? con miembros de la familia con los que tal vez durante el año no se tiene mucha relación.
Otros, en cambio, priorizan pasarla con amigos, irse de viaje o bien que a su mesa se sienten aquellos que realmente estuvieron codo a codo durante los 12 meses anteriores. Y en el medio, en ocasiones, el “choque” de intereses puede hacerse presente.
“Los conflictos son inherentes a cualquier relación humana y las familias no son ajenas a los mismos”. Así comenzó a analizar el licenciado en Psicología Pablo Lanzafame (MN 49.982) el panorama de situación ante la consulta de Infobae. Y continuó: “Las fiestas de fin de año conllevan un espíritu de cierre con posibilidades de apertura a cosas nuevas, es tiempo de festejos y celebraciones, pero también son fechas que pueden sensibilizar a las personas más que en otras épocas del años, ya que surgen emociones con las cuales no se está conectado a lo largo del año”. Para el especialista del Departamento de Crianza y Orientación a padres de Halitus Instituto Médico, “eso puede hacer que las personas estén propensas a estar más reactivas a lo que sucede”. “A esta situación podemos agregar que hay ciertas temáticas que suelen atravesar las Fiestas, como ser con quién la pasamos, a quién invitamos, quién pone la casa, quién lleva la comida y/o bebida, que podríamos poner dentro del eje de lo cotidiano, pero que puede llevar a la aparición de disputas o conflictos dentro del ámbito intrafamiliar -sostuvo-. Cuando estas situaciones suceden también se pone en juego la división de poderes dentro de la familia, en relación a quién ostenta el poder dentro de la vivienda, todas cuestiones que se resuelven de manera diferente en cada familia”.
En opinión de la licenciada en Psicología Lorena Ruda (MN 44247), “en general el primer conflicto que aparece ante estas fechas es con quién pasarla, sobre todo en contextos, por ejemplo, de padres separados, o de estar en pareja y tener que repartirse entre ambas familias a lo que puede agregarse quién toma la posta de ser anfitrión”. “A veces estas situaciones se van heredando generación tras generación, lo que genera poca flexibilidad para moverse de estos lugares, en ocasiones elegidos y en otras se fue dando así -observó-. Lo cierto es que es frecuente encontrarse ante las Fiestas con situaciones para resolver o definir y a veces ante mandatos por romper, o no”.
Lanzafame consideró que la mejor manera de llegar a un acuerdo en este punto “tiene que ver con la capacidad de poder transmitir mensajes claros a los demás, siendo coherentes con lo que se piensa y siente pero también asertivos a la hora de formular el mensaje, teniendo en claro que no solamente es lo que se dice sino cómo se lo dice”. “De la misma manera, poder entender lo que el otro nos dice, siendo empáticos con nuestra escucha, con lo que el otro piensa y siente -agregó-. Es decir, poniéndonos en los zapatos del otro y logrando superar nuestro narcisismo de querer tener razón y dando lugar a un verdadero festejo familiar, que tiene que ver con el encuentro de toda la familia aunando todas las diferencias y entendiendo que están bien que existan”. En este sentido, “lo más saludable para la familia es que las decisiones sean conjuntas y para que esto suceda debe haber comunicación entre esa familia y sus miembros”, opinió el especialista, quien ahondó: “Son situaciones que pueden provocarnos enojos, si las cosas no suceden como uno espera; lo más saludable es aceptar que nos encontramos bajo la órbita de esa emoción y no ser reactivos, no responder desde el enojo e intentar rescatar aquellas cosas que nos unen como familia, los valores que cohesionan y queremos seguir transmitiendo hacia el ámbito intrafamiliar”.
“Las Fiestas conllevan tradiciones y estas, la más de las veces, son rígidas, con lo cual poder preguntarse sobre ‘este año no me reúno y me voy de viaje’ o ‘no lo paso en lo de mi mamá como todos los años y me voy amigos’ a veces no es una posibilidad”, comenzó a analizar Ruda en este punto. “Lo importante es que si esta pregunta se plantea, hay que poder responderla sin lastimar a nadie, o tratando de que si decidimos hacer algo diferente no haya enojos -señaló-. Para esto es fundamental plantear con tiempo la posibilidad de hacer algo distinto a lo habitual para que los demás puedan decidir también cómo pasarlo”.
Y tras asegurar que “cuando esto ocurre es frecuente que genere cierto ‘alivio’ en algunos integrantes que quizá no se habían animado a romper el mandato”, Ruda sostuvo que “poder sincerarse con esta situación y dar lugar a replantear los festejos puede ser parte esperable del crecimiento y la vida adulta”.
Para Lanzafame, “hay mitos que nuclean a las familias, que cuando llegan las Fiestas suelen aflorar, como la mesa larga o cualquier otro ritual que cada familia tenga en particular”. “Hay ciertos mandatos que también se convierten en un paisaje cultural, si hablamos de la mesa y la reunión obligada, nuestro país ha tenido ficciones y programas en donde esa era la temática en común -sostuvo el especialista-. Más allá de cualquier diferencia y grado de cercanía, la mesa estaba servida y todos reunidos alrededor. Pero, romper cualquier ritual, no sólo la mesa larga, que sea importante para una familia en particular puede generar emociones de culpa, como si se estuviera haciendo algo por fuera del rol de lo que esperan de uno”.
Y pese a que reconoció que “es esperable que esto suceda”, para él, “eso no puede detener a que cada uno pase las Fiestas como cada uno sienta”. “Quizá la brújula orientadora frente a la culpa es pensar qué situación nos hace sentir más integrados entre lo que pensamos, sentimos y hacemos -aconsejó-. Y también, si lo creemos necesario, dirigir un mensaje claro y asertivo sobre lo que uno realice es probable que disminuya las ansiedades generadas dentro del ámbito familiar, si hubieran sucedido”.
Sobre esto, Ruda aportó que “cuando los hijos crecen y arman sus familias, cuando dentro de esa familia surgen diferentes propuestas, quizá hablar en las familias acerca de que moverse con libertad para decidir es la mejor opción para que todos los presentes disfruten el encuentro y el festejo es una buena opción, entendiendo que estas decisiones no son en contra de alguien sino en virtud de elegir para que sea un momento de disfrute y no de tensión y compromiso”.
Sin embargo, la especialista resaltó que “existen situaciones en las que las Fiestas no son una pelea y está más o menos siempre organizado de igual manera y todos se sienten cómodos así y pues entonces esa será la mejor opción”. “No creo que siempre haya que romper con esto, siempre y cuando todos estén cómodos y contentos -opinó-. No ofenderse si alguno cambia de plan sería ideal para que todos puedan decidir sin culpa, cosa difícil cuando el deseo se opone al mandato, pero tampoco ocurre en todas las personas o familias”.
Al respecto, el doctor en Psicología y docente Flavio Calvo (MN 66.869) sumó que “en primer lugar, todos deben saber que nadie tiene obligación de hacer nada que atente contra su paz o su salud mental”. “Simplemente cada uno tiene el derecho de estar donde quiere estar, y no hacer nada por deber -insistió-. Es importante, en esto, que se desarrolle una buena comunicación al expresar el por qué no va a celebrar con otros, para no generar preocupaciones o insistencia”.
“Por otro lado, si lo que a alguien no le gusta es el concepto en sí de las Fiestas, recomiendo tener cuidado con no gastar energía en luchar contra ellas -destacó-. En ese caso conviene ignorarlas, pero hacer una campaña anti fiestas, sólo va a llevar a la frustración y aumento del malestar. Si algo molesta lo que hay que hacer es quitarle el poder que eso tiene sobre uno”.
Sobre el final, Ruda aportó otra mirada, al considerar que “a veces, sostener la tradición es a favor de sostener vínculos familiares y muchas veces este encuentro es esperado para ponerse al día con los que uno no ve seguido”. “Si para otros es la obligación de ir con alguien con quien no se comparte tanto y sienten que prefieren hacer otra cosa, allí es cuando sugiero poder hablar de esto con la familia y decidir libremente ya que estos festejos ameritan ser un momento de disfrute o, por lo menos, no de tensión”.