“Hoy no voy a cenar porque merendé como una vaca”; “Para la fiesta del sábado voy a tener que hacer dieta líquida”; “Con todo lo que comí el fin de semana, el lunes, fruta todo el día”.
Las frases podrían haber sido dichas por cualquier madre o padre de una familia actual y responden a la “necesidad” -impuesta externa, claro- de verse flacos como sinónimo de “verse bien”.
Y en algunas casas, podrá escucharse, además, a algún mayor decir a sus hijos: “Sacate esa remera que te marca la panza”, “Ponete mejor este pantalón que te estiliza”, por mencionar sólo algunas posibles.
Es que según las cifras de la Asociación de Lucha Contra Bulimia y Anorexia (Aluba), el 70% de las mujeres argentinas no está conforme con su cuerpo. Además, el 60% de las mujeres del país quieren adelgazar, y la Argentina es el segundo país del mundo con más casos de trastornos alimenticios. Y eso, casi indefectiblemente (si no se revierte el círculo vicioso) pasará de madres a hijas y de hijas a nietas, casi como si fuera imposible mirar el propio cuerpo con el amor que merece.
Existe una gran diversidad de mediadores en la construcción de la imagen corporal: la norma de la delgadez, la inexistencia de una diversidad de tallas que se adapten a los diferentes cuerpos y la creencia social de que las personas delgadas son más aceptadas en todos los ámbitos sociales, entre otros.
“Los hallazgos de las investigaciones demostraron que los modelos corporales que tienen como referencia nuestros hijos derivan principalmente de los medios de comunicación, que muestran una expectativa de una complexión atlética para el hombre y de una mayor delgadez para la mujer, impuesto por cantantes, actrices, y modelos transmitidos por la publicidad y por la moda, aunque otros estudios señalan especialmente la importancia de modelos corporales más cercanos y más reales, como son los parientes o amigos”. Mariam Holmes es doctora en Psicología, especialista en clínica, docencia e Investigación en Psicoterapia orientada en Mindfulness (MP 20463), y en este sentido, sostuvo que del análisis de la percepción de conductas y actitudes maternas en las hijas y sus niveles de satisfacción corporal, y otras variables como conducta alimentaria e influencia de modelos estéticos corporales “se observó que la percepción por las hijas de un control materno con sobre-preocupación, además de alteración del esquema corporal de las madres tenía una significativa influencia de modelos estéticos corporales de las hijas”.
Para la licenciada en Psicología Patricia Martinez (MN 24.411), “la primera cuestión a considerar es que el tema de las exigencias estéticas es algo que atraviesa a toda la sociedad”. “Los ideales estéticos ligados al éxito son una exigencia continua. Vivimos en una cultura que privilegia la mirada, por lo tanto, sobrevalora el mostrar y el mostrarse todo el tiempo y a través de diferentes medios”, enfatizó la especialista del departamento de crianza y orientación a padres de Halitus Instituto Médico, para quien “desde esta perspectiva, ofrecerse y ofrecerle a otro una imagen perfecta se convierte en un objetivo que no pocos se esfuerzan en conseguir. En esta cultura tan sostenida en lo visual, el cuerpo se ha convertido en un medio privilegiado para mostrar quiénes somos y sobre todo cuánto vale una persona”.
Y tras considerar que “la tasa de mujeres disconformes con su cuerpo es muy alta en Argentina”, Martinez evaluó que “eso habla, no sólo de la cuestión estética en sí misma, sino también de cómo en una sociedad donde con tan pocas alternativas de crecimiento, el culto por el cuerpo y sobre todo por el ‘cuerpo bello’ se transforma a veces en lo único que alguien pueden hacer para sentirse bien consigo mismo”. “En una sociedad donde crecer y desarrollarse cuesta tanto y lleva tantos años de esfuerzo, el conseguir un cuerpo bello que depende de una dieta y de un poco de ejercicio físico puede ser una vía de satisfacción sustituta para un narcisismo que muchas veces se encuentra muy maltratado”, consideró.
Mabel Bello es médica psiquiatra (MN 36440) y directora médica de Aluba, y en diálogo con Infobae coincidió con que “la cultura marca que ser flaca es sinónimo de tener éxito”. “Las estadísticas en los EEUU marcan que el 90% de las chicas de 13 años está disconforme con su cuerpo y si bien sólo el 10% desarrolla una patología, todas hacen dieta y están preocupadas por su imagen”, destacó la experta, quien resaltó que “en el país y en el mundo, las patologías alimentarias potenciadas por las medidas de aislamiento que impuso la pandemia aumentaron enormemente”.
Consultada acerca de cuánto una madre puede influir en la mirada que sus hijos tienen de su cuerpo, fue contundente al asegurar: “Tenemos casos en los que se internan madre e hija, en distintos espacios, pero no se puede curar a la hija sin curar a la madre”.
Asimismo, señaló que en el mundo actual, “ya no se habla sólo de anorexia o bulimia sino de poliadicciones”. “La prevención que hacemos hoy apunta a prevenir un conjunto de conductas autodestructivas que forman parte de ‘un combo’”, destacó Bello.
En la mirada de la licenciada en Psicología Lorena Ruda (MN 44247), “todas las épocas tienen sus ‘imágenes referentes’, cuerpos que son modelos a seguir y que la mayoría de las veces no son los cuerpos reales”. “Nos muestran mujeres que acaban de parir y están con cuerpos que distan mucho de las puérperas reales generando mucha decepción en las mujeres y un ‘querer ser como’ inalcanzable, ya que esas mujeres que vemos en los medios viven de su cuerpo y su relación con el mismo es diferente -sostuvo-. Vivimos atrás de imágenes corporales a alcanzar y sintiéndonos disconformes con nuestros cuerpos”.
Y tras marcar que “los adultos no perciben la cantidad de comentarios que hacen al día en relación a cómo se ven”, enumeró: “Que si este vestido me marca la panza, que este helado estuvo de más, que voy a ir a correr para bajar el postre que acabo de comer, que me tengo que poner a dieta para tal fiesta, etc. Todos comentarios que sin querer decimos en voz alta y nuestros hijos incorporan como ‘lo que tienen que pensar sobre su cuerpo’. Van construyendo su imagen a partir de lo que los adultos decimos sobre el propio cuerpo”.
Consultado sobre cómo influye en los hijos la mirada que sus padres tengan sobre el propio cuerpo, el licenciado en Psicología Pablo Lanzafame (MN 49.982), del departamento de Crianza y Orientación a Padres de Halitus Instituto Médico, sostuvo que “la representación del esquema corporal o imagen corporal es un aspecto central en la constitución del propio yo, y se va conformando en un doble movimiento, de afuera, que serían los estímulos ambientales y sociales, hacia adentro, los estímulos internos, y viceversa. Por lo tanto, la mirada que la mamá de una niña, niño o adolescente tenga sobre el propio cuerpo, va a tener influencia en la construcción de la imagen corporal que van realizando, porque el sentido de uno mismo emerge y cambia en la interacción con los otros”.
“La pregunta que deberíamos hacernos es si esa mirada, ese constructo personal que tenemos sobre nuestro propio cuerpo lo estamos transmitiendo a nuestros hijos y de qué manera -evaluó el especialista-. Por supuesto que la imagen corporal también va a estar influenciada por otros intercambios familiares y sociales, no solo por la mamá, que modelan nuestra relación con el propio cuerpo. Por ejemplo, los medios y la publicidad que se encuentran dentro de la vida cotidiana exaltan imágenes en donde las exigencias estéticas se vuelve ideales, de aquí el papel fundamental de la madre, y los padres, en ayudar desde la infancia en la construcción de la relación con nuestro cuerpo desde una perspectiva de salud y no tanto desde los ideales de la estética”.
Para Ruda, “muchas veces los adultos se empiezan a cuidar con la comida alimentándose diferente al resto de la familia, como si los demás miembros sobre todo niños pudieran ‘mal alimentarse’ pero sus padres comer sano”. “¿Por qué no podemos aplicar un cambio en la alimentación para todos y hábitos saludables para la familia?”, se preguntó la especialista en maternidad y crianza. Y amplió: “¿Qué mensaje transmite una mamá que vive a dieta restringida todo el tiempo? ¿Dónde está el placer y el disfrute? Podemos transmitir tener una mirada saludable sobre la vida sana, la alimentación y el ejercicio pero esto es distinto a vivir a dieta porque nos vemos gordos o no respondemos al mandato social de mujer atractiva. Lo importante es saberse conforme para transmitir a nuestras hijas que eso es lo más saludable: sentirse a gusto con una misma aunque cueste”.
Sobre este punto, Holmes ahondó: “La imagen corporal es un constructo multidimensional, que incluye una dimensión perceptiva (precisión en la percepción); una dimensión cognitiva-afectiva o subjetiva (actitudes, sentimientos, cogniciones y valoraciones en relación al tamaño corporal, peso o partes del cuerpo) y la dimensión conductual (conductas que la percepción del cuerpo y los sentimientos asociados provocan). Por tanto, en la experiencia dinámica de la imagen corporal en la vida cotidiana deben ser considerados el rol de situaciones y los contextos emocionales, así como las fluctuaciones individuales relacionadas con atributos psicológicos y características físicas del momento”.
Así, para ella, “es construida a partir del contacto con la realidad externa como una experiencia activa en que unas partes son aceptadas y otras rechazadas. En este sentido, las conductas que lleven adelante sobre la aceptación y validación del propio cuerpo los adultos significativos y referentes en la crianza son un elemento importante en esta configuración que nunca es estática o completa, ya que siempre habrá lugar a la reestructuración conforme los cambios experimentados a lo largo de la vida”.
“En esta línea existe evidencia por ejemplo, de la influencia de diversos aspectos de madres con historia de trastornos de la conducta alimentaria (TCA) y sus implicancias en la nutrición, crecimiento y desarrollo de sus hijas, en donde pudo observarse que madres que muestran patrones alimentarios restrictivos, un vínculo afectivo deficitario con sus propias madres, poseen más comorbilidades psiquiátricas, principalmente depresión y ansiedad; además sentimientos de culpa y vergüenza, cese precoz de la lactancia, elevado control del consumo de alimentos de sus hijas (os) y/o presión para comer, horarios irregulares de comidas, dieta desequilibrada y monótona, preferencia por la delgadez y actitud crítica sobre la silueta corporal de sus hijas (os) -sostuvo la especialista-. La lactancia en estos casos representa un período especialmente crítico para la irrupción o recaída de un TCA por la adaptación que implican los cambios característicos de su figura corporal durante el embarazo. Hay hallazgos que sugieren que existe una particular relación entre la presencia de un TCA materno y su ocurrencia en hijas (os), considerándose un factor de riesgo para su desarrollo”.
– ¿De qué manera impacta en ellos ver que su madre o su padre “se cuidan” y comen diferente del resto de la familia?
– Martínez: Hay muchas maneras de transmitir lo que pensamos y sentimos, una de ellas es la conducta, que vía el modelado, el individuo aprende o refuerza comportamientos, observando e imitando el comportamiento de otras personas. Una madre o un padre no es una persona cualquiera, sino un referente significativo para cualquier niña, niño o adolescente. Esto no significa que “cuidarse” estética y nutricionalmente afecte en forma negativa la construcción de la imagen corporal, lo que es realmente importante es el mensaje que se transmite. No es lo mismo comer diferente por cuestiones de salud a querer alcanzar un ideal estético de belleza, sobrevalorando la delgadez.
Entonces, lo que realmente impactará es cómo se construye en cada familia el significado de la alimentación, lo saludable y la imagen corporal. Se pueden tener hábitos distintos y que no haya distorsiones en la imagen corporal.
Es decir, qué los chicos vean que los papás se cuidan o que quieren llevar una vida saludable y comen diferente, no es malo per se. El tema es que esto sea transmitido como la única vía para poder tener un cuerpo que me permite pertenecer conforme a determinados ideales. Toda esta cuestión en relación a la alimentación y a la vida sana está bueno transmitirla como valores para incorporar a las nuevas generaciones. El tema es cuando esto queda anudado pura y exclusivamente a una cuestión estética y a una cuestión excluyente que si no pertenezco a esa elite de cuerpo bello, armónico y joven no tengo lugar en esta sociedad.
– ¿Qué mensaje les damos al criticar nuestro cuerpo o cuerpos ajenos desde una perspectiva supuestamente estética?
– Ruda: Criticándonos y criticando a los demás sólo estamos confirmando que los estereotipos son lo que realmente marcan el parámetro de belleza, cuando en realidad la belleza nada tiene que ver con los 90-60-90 que el afuera nos quiere imponer. La risa, el humor, las formas de ser, la actitud, la inteligencia o intelectualidad y un sinfín de otras características hacen al concepto de belleza. ¿Cuántas veces pasa que alguien que a simple vista no responde a los estereotipos cuando se lo conoce es la belleza caminando? Porque justamente no es lo estético, al menos no exclusivamente, lo que nos determina como bellos o no. Además de la subjetividad de quien nos mira. La mirada exclusivamente sobre los cuerpos no hace más que dejarnos en un lugar de objeto.
– Lanzafame: Dentro de una familia hay más de una vía de comunicación, no todo lo que aprenden nuestros hijos e hijas está estrechamente relacionado con los mensajes directos que les dedicamos.
También ellos nos miran qué y cómo hacemos para lidiar con diversas cuestiones que nos impone la vida cotidiana y nos escuchan, aunque no nos demos cuenta, y eso también forma parte de la comunicación familiar. Desde el marco narrativo relacional, podríamos definir a la familia como un sistema de creencias compartidas que va otorgando sentido a diversos aspectos de la vida, el sí mismo y los otros. La dinámica familiar acompañará la construcción de significado en relación a la estética, y si el mensaje, por más que sea indirecto, es la crítica hacia cuerpos por no alcanzar el ideal de la estética, ellos también forman parte de esa dinámica grupal de construcción de significado. Así, estaríamos desfavoreciendo una toma de conciencia acerca de la salud corporal, en favor de ideales impuestos desde la estética, que muchas veces va en contra decisiones y conductas favorables para la salud.
Es decir, cuando criticamos nuestro cuerpo o el del otro en un plano puramente estético no es un buen mensaje porque lo que hacemos es poner el punto de valor en lo estético, y reforzamos la cuestión de que hay un único medio para ser exitoso y tiene que ver con la imagen. Es un mensaje excluyente, que no ayuda en la construcción de la autoestima y la confianza en sí mismos. La imagen es algo muy efímero, con lo cual no podemos hablar de confianza, ni continuidad ni de perpetuidad, es algo que aparece en el momento y luego desaparece. Entonces tomar sólo lo que uno puede mostrar, no ayuda en la construcción de una personalidad basada en la confianza, en el sostén y en la autoestima.
– Holmes: Nuestros hijos están inmersos en un entorno que es poco amable con la aceptación incondicional de su propio cuerpo, debido a la gran influencia que ejercen los medios de comunicación y la publicidad, y la facilidad con la que se transmiten los modelos corporales a través de las nuevas tecnologías. Un detalle importante a tener en cuenta es que, como decíamos, los modelos corporales que se nos presentan como referencia no son iguales para un sexo y otro, y en este sentido el componente de género ejerce una gran presión sociocultural que no afecta de la misma manera a la mujer que al hombre.
– ¿Qué consejo le daría a una mamá o un papá que no están conformes con la imagen que les devuelve el espejo y cuál sería la mejor forma de predicar con el ejemplo en este caso?
– Ruda: Si tuviera que darles un consejo sería que nada es más hermoso que transmitir la capacidad de disfrutar, y que si no están conformes piensen de qué manera podrían hacer cosas para sentirse mejor más allá de responder o no a la imagen corporal deseada.
Sentirse bien es más que estar flaco y estar flaco no necesariamente es ser bello. Cambiar estos parámetros dentro de casa ya es un montón. Enseñarles a nuestros hijos e hijas a comer mejor, tener una vida saludable no por “estar lindos” sino por ser sanos, y que la belleza va más allá de los cuerpos.
– Martínez: Las palabras que recibimos de nuestros padres y madres son informativas y son formativas, ya que forman nuestros significados y esto influye en nuestra manera de sentirnos, relacionarnos y vivir nuestra propia vida. Muchas veces se piensa que “la culpa es de los padres”, como un slogan, esto no es tan así y debemos poder diferenciar que una cosa es la “culpa” -una emoción que nos deja estáticos e indefensos, sin posibilidades de acción- y otra es la “responsabilidad”, ahí sí somos activos en la construcción de aquello que transmitimos, como padres y madres debemos tener responsabilidad en la comunicación con nuestros hijos. Y si nos damos cuenta que no estamos satisfechos con la imagen que devuelve el espejo, si la imagen mental que tenemos sobre nosotros mismos está distorsionada, si lo que veo cuando me veo en el espejo está agrandado, achicado o deformado, para bien o para mal. Más aún cuando ese desajuste entre cómo me veo y cómo me gustaría verme determina cómo me siento por no poder lograr aquello que estéticamente está idealizado, lo primero que debemos tener en cuenta es que los ideales son un concepto en sí mismo inalcanzables, sobre nuestro propio cuerpo o cualquier otro ámbito. Una vez que se pudo tomar conciencia de esa situación, tenemos responsabilidad sobre cómo continuar y qué transmitir a nivel familiar.
La sugerencia es consultar con un profesional de la salud, con el objetivo de volver habitar ese cuerpo tal como es, aceptándolo, desde una perspectiva orientada por lo saludable y no por los ideales estéticos.
– Holmes: En las últimas décadas, se han destacado las intervenciones psicológicas basadas en principios de la tradición budista (atención plena y compasión) por los efectos observados en la reducción de diversas variables asociadas, debido al aumento de la incidencia y la prevalencia de enfermedades relacionadas con la insatisfacción corporal en los últimos años por el ideal de belleza sociocultural actual que se transmite en los distintos medios.
El consejo sería que seamos conscientes de la necesidad de intervenir con nuestros niños y adolescentes y, como en muchos otros casos, el mejor modo de hacerlo es comenzar por nosotros mismos. Que nos embarquemos en un proceso orientado a cambiar de manera integral el paradigma de la dieta, el descenso de peso y la conducta restrictiva y punitiva, por una nueva manera de vivir que se oriente fundamentalmente al autocuidado, a los hábitos y al estilo de vida saludable que podamos encarnar en primer lugar nosotros y desde allí transmitir a los hábitos de nuestras familias. Existen diferentes recursos de reestructuración cognitiva, mindfulness, alimentación consciente o mindful eating, entre otros, que nos pueden ayudar cultivar nuevos modos de vernos, tratarnos a nosotros mismos y de vincularnos con lo que nos pasa que abren paulatinamente a una nueva manera más saludable, amable y autocompasiva de afrontar los conflictos para así, ganar en calidad de vida y tener un desarrollo óptimo, nosotros y nuestros hijos.
Tal vez saber que la influencia es tanta ayudará a quien no tenía conciencia de su “poder” sobre sus hijos a cuidarse un poco más antes de volver a quejarse por su panza post parto que no se fue jamás, o criticar la cola con celulitis de alguien que pasa por delante suyo en la playa. Y para el final, bien podría reversionarse el famoso “como te ven te tratan”, y entender que “como nos vemos -también- nos tratan”. Comprender y hacer comprender eso a los más chicos hará posible que un día ojalá no muy lejano, la belleza no esté condicionada por un numerito que arroja una balanza.