La diabetes es una de las patologías más prevalentes en la población general, afecta alrededor del 10% de la población y afecta alrededor de 800 millones de personas en todo el mundo. Su fundamento fisiopatológico está dado por una reducción en la sensibilidad a la insulina en los tejidos, llevando a una menor incorporación de la glucosa por los mismos y produciendo un aumento de esta en sangre (hiperglucemia). En función de cómo se desarrolla la enfermedad, el tratamiento es variable y se agrupan en diferentes grupos: diabetes tipo I, la tipo II y la gestacional.
Durante el embarazo, si el cuerpo no puede mantener los niveles de azúcar en sangre en un rango saludable, puede afectar el desarrollo del bebé. Por eso, es importante que todas las embarazadas se hagan una prueba de diabetes gestacional para detectar y tratar el problema a tiempo. Algunas personas pueden ya ser diabéticas antes del embarazo, mientras que otras pueden desarrollar diabetes durante el mismo. Si se observan niveles altos de azúcar en sangre antes de la semana 20 del embarazo, se considera diabetes preexistente, ya que la diabetes gestacional suele comenzar a partir de esa fecha. Esto se debe a que, a partir de ese momento, algunas hormonas, como el lactógeno placentario, tienden a aumentar el azúcar en la sangre.
Las pacientes diabéticas previas al embarazo tienen diagnóstico al comenzar la gestación, y en función de los antidiabéticos que estén usando o el uso de insulina, se debe adecuar para optimizar los resultados perinatales. En el resto de la población, debe solicitarse glucemia en ayunas de rutina en el primer trimestre. Aquellas que tiene un resultado anormal (glucemia alterada en ayunas), debe repetirse la glucemia al mes; y en función del resultado reclasificar como diabéticas pregestacionales (si tuvieran un resultado mayor al rango esperado). En aquellas con resultado normal, debe solicitarse entre la semana 24 y 28 la prueba de tolerancia oral a la glucosa, conocida como curva de glucosa o p75. Se realiza en este momento porque es cuando las hormonas contrarreguladoras generan mayor insulinorresistencia a la gestante para reservar la glucosa para el feto. Esta curva consiste en una primera glucemia, en ayunas; a continuación, se produce una sobrecarga de 75g de glucosa y se vuelve a medir la glucemia a las dos horas. Si el resultado es normal, se continúa con controles habituales, mientras que si el resultado está por fuera del rango, se hace diagnóstico de DBTg. Si hubiera motivos por los que sospechamos que, aun con un resultado normal, podría tratarse de una DBTg, por ejemplo, por macrosomía fetal (esto es, que el bebé crece más de lo esperado para la cantidad de semanas de gestación), se puede repetir la curva de glucosa alrededor de la semana 32.
Alrededor del 70-90% de las pacientes DBTg logran adecuar los valores glucémicos con dieta y ejercicio aeróbico que se adecúe a su capacidad; además de la recomendación habitual de caminatas de 40 minutos aproximadamente, al menos 3 veces por semana. En el restante 10-30% que con la dieta no logra mantener los valores esperados, se puede implementar insulina empezando con dosis bajas hasta lograr los valores óptimos, y realizando automonitoreo de la glucemia en el domicilio con tiras reactivas y glucómetro.
El principal efecto es la macrosomía fetal -cuando el feto tiene un peso mayor al esperado, por encima de los 4kg-lo que aumenta la probabilidad de partos con complicaciones y la tasa de cesáreas. También puede producir dificultad en la adaptación posterior del recién nacido para controlar su propia glucemia en las primeras horas de vida. Otro efecto que puede producir es distrés respiratorio, con mayor dificultad en la adaptación respiratoria del neonato. Los hijos de madres diabéticas tienen mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo II en la adultez. Además, la diabetes en el embarazo puede producir polihidramnios (es decir, mayor cantidad de líquido amniótico que el habitual) e hipertrofia del tabique interventricular del corazón fetal.
Controlar la diabetes gestacional a través de dieta, ejercicio y, si es necesario, insulina o medicamentos, es esencial para reducir estos riesgos.
Dr. Octavio Cincotta (MN 171757), obstetra y ginecólogo de Halitus Instituto Médicos