Desde hace casi dos años, la pandemia de coronavirus ha cambiado la forma en la que vivimos, trabajamos, estudiamos, nos conectamos con los demás y llevamos a cabo las actividades diarias. Además de los 250 millones de infectados y más de 5 millones de muertos, el COVID-19 elevó el nivel de estrés en muchas millones de personas más.
Los efectos del estrés tienen consecuencias en la salud de las personas. La Organización Mundial de la Salud ya enfatizó que el mayor impacto psicológico de COVID-19 hasta la fecha son las tasas elevadas de estrés o ansiedad.
Estar estresado no es solo una experiencia mental, sino que el cuerpo reacciona al estrés de diferentes maneras. Y en las mujeres particularmente se ha notado en su ciclo menstrual alterado. Una encuesta de más de 12.000 mujeres en edad reproductiva encontró que 1 de cada 3 había experimentado cambios en sus ciclos y síntomas menstruales durante la pandemia de COVID-19.
Los científicos que estudian en todo el mundo este fenómeno, afirman que los niveles de estrés notablemente más altos que los puntos de referencia prepandémicos podrían estar afectando la menstruación. “Esto tiene implicaciones para las mujeres que intentan concebir o que luchan contra la infertilidad”, dijo Shannon M. Malloy, investigadora y asociada de datos de Ovia Health, una empresa de tecnología de salud para mujeres y familias en Boston, durante la presentación del estudio en la reunión 2021 de la Sociedad Estadounidense de Medicina Reproductiva.
“COVID-19 ha introducido nuevos factores estresantes psicosociales, interpersonales y ambientales. La pandemia es “uno de los desastres más estresantes y colectivamente experimentados que la sociedad moderna haya visto jamás. Imaginado como un evento único y aislado, con el tiempo, la enfermedad pandémica se ha arraigado en la vida diaria de las personas creando un futuro imprevisible”, aseguró Malloy.
En coincidencia con Malloy, la licenciada Sonia Almada, psicoanalista (M.N. 22366), especialista en Infancia y adolescencia y presidenta de Aralma asociación civil, aseguró a Infobae que “la pandemia trajo de manera generalizada efectos a nivel social y personal en múltiples niveles: confusión, temor, incertidumbre y los duelos por la muerte de seres queridos”. “Ha sido, y sigue siendo aún, uno de los estresores sociales más agresivos que hemos sufrido como humanidad”, sentenció.
“Cambiar las rutinas de un día para otro, no poder ver a nuestras familias y amigos, perder el empleo y vivir en aislamiento, en particular en el caso de las personas solas, son tan solo algunos ejemplos de esto. Hay datos recientes internacionales, que muestran hasta qué punto el COVID-19 ha impactado en la salud mental de innumerables personas”, agregó.
Volviendo a la investigación estadounidense de cómo se vio alterado en ciclo menstrual femenino, se demostró que el estrés crónico a largo plazo produce niveles altos de cortisol, que pueden alterar la endocrinología y la regulación de los ciclos menstruales. La plataforma de salud Ovia Healthen en Estados Unidos, decidió investigar la relación entre el estrés percibido y el cambio del ciclo menstrual durante la pandemia de COVID-19, para ver cómo podría afectar esto sobre las personas que estaban en un proceso de embarazo con ayuda de la tecnología de reproducción asistida.
Desde marzo de 2020 hasta abril de 2021, los usuarios de la aplicación móvil Fertility de Ovia Health participaron en una encuesta para determinar el patrón y la sintomatología de la menstruación con 4 ítems de la Escala de Estrés Percibido (PSS-4). La encuesta preguntó a los participantes qué cambios notaron en su ciclo menstrual y por qué pensaban que los patrones o síntomas del ciclo cambiaron.
Entre 12.302 encuestados, 1 de cada 3 (36%) informó cambios en el ciclo o los síntomas. El 87 % por ciento dijo que su ciclo comenzaba temprano o tarde. El 29% informó síntomas más fuertes durante la menstruación, como dolor lumbar, calambres o cambios en la secreción, y el 27% dijo que el sangrado era más abundante durante la menstruación.
“Estos resultados son similares a otros estudios que investigan el efecto del estrés episódico en la menstruación. Los puntajes de PSS-4 en todos los ámbitos fueron notablemente más altos en todos los encuestados, independientemente de la irregularidad del ciclo / síntoma, en comparación con la evaluación comparativa prepandémica en poblaciones similares”, aseguró Malloy. Algo más de la mitad (55%) pensaba que el estrés contribuía a su patrón de ciclo menstrual y / o cambios en los síntomas, mientras que el 33% apuntaba a cambios en la salud mental, como depresión o ansiedad.
La ginecóloga Silvia Bonsergent, vicepresidenta de la Sociedad Argentina de Ginecología Infanto Juvenil, señaló a Infobae, que el estrés, especialmente cuando se vuelve crónico, juega un rol fundamental en el periodo, ya que lo inhibe por un mecanismo directo que se da a nivel cerebral.
“El aislamiento, la incertidumbre, el temor al contagio, la falta de contacto con sus pares, y la ausencia de actividad física, son algunos disparadores que pueden generar cambios en la menstruación, ya sea por ausencia, trastorno en la periodicidad o la alteración del flujo. Esto se agravó porque los pacientes no podían consultar o no tenían acceso al sistema de salud y retrasó las consultas”, aseguró la especialista. Por eso bajó mucho la concurrencia a los consultorios al principio de la pandemia, en período de cuarentena. Luego cuando se habilitó el acceso a los servicios de salud, volvió a subir. Ahora, las jóvenes están asistiendo a los consultorios y allí se ha visto que la inquietud más frecuente es por trastornos en el ciclo menstrual”, precisó la especialista.
“Las adolescentes están entre los grupos que más han sufrido las restricciones de circulación, lo que les ha generado un estrés crónico producto de la pandemia. Esto es consecuencia del encierro, la falta de contacto con sus pares asociado con las muchas horas que pasan frente a las pantallas y la alteración del sueño, ya que duermen menos horas. Todo esto provoca una alteración en el ritmo del hipotálamo que frena el ciclo menstrual, remarcó Bonsergent.
Si bien las consultas más comunes que se generaron tras la flexibilización de las actividades tienen que ver con la oligomenorrea (el sangrado se produce a intervalos más extensos) o amenorrea (ausencia de menstruación), Bonsergent advirtió que también hubo una “exacerbación, a causa del encierro, de los trastornos de la conducta alimentaria” sobre todo en las jóvenes con “tendencia” a la bulimia o la anorexia.
El ciclo menstrual normal varía entre 25 y 36 días y el sangrado tiene una duración que va de 3 a 7 días. Cuando la mujer se encuentra ante cambios en ese periodo o incluso ante su falta “se crea mucha angustia, ya que suele asociarse con enfermedades en pacientes que aún no han tenido relaciones sexuales o con embarazos en quienes sí han iniciado la actividad sexual”, dijo la médica, que describió una serie de recomendaciones para que las adolescentes tengan un ciclo menstrual normal: “Llevar una alimentación balanceada, respetar las cuatro comidas diarias y darse tiempo para realizarlas, dormir al menos 8 horas diarias, restringir la cantidad de horas frente a las pantallas, hacer actividades al aire libre, utilizar materiales ecológicos, como copa menstrual o toallitas femeninas de tela, realizar actividades que nos den placer, charlar con amigos, ayudar en las tareas domésticas”.
Se sabe que la amenorrea ocurre cuando alguien ha pasado por un evento traumático. El estrés de la vida diaria también puede afectar el tiempo que dura un ciclo. Sin embargo, probablemente hay muchos factores en juego si se detienen por completo. La dismenorrea, la menstruación dolorosa, se ha relacionado con situaciones de alto estrés. Por eso las personas que ya experimentan dolor menstrual tienen más probabilidades de verse afectadas por este fenómeno.
Otro estudio científico publicado en Journal of Women’s Health, afirmó que el estrés relacionado con el COVID-19 puede haber causado que millones de mujeres experimenten interrupciones en sus períodos.
Tal como sugieren los resultados de una encuesta de 210 mujeres, el 54% de ellas experimentó cambios en su ciclo menstrual entre julio y agosto de 2020. La mitad de las mujeres que informaron cambios dijeron haber experimentado períodos más largos y un poco más de un tercio (34%) se quejó de sangrado más abundante de lo habitual. La mitad de las mujeres también informaron cambios en los síntomas del síndrome premenstrual.
“Al descubrir una tendencia en el aumento de las irregularidades del ciclo menstrual durante los primeros meses de la pandemia COVID-19, este estudio contribuye a nuestra comprensión de las implicaciones que la pandemia puede tener en la salud reproductiva de las mujeres”, manifestaron entre las conclusiones.
La profesora Nicole Woitowich de la Universidad Northwestern es la autora del estudio y señaló que es sabido “que el estrés adicional puede afectar negativamente la salud y bienestar en general”. Y agregó que “el estrés también puede alterar los patrones normales del ciclo menstrual y la salud reproductiva en general”. Woitowich dijo que los hallazgos sobre el estrés confirmaron muchos informes anecdóticos de mujeres sobre la interrupción del período durante la pandemia. Y consideró que “el hecho de que las mujeres ahora estén experimentando irregularidades en el período debido a la infección por COVID, así como la vacunación contra el virus, tampoco debe ignorarse el impacto de la pandemia en la salud reproductiva”.
“Ya estamos viendo el efecto dominó de lo que sucede cuando no consideramos esta importante faceta de la salud de la mujer”, resaltó.
La Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios del Gobierno del Reino Unido, que realiza un seguimiento de los efectos secundarios de la vacuna, registró 35.707 problemas menstruales en mujeres después de recibir la vacuna, según publicó el Daily Mail. Pero los expertos temen que esta cifra sea sólo la punta del iceberg porque muchas mujeres que experimentaron los cambios probablemente no los informaron.
Los problemas relacionados con el período que se informan después de recibir la vacuna COVID incluyen sangrado abundante, ausencia de períodos y períodos anteriores o posteriores a lo habitual. Incluso algunas mujeres posmenopáusicas también experimentaron sangrado vaginal después de ser vacunadas.
Otras vacunas, como las del HPV, también había reportado los mismos efectos en las mujeres vacunadas, sin embargo, los especialistas aseguran que hasta el momento no hay evidencia de que las vacunas COVID afecten la fertilidad.