Cuando Rocío Marengo anunció hace pocos días su decisión de ser madre sin involucrar a su pareja actual, generó sorpresa y reacciones en el mundo del espectáculo y, por supuesto, del otro lado de las pantallas y las redes.
Sin embargo, su caso no está alejado de la realidad que transitan muchas mujeres. Conscientes de los prejuicios y estructuras que rodean a la decisión, avanzan detrás de un profundo deseo de ser madres, pese a que no se trate de un proyecto en común con la pareja.
La autora de la frase que sintetiza algo que podría percibirse mucho más complejo, prefiere no dar su nombre. “No lo conté en el trabajo todavía porque además de que no son muy ‘abiertos’, siento que implica exponerme a que me digan que mi pareja no me quiere, o que yo no lo quiero, o a juzgar sin comprender”, contextualiza en la charla con TN.
La abogada de 41 años cuenta con detalles cómo y cuándo comenzó el sueño que hoy ocupa el espacio prioritario en su vida. “Cumplí 39 en septiembre de 2019 y no sé si fue la edad, pero sentía que faltaba algo en mi vida. Se me movió todo”, recuerda. “Llegó el Día de la Madre y sentí y decidí que quería tener un hijo. Nunca me lo había planteado y fue un deseo que me surgió”, dice.
Para fin de ese año avanzó con las consultas médicas y hasta llegó a pactar la fecha para iniciar con la estimulación ovárica que le habían indicado: el 25 de marzo. La irrupción del COVID-19 y de la cuarentena dispuesta entonces colocó un abrupto freno de mano. “Recién a fin de año arranqué con el primer tratamiento”, detalla.
De forma paralela, las charlas con la persona que había conocido a través de una aplicación avanzaban y al poco tiempo comenzaron a verse. “Empezamos a salir el 11 de febrero y desde entonces no nos separamos más. A las dos semanas de ese encuentro, me avisan que me van a hacer la transferencia (de embriones) y se lo conté”, rememora sobre la conversación que mantuvo con quien hoy es su novio.
Él tiene 3 hijos: 2 mujeres de 21 y 22 años, y un varón de 13. Con naturalidad, cuenta que la búsqueda de un hijo y su deseo de ser madre surgieron como algo personal, más allá de formar una pareja o no. “Yo nunca pensé en incluirlo, pero él fue sincero conmigo y al mes me dijo que no quería tener más hijos, que ya estaba en otra etapa”, sostiene la mujer que vive en Morón, provincia de Buenos Aires.
Desafortunadamente, el primer intento que realizó para lograr el embarazo no dio resultado. “Fue devastador. Nunca creí que me iba a doler tanto como me dolió”, dice. Por eso le tomó tiempo reacomodarse y volver a empezar, para realizar un segundo intento pronto.
Sin embargo, la decisión no cambió. “La médica hasta último momento me decía que mi pareja podía aportar si quería, que estábamos a tiempo. Pero le dije que no, que no iba a cambiar nada”, detalla. “Esto siempre se vio por el lado de ‘estar en pareja para tener un bebé’. Pero en realidad es al revés, van por vías distintas”, considera. Lo que sí pienso es que tal vez la gente no está preparada en general para ver una pareja como nosotros, pero que no seamos los dos los padres”, agrega.
En cuanto al rol de su pareja, pasa por apoyar y acompañar. “Él me dice que sabe mejor que yo lo que viene”, se ríe.
La búsqueda de Mariana, de 41 años, tiene muchas similitudes. Además de haber comenzado con el tratamiento sin estar en pareja, la pandemia dilató los tiempos. “Empecé a fines de 2018. Me había separado hacía un par de meses y tenía ganas de ser mamá”, cuenta.
“La idea era hacerme una inseminación simple, pero descubrieron que tenía obstruidas las trompas de falopio (las vías por las que se desplazan los óvulos desde los ovarios hasta el útero). Así que clínicamente en cualquier situación hubiera tenido que recurrir a un tratamiento de fertilidad”, relata.
Tras los meses duros de confinamiento, pudo retomar a mediados de 2020. Para fin de año le hicieron estimulación, fecundaron los óvulos y guardaron los embriones para luego poder implantarlos.
“El primer intento no resultó. En esa época conocí a quien es mi novio y actual concubino. En la primera salida le comenté que estaba con esto. Él tiene 4 hijos (de 3, 5, 8, y 15 años) y no quiere saber nada con tener otro más”, expresó. “Por su lado, él también tenía miedo de que yo me asustara al contarme que tenía 4 chicos, pero ambos lo tomamos con naturalidad”, detalla.
La relación avanzó y, según cuenta la mujer, con fluidez. “Todo se fue dando y ahora estamos conviviendo, desde mediados del año pasado. Me bancó en el segundo y tercer intento que hice”, dice la mujer, que vive en la Ciudad de Buenos Aires.
Para Mariana, es fundamental el apoyo de su pareja, pero el deseo es individual. “Yo lo planteé desde un primer momento, sin saber qué iba a pasar entre nosotros y él lo tomo comó un sueño mío. Es como si fuese un sueño de hacer un viaje puntual, por ejemplo, y que la otra persona te apoye”, compara.
En cuanto al futuro en el hogar, no se complica al pensar en una escena posible. “Va a ser como cuando vienen sus nenes, yo acompaño, pero no soy la madre. Lo pensamos por ese lado, con la diferencia de que acá conviviríamos”, opina.
“Todo tiene su tiempo y llega cuando tiene que llegar. No gusta, la ansiedad gana, pero todo llega”, se ilusiona.
Al igual que en cualquier caso en que una mujer o persona gestante acude a una clínica o centro de fertilidad, lo primero que se hace es alcanzar con los estudios específicos para determinar qué procedimiento realizar.
Además, según aclaran los profesionales, cada cuerpo es particular y es necesario explorar la reserva ovárica en todos los casos, independientemente de las edades. “En caso de que la mujer sea fértil, sin ningún problema, se la expone a espermatozoide a través de una inseminación (técnica por la que se coloca en el útero una muestra seleccionada de semen), porque se acude a semen de banco”, explica a TN Sergio Pasqualini, médico ginecólogo y director de Halitus Instituto médico.
“La inseminación puede ser hecha con algo de incentivación ovárica previa, colocando los espermatozoides en el momento periovulatorio, es decir en la previa a la ovulación”, indica.
“En caso de que tenga algún problema de fertilidad, y se determine hacer una fertilización in vitro, se hará”, detalla en relación con un tratamiento más complejo, en el que el óvulo y el espermatozoide se unen en laboratorio y posteriormente se implantan.
En relación con las probabilidades, en una inseminación con semen de banco, asegura que no hay diferencias en relación con la búsqueda de manera natural. “Es un 30% de posibilidades de lograr embarazo por ciclo de tratamiento”, sostiene.
Marisol tiene 36 años. Dice que esperó muchos años pero “no se concretaba”. En su caso, el deseo de ser madre estuvo siempre. “No es que me levanté de un día para el otro con la idea, pero por alguna cuestión u otra lo iba posponiendo, económica, o del hogar, o lo que fuere”, cuenta.
En pareja desde hace dos décadas con un hombre que le lleva varios años y tiene hijos, relata que la idea original era compartida. “A veces me entusiasmaba y decíamos de empezar a buscar. Pero llegaba el momento y por algún motivo no sucedía Y se fueron pasando los años”, asegura.
A mediados del año pasado habían puesto como mes de inicio diciembre. “En ese momento le dije que si no sucedía, yo iba a empezar el tratamiento sola. Tal vez pensó que era una broma o que lo decía a modo amenaza. Pero no era así, yo quiero ser madre, es lo que deseo”, sostiene.
Llegó diciembre y la historia volvió a repetirse. “Se canceló el plan otra vez y empecé a buscar un centro de fertilidad para ver qué me convenía y todo lo que conllevaban los tratamientos. Fueron muchos años de llanto, de bronca, de todo. Y mi conclusión fue que no puedo obligar a nadie a tener un hijo”, considera Marisol.
Decidida y segura, recuerda que fue duro el momento en que habló con su pareja. “Cuando vio que iba en serio la primera reacción fue enojarse. En ese momento me dijo que cuando quedara embarazada ya no iba a estar conmigo. Le dije que estaba bien. Yo no voy a depender de un hombre para ser mamá”, se sincera.
Sin embargo, tras la reacción también teñida por la sorpresa y confusión producto de la noticia, cambió de parecer. “Hizo como un click y me dijo que iba a acompañarme”.