Por Nara Briega
«La apatía, por definición, es la falta de motivación o de interés por los diferentes aspectos de la vida, generalmente asociada a un estado de malestar o desesperanza. El efecto de la apatía lo observamos tanto a nivel emocional como también a nivel conductual», explica la licenciada Patricia Martínez, psicóloga de Halitus Instituto Médico sobre este síntoma, cuyas características más frecuentes son el aplanamiento afectivo, la falta de perseverancia, y la reducción de pensamientos y conductas autogeneradas.
«Para mí la apatía es indiferencia, desinterés; huyo de esos estados, intento siempre que, donde estoy, estar realmente: atenta, perceptiva y a su vez transmitirle a mi entorno lo mejor de mí», dice Mariana.
«Creo que uno tiene que tratar de transmitir su estado de ánimo, entonces intento siempre llevar alegría en mí. Hay días que no puedo estar al cien por ciento y me lo permito, pero sin dejar que ese proceso lo invada todo o se instale en mi espíritu».
Cuando la apatía no es diagnosticada y tratada terapéuticamente se puede intensificar y convertirse en abulia; es decir, en la falta de interés sumado a la falta de ganas para hacer las cosas que constituyen el diario vivir de la persona.
Según Martínez, «el cuadro se va agravando conforme el síntoma va afectando las áreas más primarias de la vida de la persona. Por ejemplo, un paciente apático podría ser aquel que no tiene interés por cuestiones de orden cultural o actual, no le interesa la política o la economía o las cuestiones de la actualidad, no manifiesta interés por programar su futuro, etcétera. Pero cuando alguien nos manifiesta que no tiene ganas de higienizarse, o trabajar o continuar con sus rutinas habituales (es decir las cosas más básicas para el mantenimiento de la vida), entonces probablemente estamos frente a un cuadro dominado por la abulia».
Algunos estudios revelaron una interrelación entre el lóbulo frontal del cerebro (donde se encuentran las zonas corticales de mayor actividad cognitiva) y los ganglios basales que rodean al sistema límbico (residencia de las emociones). En el caso de la apatía, estas conexiones podrían estar interrumpidas de algún modo.
Según la psicóloga de Halitus, entre sus causas se encuentran el consumo de cannabis, que altera la actividad de la dopamina y la noradrenalina, provocando efectos como el síndrome amotivacional, caracterizado por la presencia de apatía, disminución de la memoria, y reducción del impulso y la actividad autodirigida. Algo semejante ocurre con el consumo de marihuana.
En Argentina se ha observado en los últimos años un importante incremento de consultas psicológicas de jóvenes entre 20 y 35 años con síntomas asociados a cuadros distímicos, ciclotímicos y depresivos, donde la apatía y la abulia son dominantes. La mayoría de los consultantes son consumidores de marihuana, en primer lugar, y cannabis en segundo puesto.
También están las causas ambientales como el estrés, las frustraciones, las enfermedades orgánicas y más. Por último, no podemos dejar de mencionar el lugar que puede tener el carácter en todo esto. El pesimista, que conduce a ver siempre los aspectos negativos de la vida, tiende a desgastar el estado de ánimo y generar apatía, abulia y aplanamiento emocional.
«La apatía no es una virtud ni un defecto. Podemos definirla como un síntoma o un emergente de cuadros neuropsicológicos mayores, pero también hay situaciones vitales en las cuales es esperable que la persona se muestre apática», dice Martínez, quien nos brinda algunos parámetros a tener en cuenta:
En líneas generales, es importante saber que la apatía puede formar parte de cuadros psiquiátricos, psicológicos y/o neurológicos, pero también puede estar presente en otras situaciones no clínicas y, en ese caso, se irá transformando conforme la persona elabore la situación que está viviendo.
La apatía es un síntoma cuyo tratamiento dependerá en gran medida de los aspectos o trastornos que lo causen. Sin embargo, a nivel general se pueden establecer diferentes estrategias:
«En terapia, el sujeto apático se beneficiará por norma general de aquellas estrategias que le ayuden a generarse objetivos plausibles y que sean realizables, al principio con cierta facilidad y, con el tiempo, requiriendo progresivamente algo más de esfuerzo. La reestructuración cognitiva también puede ser efectiva de cara a modificar las posibles creencias disfuncionales que puedan estar afectando a la visión del sujeto respecto al mundo y a sí mismo, así como terapias como la de autocontrol de Rehm, para que se puedan fijar metas realistas y alcanzables. En general, aumentar la autoestima y la realización de tareas agradables también resulta de gran utilidad», explica Liliana Encina, licenciada en psicología.
Cambios en la rutina diaria: dado que el estrés y las vivencias negativas pueden ser otras causas de la apatía, la gestión del tiempo también resulta esencial.
Por este motivo, es necesario realizar actividades fijando horarios concretos que dejen lugar a espacios de relajación, así como la realización de diferentes ejercicios y técnicas que la faciliten.
«Un estilo de vida saludable resulta fundamental a la hora de mejorar la sintomatología. El control de la alimentación puede permitir suplir diferentes déficits que pueden ayudar a generar la apatía. Del mismo modo, el ejercicio físico es conocido por ayudar a generar endorfinas de manera que su realización puede resultar útil tanto en este aspecto como a la hora de rebajar el nivel de ansiedad y frustración que pueden hallarse detrás de algunos casos», afirma Encina.
El apoyo y el reforzamiento de la iniciativa por el entorno del paciente supone una gran ayuda para superar estados de apatía, especialmente ante trastornos como la depresión. El uso de sustancias psicoactivas, especialmente de tipo depresor, puede tener efectos perjudiciales y ayudar a mantener e incluso generar la apatía. De este modo, se debe disminuir y controlar el consumo de este tipo de sustancias.
El uso de psicofármaco: en algunos casos será necesario el uso de fármacos ansiolíticos o antidepresivos. También resultan efectivos otros que contribuyan a mejorar la circulación de neurotransmisores como noradrenalina y dopamina.
Claves para superar la apatía
El primer paso es descartar problemas médicos. Descartados factores hormonales u otros problemas orgánicos, debemos entender qué subyace a nuestro estado de ánimo.
Seguidamente, estableceremos un período de transición. En él solo haremos una cosa: resolver problemas. Pensaremos en formas de afrontar esa insatisfacción, ese miedo, esa decepción… Estableceremos un proceso de desapego ante todo lo que nos inmoviliza.
Cambios graduales: introducir pequeños cambios en nuestras rutinas. Por ejemplo, podemos cambiar de dieta o establecernos nuevos horarios. Más adelante y a medida que asumamos esas pequeñas variaciones, será momento de iniciar cambios mayores. Esos que deben aportarnos bienestar, esos que se ajusten a nuestras expectativas vitales.
Fijar objetivos concretos hacia cosas que podamos conseguir en el día a día y que nos den satisfacción.
Desafiar a la apatía. Una vez que hemos incorporado nuevas rutinas y hemos conquistado objetivos cotidianos, debemos aprender a desafiar a ese estado invalidante. Cuando notemos que aparece esa sensación, busquemos una alternativa. Por ejemplo, podemos pensar en algo nuevo y motivador que la haga desaparecer.