El embarazo adolescente marca un incremento sostenido en las últimas décadas. Alrededor de 3 mil nacimientos al año corresponden a madres menores de 15 años. La gravedad de las cifras obliga a preguntarse qué tipo de políticas públicas se deben llevar adelante para intentar resolver el problema.
El aumento en la cantidad de niñas embarazadas es la más macabra prueba de que los abusos existen. Y cada vez son más. Esto agrega otro problema más a esa maternidad prematura. Suma problemas en la salud psíquica y social de esa niña.
La doctora Beatriz Literat, médica clínica, ginecóloga y sexóloga, de Halitus Instituto Médico explica que si bien durante la adolescencia los cuerpos llegan a la madurez sexual; no siempre los jóvenes están preparados para tener sexo.»Los adolescentes que muchas veces carecen de la información necesaria; no sólo se exponen a un embarazo no deseado sino que componen una población de alto riesgo para el contagio de muchas enfermedades. La promoción de la educación sexual y el acceso a los métodos anticonceptivos permite concientizar y lograr evitar los problemas asociados al embarazo adolescente»; afirma.
En paralelo, en un estudio realizado por la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM) en 2016 en base al Censo 2010 se detectaron 230.188 mujeres menores de 19 años que convivían o estaban casadas en general con varones en promedio de 10 o más años de edad mayores que ellas. La mayoría tenía un hijo con esa pareja. Esa diferencia de edad las expone a, por ejemplo; no usar métodos anticonceptivos porque la pareja no quiere.
En América Latina y el Caribe el embarazo adolescente es importante y la tasa de maternidad adolescente es la segunda del mundo después de África. Dentro de la región, de cada tres nacimientos de madres entre 15 y 19 años; dos ocurren en los países del Cono Sur incluido Brasil.
Si bien las leyes argentinas garantizan el acceso a la Educación Sexual Integral (ESI) y a recibir información y métodos anticonceptivos; como la implementación de estas leyes es insuficiente o nula se mantienen las altas tasas de embarazo en la adolescencia; a lo cual se suma en los últimos años el aumento de las violaciones.
Ahora bien, si tomamos en cuenta los datos del ex Ministerio de Salud de la Nación (2018), se estima que la tasa de embarazo adolescente (considerado en mujeres de entre 10 y 19 años) en nuestro país es de un 13,3%, siendo a su vez de un 0,3% en menores de 15 años. Sin embargo, hay enormes disparidades si el análisis se hace por provincia: en algunas regiones la tasa de embarazo adolescente es mayor al 20%, y mayor al 0,5% en menores de 15 años en algunas provincias.
El embarazo en jóvenes trae consecuencias para su crecimiento: el riesgo de exposición a un aborto inseguro; de abandono escolar y las dificultades en la crianza del hijo; resultan en limitaciones para su desarrollo personal.
«En primer lugar es importante que los padres y los hijos hablen sobre la sexualidad para valorizar la importancia de la relación amorosa con responsabilidad; lo cual implica madurez para afrontar las situaciones que acontezcan como resultado de la misma. La educación no significa enseñar a utilizar bien un preservativo; sino un concepto integral que incluya la ética; la salud, la responsabilidad y el compromiso de los seres humanos entre sí. A esto los padres no deben tenerle miedo ni eludirlo»; aconseja Literat.
Es por eso que entendemos que la información, la toma de conciencia y la educación son las bases de la prevención. El objetivo principal debiera ser no centrar la atención de los jóvenes en una sexualidad limitada a la genitalidad sino evitar conductas de riesgo típicas de la edad. La escuela debe brindar una educación básica en cuanto a sexualidad pero las pautas y los valores; más ó menos religiosos ó liberales, fundamentalmente se transmiten en el seno familiar.
Nunca podremos hablar de una sola forma de prevenirlo. La solución probablemente deba involucrar y comprometer a toda la sociedad, así como al sistema educativo y al de salud. Sabemos, por ejemplo, que no basta con contar con la provisión gratuita de un método anticonceptivo, hay que pensar en la educación que los adolescentes tienen para poder acceder y usar correctamente ese método anticonceptivo. También debemos pensar en eliminar las barreras, que son muchas, para que los adolescentes puedan tener contacto con el sistema de salud que les proveerá un método. Y para complejizar más el tema, además de prevenir el embarazo, debemos educar en conductas sexuales seguras: no es suficiente el indicar un anticonceptivo, tenemos que incentivar el uso del preservativo para prevención de las infecciones de transmisión sexual.
Afortunadamente, Argentina es un país que dispone de un marco legislativo favorable para garantizar el derecho de los adolescentes a acceder al sistema de salud en forma autónoma, sin obligación de acompañamiento de un adulto y en el marco del respeto de la confidencialidad, tal como queda explicitado en el nuevo Código Civil (Ley 26.061y 25.673, art. 26 del Código Civil y Comercial). Esto incluye el derecho a recibir anticoncepción, a partir del cual debe ser asesorado y provisto de los métodos en forma gratuita. La implementación de un programa de Educación Sexual Integral en las escuelas (Ley 26.150) y el derecho a la educación en las adolescentes durante el embarazo y lactancia (Leyes 25.808 y 25.273) también estarían garantizados, dado que lamentablemente la maternidad adolescente es una de las principales causas por las que se abandona el colegio.
No hay una respuesta única, el mejor método seguramente será aquel que la adolescente esté motivada para usar; sea capaz de obtener y usar correcta y consistentemente en el tiempo; garantizándonos así su eficacia. Tradicionalmente; uno de los métodos más populares son las pastillas anticonceptivas. Podemos decir que las pastillas actuales son muy efectivas; tienen mínimos efectos adversos y, por el contrario; proporcionan con su uso otros beneficios sumamente atractivos para las adolescentes; como puede ser la regularización del ciclo menstrual, la reducción del acné y del dolor menstrual. Pero, a pesar de la vigencia de las pastillas;hay novedades, nuevas fórmulas, formas de administración no orales por ejemplo y nuevos métodos también.
Las pastillas y el preservativo tienen muchas cosas positivas, pero comparten un punto débil y es que la máxima eficacia de esos métodos anticonceptivos depende mucho de la usuaria y de otros factores externos: que no haya olvidos de comprimidos, que consiga las pastillas a tiempo; que use el preservativo todas las veces; que no se rompa, etc. Es por ello que hace un tiempo que las recomendaciones nacionales e internacionales sugieren el uso de otros métodos anticonceptivos con más eficacia “en la vida real”. En adolescentes, así como en adultas; actualmente se recomiendan en primera instancia los llamados métodos anticonceptivos reversibles de larga duración (LARCs, según siglas en inglés). Estos métodos tienen menos del 1% de falla, ya que su eficacia no depende de la conducta de la usuaria. Por eso, se mantienen en cualquier situación.
Los métodos reversibles de larga duración son el implante anticonceptivo – pequeña varilla que se coloca escondida por debajo de la piel del brazo; liberando medicación anticonceptiva por 3 años; con una eficacia altísima-; el DIU de cobre y el DIU liberador de levonorgestrel. Su eficacia es altísima; tienen muy pocos efectos adversos y no afectan la fertilidad futura de la usuaria. Brindan entre 5 y 10 años de anticoncepción.
La consulta con el médico especialista en adolescencia; el sexólogo clínico, el ginecólogo en las chicas ó el urólogo en los varones, es importante para aclarar dudas; formular interrogantes, evaluar cuál es el mejor método anticonceptivo y realizar un seguimiento integral del joven. Ello permitirá evitar el embarazo así como las enfermedades de transmisión sexual.