«Yo soy muy organizada con el tema fechas, con mi hijo traté de calcular que no naciera en vacaciones o en feriados, soy de pensar en eso. Hasta tenía el ácido fólico para tomar. Pero volvimos de vacaciones desde el exterior y empezó la pandemia. Es cierto que no hay momentos ideales, pero algunos son más ideales que otros. Y este no lo es», sostiene Magalí, que tiene 33 años y un hijo de 4. «A nosotros nos hubiese gustado ser padres por segunda vez antes, pero la economía no ayudó, y decidimos esperar. Es decir, ya venimos postergando por distintos motivos y aunque estén las ganas, con el tema de la pandemia, creemos que no es el momento». En pausa. En muchos casos, los deseos de tener un hijo se postergaron hasta que exista un contexto más favorable. El baby boom que varios vaticinaban a principios de la cuarentena parece lejos de la realidad.
Magalí asegura que lo que marcó su decisión fue ver cómo transitaba el embarazo una pareja amiga, que acaba de tener a su bebé. «Ver el proceso de cómo llevó ella el embarazo me pareció de mucha soledad. Por empezar, su pareja no la podía acompañar a la eco, tenía que quedarse afuera. Pagó una 4D para que el papá pueda ver a su bebe en la panza y escuchar sus latidos -cuenta-. Para mí, que ya tuve un embarazo, es fundamental el tema de los afectos, el acompañamiento. Ella estuvo sola encerrada en su casa, no salía salvo para hacerse estudios. Yo no pude verla embarazada salvo por videollamada. Es muy difícil porque cuando estás en ese estado necesitás el afecto, la contención, que te toquen la panza y eso no puede suceder», argumenta Magalí, que sabe que tiene a favor el reloj biológico.
«Yo puedo tomarme un tiempo más, tengo 33 años, sé que puedo esperar. Por supuesto mi idea era que no se llevaran tanto com mi hijo, para no repetir mi historia. Con mis hermanos me llevo mucha diferencia y entre ellos se llevan solo 13 meses y quería tener a mis hijos más seguidos -reconoce-. Pero también pienso que no tiene sentido exponerse en este momento si podés esperar. Me parece una pena meterse en algo así, no estaría tranquila con una panza. Además, está el tema de los abuelos que no pueden conocer al bebé. No es un detalle menor, creo que no hay que minimizarlo. Es durísimo que piensen ‘me perdí los primeros meses de vida de mi nieto o nieta’. Más allá de las ganas y la ilusión de tener otro hijo, hay que poner en la balanza todo y si podés darte el lujo de esperar un poquito, está bueno hacerlo».
Aunque la verdad se conocerá en un tiempo, cuando las estadísticas reflejen los nacimientos de los bebés gestados durante la cuarentena, los especialistas consultados sostienen que la cantidad de embarazos en estos meses ha disminuido de forma considerable. Mario Sebastiani, obstetra, profesor adjunto de la División de Tocoginecología del Instituto Universitario del Hospital Italiano y autor de numerosos libros, entre ellos ¿Por qué tenemos hijos?, sostiene que la cantidad de embarazos ha decaído.
«En la pandemia, en el sector de seguridad social, que es el que yo atiendo, veo que hay muy pocos casos de consultas de primera vez, es decir de nuevos embarazos. Incluso de mujeres con embarazos no deseados, que siempre aparecen, tampoco han aumentado. Existe una coincidencia médica de que el trabajo en general ha bajado. Mismo en el sector público tampoco creo que hayan aumentado porque una de las cosas que han funcionado bien en los últimos años en el país es la anticoncepción. Las mujeres que se atienden en hospitales públicos lograron tener métodos anticonceptivos de última generación y larga duración gratis. No hay ningún baby boom, sino una responsabilidad a la hora de traer un hijo a este mundo».
Según Sebastiani, la presunción de que iba a producirse por la cuarentena un baby boom es totalmente errada: «Se esperaba una explosión de embarazos porque se creía que al estar encerrados lo único que podíamos hacer era tener sexo -plantea-. Pero no fue así, la pandemia fue un impacto emocional muy grande y sigue siéndolo. Tuvimos miedo a salir, a relacionarnos, sobre todo con la gente que no se conoce. Las mujeres que vienen con un embarazo es porque ya tenían decidido tener un hijo, pero aun así están muy preocupadas por esta situación no solo médica, sino social, por el futuro del mundo».
Distinto es el caso en los centros de fertilidad, donde los pacientes ya vienen postergando por meses o incluso años el deseo de tener un hijo, y posponerlo nuevamente a causa de la pandemia no suele ser una opción para ellas. «La demanda de tratamientos de parte de los pacientes se mantuvo e incluso aumentó. Desde que retomamos la actividad, hace más de un mes, se nota que la necesidad por avanzar con los tratamientos es muy fuerte -sostiene Sergio Pasqualini, director científico del Instituto Médico Halitus-. Los que estaban buscando embarazos, si estaban preparados para iniciar el tratamiento, lo hacen porque la decisión ya estaba tomada; y las que estaban en duda de hacerlo están retomándolos porque se dieron cuenta de que esto viene para largo. No es un mes más y listo. Entonces la mayoría piensa que no tiene sentido esperar. Tal vez las que no están tan apuradas por una cuestión de edad o ya tienen embriones congelados y solo deben transferírselos, deciden posponer ese paso hasta que esto termine, pero son las menos», asegura el especialista. Hay un motivo más que pesa a la hora de no demorar la búsqueda del hijo: en el caso de los tratamientos de fertilidad, que suelen ser costosos, una vez que la prepaga u obra social aprueba el procedimiento, los pacientes lo inician rápidamente para que no se les venza el plazo y deban revalidarlo.
Más allá de que en su centro los tratamientos continúan, Pasqualini coincide en que no habrá el tan anunciado baby boom: «No hubo un aumento de la actividad sexual, sobre todo cuando el encierro te agarró en pareja, con hijos. Y a las parejas solas puede que haya aumentado un poco al principio, pero con el paso del tiempo fue mermando -asegura-. Incluso, en este contexto, muchas personas que ya tienen un hijo comenzaron a replantearse si tener otro. Esta situación hizo reflexionar a muchas parejas, les hizo ver las cosas que pueden ocurrir, y empezaron a analizar el tema», sostiene el director científico de Halitus que a pesar de no estar yendo al centro, se mantiene cerca de sus pacientes a través de videollamadas o desayunos virtuales.
Valeria Deleo es una de las pacientes que está en modo espera. Con los embriones listos para ser transferidos, medita en su casa el momento más adecuado para embarazarse. A pesar de las ganas, sabe que lo más importante ya está hecho y puede esperar un poco más hasta que el panorama sea un poco más alentador. Sin embargo, internamente, se puso una fecha límite: noviembre 2020, justo un año después de empezar el camino de la reproducción asistida.
«En total perdí tres embarazos, con mi marido nos hicimos un millón de estudios y no salió nada, estamos perfectos. Es decir, hay una infertilidad sin causa aparente -cuenta Valeria-. En noviembre pasado, después de la tercera pérdida, decidimos empezar un tratamiento de fertilización. Como tengo 40 años, ya no queríamos perder tiempo. Nos hicimos los estudios y al volver de vacaciones, los llevé a Halitus, donde me dieron la carpeta para presentar en la prepaga. Todo iba perfecto. Nos fuimos a Mar del Plata por el feriado de Semana Santa y nos agarró lo cuarentena ahí. Nos volvimos el 24 de mayo cuando faltaban pocos días para revalidar la autorización de la prepaga y ahí decidí a hacerme la estimulación ovárica para poder congelar los embriones. Por suerte, los bebés nos están esperando», dice.
Aunque está tranquila con los embriones, todavía evalúa cuándo hacer la transferencia. «Es difícil porque estamos en medio del pico de contagios y eso me frena pero mucho más no lo quiero estirar», reconoce Valeria, que desde que llegó de Mar del Plata solo salió para hacerse controles médicos relacionados con tratamiento y no mucho más. «Me cuido al extremo, no salgo ni a tomar un café. No hay mucha información del tema del embarazo. Mi miedo es qué hago si me contagio, qué puede pasar con el bebé. No es el contexto ideal, claramente. Se nos había encaminado todo, y sucede esto de la pandemia, que no sabés cómo ni cuándo termina. Intento no mirar cuántos casos hay, pero me puse como límite noviembre. Me imagino en Navidad con el regalo del embarazo», se ilusiona.
Sin embargo, Valeria reconoce que tiene dudas. «Muchos conocidos me dicen ‘¿cómo vas a hacer esto en medio de la pandemia?’ Los comentarios de algunos te tiran para abajo, te aconsejan que no vaya a las clínicas, te llenan la cabeza diciéndote que te vas a contagiar. Pero la realidad es que se cumple al pie de la letra con el protocolo, hay mucho control. Igual vas con miedo, es inevitable».
Respecto de cómo ha afectado el virus al momento de lograr un embarazo, el centro de fertilidad IVI Buenos Aires realizó un estudio de investigación que analiza el grado de ansiedad ante la suspensión de tratamientos en el contexto de pandemia. Los resultados confirmaron que los pacientes de medicina reproductiva se vieron afectados al suspender o posponer sus tratamientos. El informe asegura que hubo un aumento del 32% de la ansiedad en estas pacientes con relación a tiempos anteriores, y que en el 41% ha visto afectado su estado emocional. Sin embargo, el 64,4% de las personas consultadas no creer que el virus pueda afectar a su bebé y el 83,8% contestó no creer que, si se embaraza, pueda tener más riesgo de contagiarse. Incluso si eso pasara, un 57,5% no cree que podría afectar su embarazo.
«El estudio marca que la mayoría no tiene miedo al COVID, ni a transmitírselo al bebe. En esta población la postergación viene haciéndose crónica. La mayoría de las pacientes que suspendieron los tratamientos, aumentaron su nivel de ansiedad y buscan retomarlos. Consideran que pueden llevar adelante un embarazo en pandemia. No quieren postergarlo más porque las lleva a un estado emocional que es insostenible», sostiene María Villamil, encargada de la Unidad de Apoyo Psicológico de IVI Buenos Aires, que encabezó el estudio. «La mayoría prefiere transferirse porque esto se alargó muchísimo y el panorama es incierto, no se sabe cuándo va a terminar». En algunas, sin embargo, pesa la presión social. El ‘no lo hagas’ porque no es el mejor momento puede influir. «Es un lugar poco empático. No sentirse acompañada en la búsqueda es común. Muchas veces ni lo comparten con las familias, no lo dicen justamente para no dar lugar es esos comentarios. Es un sufrimiento invisible».
Con 43 años, Natalia Sánchez debió empezar de nuevo su búsqueda. Justo antes de la pandemia, después de 3 tratamientos fallidos, un cambio en la prepaga la obligó a buscar otro centro donde tratarse. Pero llegó la pandemia y su sueño se postergó: tenía turno con un nuevo médico el 24 de marzo, pero todo se suspendió. En mayo, le ofrecieron un turno por videollamada, pero dijo que no. «Necesitas el cara a cara, conocerlo, llevarle todos los análisis, no se puede hacer algo así por videollamada… No me convencieron las formas y suspendí hasta que todo se normalice. Además, el momento no es el ideal: no lo podés compartir con tu pareja, estás sola, no tenés contención. Es duro empezar otra vez así, de esta manera, no sé si quiero. En estos años te preparás para un montón de cosas, pero no para una pandemia».
Sin embargo sabe que el tiempo no juega a su favor. «Ya tengo 43, mucho más no me queda. Al principio de todo esto decía el mes que viene, ya va a pasar… pero se está extendiendo. La intención es esperar y ver cómo arrancar de nuevo con la nueva normalidad. Lo peor es la incertidumbre, no sabés cuándo va a terminar. El virus es un obstáculo inesperado, que nunca imaginé. Incríblemente la pandemia está frustrando mi sueño de ser mamá.»
Producción de Marysol Antón