“Imagínese ir a un restaurante donde el chef le sirva lo que le apetezca en lugar de darle una opción. Imagínese un jardinero que nunca preguntó: ‘¿Cómo le gusta que le corten los arbustos?’ Sin embargo, cuando se trata de sexo, muchos de nosotros asumimos que sabemos lo que quiere nuestra pareja, o nos callamos en lugar de dar comentarios”, asegura el autor, orador público y psicoanalista de investigación Paul Joannides, es su libro The Guide to Getting It On (La guía para conseguirlo).
Hablar de sexo abiertamente hace que las relaciones sean más divertidas y satisfactorias. No hay dos personas que quieran las mismas cosas, tengan las mismas fantasías o quieran ser tocadas de la misma manera. ¿De qué hay que hablar? Del estado de ITS de una persona, de las precauciones para las relaciones sexuales más seguras, de los límites, de los deseos, pero también del placer sexual.
El aspecto del placer aún no está integrado en la educación sexual. Los discursos y las campañas de salud pública tienden a ignorar el placer y los deseos sexuales y, en cambio, consideran que el sexo es un factor importante que contribuye a la propagación de enfermedades, que por lo tanto deben controlarse o reprimirse. La buena noticia es que la Organización Mundial de la Salud y la Asociación Mundial para la Salud Sexual ahora han reconocido el placer sexual como un componente clave de la salud sexual.
La sexualidad es una fuerza impulsora de la vida de las personas; está plagada de poderosos tabúes que dan forma al comportamiento y la comunicación humanos. También es un fenómeno multifacético que tiene muchas variaciones. En el campo de “lo sexual” hay ciertas cosas de las que no vemos lo suficiente (como el vello corporal), de las que tenemos miedo de hablar con nuestras parejas (como la gran O) o que nunca soñaríamos con pedir (como el sexo durante ese tiempo de el mes).
“Nos enseñaron que de sexo no se habla; porque es peligroso o porque es difícil de disfrutar, nos enseñaron que hay que tener cuidado, pero no nos enseñaron el derecho a pedir placer. Muchas veces creemos hablar de sexo es hablar sobre la prevención, sobre el uso de anticonceptivos y preservativos. En realidad, hablar de sexo también tiene que ver con la responsabilidad afectiva, con cuidar las emociones y con generar intimidad mucho más allá de los genitales”, sostuvo en diálogo con este medio Florencia Salort, médica ginecóloga, sexóloga y coordinadora de Extensión Universitaria del servicio de Ginecología del Instituto Universitario del Hospital Italiano.
¿Por qué a muchos de nosotros nos resulta tan difícil hablar de sexo? Con demasiada frecuencia es un tema delicado e incómodo que puede hacernos sentir avergonzados o inadecuados. Quizás no teníamos los mensajes o la información más positivos sobre el sexo cuando éramos más jóvenes; tal vez sentimos que hablar de nuestras fantasías más íntimas nos hará vulnerables a la crítica, el juicio o el rechazo.
“En la actualidad, si bien las personas tienen conductas sexuales mas libres y mucha menos represión que hace dos o tres décadas, la comunicación sobre temas de su sexualidad continúa siendo dificultosa. Son muchos los pacientes que, en la primera consulta sexológica, inician la entrevista diciendo que no saben muy bien como expresar lo que quieren transmitir. En realidad, no importa tanto el motivo de la consulta, la dificultad para comunicarse sobre la sexualidad es algo habitual. Y en mi experiencia, uno de los principales inconvenientes es el manejo del lenguaje”, explicó a Infobae la doctora Beatriz Literat, médica sexóloga clínica y ginecóloga del Departamento de Gineco-Sexo-Estética de Halitus Instituto Médico.
“A pesar de los cambios favorables en materia de libertad sexual, el sexo que aparece en las redes y los medios de comunicación no condice con lo que sucede en la intimidad. Todavía existen represiones, censuras, ignorancia, perjuicios, que coartan la libre expresión. El cuerpo, el deseo, y el género, siguen generado cuestionamientos, violencia y discriminación. En este contexto, las creencias rígidas provocan pudor, y falta de comunicación de los problemas sexuales, lo cual retrasa la consulta sexológica”, aseveró Walter Ghedin, médico psiquiatra y sexólogo.
Para Salort, “la sexualidad no es un tema que se hable en una mesa o en familia. Tampoco la masturbación, la autosatisfacción, el conocimiento de los cuerpos o la aceptación de diferencias. Generalmente nos cohibimos y juzgamos y eso tira para atrás la comunicación y el disfrute. Muchas veces nos da vergüenza contar fantasías, pasiones, registrar cambios, tratar de cambiar de rutinas, incorporar cosas nuevas, decirle a nuestra pareja lo que nos gusta y lo que no, y en general nos cuesta mucho pedir”, dijo.
Nuestros cuerpos están diseñados con la capacidad incorporada de atraer a una pareja sexual. Lo que distingue la sexualidad humana de la sexualidad animal y vegetal es nuestra capacidad, o incluso nuestro impulso, de descubrir cómo dar y recibir placer a través de la actividad sexual.
Entonces, si estamos hechos para atraer a una pareja, ¿hemos refinado nuestras prácticas sexuales más allá del emparejamiento sin sentido? Lo llamamos “hacer el amor” por una razón: entendemos los deseos de nuestra pareja y nos encanta cumplirlos. Y si disfrutamos de las actividades sexuales sin pareja, nos comprendemos y amamos lo suficiente como para darnos y recibir satisfacción sexual.
Ya sea que nos atraiga el sexo opuesto, el mismo sexo o ambos, la verdad es que aprendemos a experimentar el placer sexual por el placer de comprender nuestros propios deseos y respuestas sexuales. Nuestro disfrute de conductas y prácticas sexuales específicas varía de un individuo a otro. Por ejemplo, la pornografía puede resultar irresistible para algunas personas y repugnante para otras. El punto es que no importa qué estimula nuestros deseos sexuales individuales o qué prácticas sexuales utilizamos para satisfacerlos, todos somos seres sexuales. Cómo elegimos comportarnos como seres sexuales depende de nosotros.
Dentro de los consejos para aquellos que les cuesta más decir lo que les gusta, Salort -más conocida como @flordegineco en Instagram- enumeró los siguientes: “Primero, creerse con el derecho de pedir lo que a uno le gusta. Muchas veces nos da vergüenza, creemos que está mal pedir, que está mal que no nos guste lo que le gusta al otro, nos sentimos raros o sentimos que tenemos que llegar a un ‘nivel’ de hacer cosas que a veces no tenemos ganas de hacer pero que por el ‘qué dirán’ hacemos. Así, nos perdemos de disfrutar de lo que realmente tenemos ganas de hacer. Hacer cosas que no queremos nos quita el deseo y el disfrute. Podeos pedir lo que nos gusta a través de la comunicación verbal y mucha veces a través de la no verbal. El lenguaje corporal dice mucho; mostrar lo que nos da placer o acompañar a ese otro hasta que lo haga sirve y mucho. Tenemos derecho a pedir lo que nos gusta, a decir que sí y a decir que no. Toda persona tiene derecho al goce”.
Se ha demostrado que el sexo promueve mejores hábitos de sueño, menos estrés, más felicidad, etc. El sexo es una función corporal saludable. Nuestros cuerpos prosperan con las sustancias químicas liberadas durante el orgasmo, por lo que una vida sexual saludable es parte de un cuerpo sano.
Pero, ¿a qué hace referencia la salud de la sexualidad? “La salud sexual es un estado de bienestar físico, mental y social en relación con la sexualidad. Requiere un enfoque positivo y respetuoso de la sexualidad y de las relaciones sexuales, así como la posibilidad de tener experiencias sexuales placenteras y seguras, libres de toda coacción, discriminación y violencia”, reza el apartado de salud sexual de la Organización Mundial de la Salud.
Según la declaración sobre el placer sexual de Asociación Mundial de Salud Sexual, “la autodeterminación, el consentimiento, la seguridad, la privacidad, la confianza y la capacidad de comunicarse y negociar las relaciones sexuales son factores habilitantes clave para que el placer contribuya a la salud y el bienestar sexuales”.
Una vida sexual satisfactoria comienza y termina con el reconocimiento y la comprensión de nuestras propias necesidades y responsabilidades sexuales. En última instancia, somos responsables de nuestro propio placer sexual. Recién entonces podemos reconocer las necesidades y responsabilidades de nuestros socios.
Para Salort, “la sexualidad plena tiene que ver con la coherencia entre lo que tenemos y lo que queremos tener, y con que todo es normal siempre y cuando se respete al otro, sea un sexo consensuado, deseado y entre adultos. Ahí estamos tranquilos de que en el sexo en ese estado todo vale”.
“La experiencia terapéutica de una consulta implica la posibilidad de empoderarse, no solo en la comprensión de la propia sexualidad, sino también de poder expresarlo con palabras apropiadas y mejorar la comunicación con la pareja”, concluyó Literat.