Hace dos meses que Damián Fernández (39) adelanta el horario de salida de su trabajo para llegar a casa y compartir el tiempo con su hijo Felipe. El bebé, de sesenta días, es el sueño hecho realidad de él y de Claudia Hartung, con quien está en pareja hace 20 años. Pero la llegada del pequeño no fue nada sencilla: la encargada de cumplir el deseo profundo de la pareja fue la hija mayor de Claudia, Vanina Ornella (34), que decidió prestar su vientre para traer al mundo a su hermanito.
«Ante los múltiples intentos fallidos de embarazo y tratamientos de fertilización de mi madre, le propuse poder prestarles el vientre. Siempre tuve ganas de ayudarlos», confiesa Vanina -mamá de cuatro hijos- que dio a luz a su hermano menor a través del método de gestación solidaria.
Claudia y Damián son de Rafael Calzada, en el sur del conurbano bonaerense, y se conocieron hace más de dos décadas. Juntos terminaron de criar a las tres hijas del primer matrimonio de Claudia.
«Yo me acababa de separar del papá de Vanina, Noelia y Diana cuando apareció en mi vida Damián. Formamos una familia hermosa. Pero yo sabía que él tenía un profundo anhelo de convertirse en papá», relata Claudia.
Lo intentaron. «Hace 15 años tuvimos a Agustín, que nació prematuro. A los pocos días murió. Costó mucho recomponerse tras esa pérdida, es una herida que aún no cerró», relata Claudia.
Tiempo después volvieron a la idea de ser padres. «Averiguamos tratamientos de fertilización asistida. Puse mi cuerpo, mis ganas y todo el dolor que arrastra. Pero cada vez que aparecía una esperanza después se caía. Hasta que Damián me pidió que no siguiéramos«, confiesa.
Pensaron en la subrogación de vientre, vieron a los famosos felices con sus hijos, pero también desistieron cuando supieron que esos bebés nacían en el exterior y que en la Argentina ese sistema no está permitido porque implica un contrato comercial.
La vida siguió. Claudia y Damián fueron abuelos y hoy ya tienen nueve nietos. «Hasta que un día vino Vani con la noticia impresa de un diario local, un caso de una cuñada que le había prestado el vientre a su hermano para gestar a su sobrino. Ella nos incentivó a buscar la manera de probar con la gestación solidaria».
La esperanza volvió de la mano de la llamada «gestación solidaria».
«La gestación solidaria o por sustitución, es el acto en el cual una mujer lleva adelante un embarazo para otra persona donde no hay vínculo genético con el embrión. Antes de la transferencia embrionaria se firma un consentimiento previo, libre e informado para hacerlo. La solidaria puede aceptar una compensación pero no hay un contrato comercial de por medio», explica a Infobae Fabiana Quiana, abogada especialista en derecho internacional de familia.
Decididos, los tres se contactaron con los médicos para poder llevar a cabo el tratamiento. «Tuve que hacerme muchos estudios de salud, se trataba de mi quinto embarazo. Mis cuatro partos por vía natural y mi edad fueron fundamentales y jugaron a favor», dice Vanina.
La que no estaba de acuerdo fue la psicóloga que interviene en el proceso de aprobación. «Nos desalentó a hacerlo por el vínculo familiar, aunque nunca estuve tan segura en mi vida«.
En paralelo, la Justicia autorizó el procedimiento.
El primer intento de implantación no funcionó. «Hubo miedo, desesperación y dolor, aunque no perdimos las esperanzas», relatan. Al mes siguiente, la noticia más esperada: la confirmación del embarazo.
Y los primeros síntomas no tardaron en llegar, «vómitos, náuseas, y acidez. Todo lo que no tuve con mis otros cuatro hijos, con Felipe se manifestó todo junto», recuerda, entre risas, Vanina.
Pasado el primer trimestre de embarazo, la ecografía anunció el sexo. «Le pedí al ecógrafo que no les contara a ellos, me lo guardé para mí. Al día siguiente organicé una fiesta para revelarlo: ¡un varón!«.
Como no podía ser de otra manera, Damián salió a comprar una camiseta de River. Y la elección del nombre del bebé fue un pedido especial de la madre y su hermana.
Allí estuvieron los tres más unidos que nunca durante los controles prenatales, las ecografías para seguir de cerca el crecimiento: «Fuimos cuatro durante los nueve meses».
Hasta que llegó el día tan esperado. Después de once horas de parto, una inducción de por medio, el 15 de julio de 2019 a las 23.50 nació Felipe Fernández por cesárea de la mano del obstetra Ignacio Pérez Tomasone: «Un lechoncito de 3,930 kilos», coinciden todos.
La decisión de Vanina
«Seguí de cerca el proceso de búsqueda de mi madre y Damián. Nunca me saqué de la cabeza la idea de ayudarlos. Al ver esta posibilidad de la gestación solidaria no lo dudé. Siempre había pensado que yo sería capaz de hacer algo así por ellos».
Vanina cuenta que no mantiene un vínculo con su padre biológico y que prácticamente vivió toda su vida con la pareja de su madre. «Damián me ayudó mucho y esto se lo debía. Lo único que quería era hacerlos feliz».
-¿Cómo tomaron esta decisión tus cuatro hijos?
Lo entendieron perfectamente. Lo asimilaron de manera natural, creo que más que nosotros. Los más chiquitos me acariciaban la panza diciendo: «Hola, tío, ya vas a estar con la abuela».
-¿Lo volverías a hacer?
-No sé. Creo que por una de mis hermanas seguro.
Felipe llegó para acaparar la atención de todos: la felicidad de sus sobrinos, sus hermanas y papás reconfirma el vínculo y el amor familiar. «Estamos ansiosos por contarle a esta hermosa historia».