En 2009 empezó a buscar el embarazo. «No quedaba». En su pareja alcanzó con un espermograma. Ella tuvo que pasar por «diez o doce» estudios. «Tenés las trompas de falopio obstruidas ¿sabés? La única posibilidad es la fertilización asistida«. Así de sencillo fue el primer cachetazo a su deseo de ser madre.
«Pero Vani, con toda la tecnología que hay, ahora que está todo tan avanzado, quedás embarazada enseguida», le decían todos. No quedaba.
Fueron nueve cachetazos. En diferentes estadíos. Inyecciones, festejo, reposo absoluto, pérdida. Inyecciones, festejo, reposo absoluto, pérdida. El ciclo se repetía. Su panza no crecía. No quedaba.
Una noche «muy triste» en la que se le cruzó por la cabeza no intentarlo más, le dijo a su mejor amiga algo muy íntimo: «Quiero sentir el embarazo en el cuerpo«. Casi 10 años después, esa amiga fue la que le hizo sentir su embarazo, el de su hija, desde el cuerpo de ella.
Esta es la historia del Día de la Madre «bilateral» de Vanina Dellacasa (37), que lo festeja gracias a Micaela (41), la gestante. El festejo es así teniendo en cuenta que ella es argentina pero vive en uruguay, donde las madres festejan su día en mayo, como en el resto de los países. y Margarita nació el 19 de julio de 2018. Entonces, la celebración es doble, En realidad, «de a cuatro», como fue el parto, en Buenos Aires, donde vive Micaela.
Pero antes del final feliz en Halitus Instituto Médico, una de las clínicas más reconocidas en subrogación del país, llegó el último cachetazo. El más fuerte.
«Habíamos consultado al doctor argentino que realiza el procedimiento en Estados Unidos y era imposible de costear. Comenzamos un largo viaje después de ese llamado…Nos quedaba un embrión. Varios estudios para Mica, por suerte indoloros salvo que ella sufre cuando se saca sangre, y ahí estábamos en una nueva transferencia, en un nuevo lugar, la panza de mi amiga. Ya no éramos dos, éramos 4 en la sala: Martín, el esposo de Mica, ella, mi marido Ismael y yo. Y toda la familia nuestra y la de ellos cruzando los dedos. Pero pasaron unos 20 días y supimos que el embarazo no había continuado. Mica lloraba a mares, nosotros nos angustiamos doble por nosotros y por ellos, por todo el esfuerzo que habían hecho como familia. Yo realmente aquí me hundí», cuenta Vanina.
Micaela e Ismael durante el embarazo de la hija de ambos en el vientre de Micaela.
Micaela, que es docente y vive en Ituzaingó, se había ofrecido tres años antes. Pero Vanina creía que iba a ser aún más complicado hacerlo viviendo en países diferentes. Lo fue. Los últimos meses del embarazo tuvo que poner en pausa su trabajo (a través de abogados logró una licencia por maternidad en Uruguay) y se mudó a Buenos Aires. Antes, «para ver la panza», cruzó tantas veces el charco que hasta hoy se sorprende. Pero cuando todo falló, fue su amiga, una vez más, la que la apoyó de nuevo, desde su propio vientre.
«Si vos lo hiciste tantas veces, nosotros te vamos a volver acompañar, cuando estés lista estamos listos», cuenta Micaela que le dijo su marido. Así fue.
Sin embriones, el tratamiento empezó de cero. Volvieron las inyecciones de Vanina para estimular la ovulación. Llegó la transferencia y luego el positivo. Micaela tuvo pérdidas, hizo reposo y llegó a los 3 meses.
Vanina, ansiosa, toca los movimientos de su hija en la panza de su amiga.
«Fue como atravesar la segunda etapa superada…y llegar a los 5 meses, cuando se empezaron a sentir los movimientos de la beba. Fue como sentir que estábamos mas cerca de concretar el sueño…ya a partir de ahí fue todo mucho mas relajado. Acompañábamos a Mica cada vez que podíamos a las ecografías. Era raro, nos recibían la mayoría de las veces con un ‘solo entra un acompañante‘. Ahí había que explicar que yo era la mamá, que mí bebé estaba en la panza de Mica, que mí marido era él y que el otro era el marido de Mica, así que todos pa’ adentro», dice la madre. La única madre en esta historia.
Micaela había dado a luz a su propio hijo, Nahuel, 19 años antes. En julio del año pasado entró otra vez a la sala de parto, pero esta vez ahí eran cuatro. Ella, su esposo, Vanina y el esposo de ella. Margarita nació perfecta. «Apenas salió se la dieron a su madre. Yo no quería ni que sintiera mi olor. Ella era su madre. Esa es su madre. Nunca hubo duda -asegura Mica-. Yo jamás la amamanté. En cambio Vani se estimuló y logró poder darle leche una vez. Ella me dice que al final, sí, le hice sentir el embarazo en su cuerpo».
¿Quién se anima a volver a pasar por un embarazo casi dos décadas después, con un intento fallido, la cesárea, la revolución hormonal de después, y que, tras el parto, el bebé no sea propio? Micaela, una mejor amiga con un deseo altruista de permitirle que, en mayo y octubre, ella festeje el Día de la Madre.
La subrogación de vientres en Argentina no está prohibida. Si bien no está regulada, no es verdad que no puede realizarse y ya hay más de 100 bebés nacidos gracias esta práctica en el país.
Los requisitos son muy similares a los de las clínicas extranjeras: pasar por una evaluación médica y psicológica exhaustiva -sobre todo para las gestantes, que ya deben haber tenido una experiencia materna satisfactoria.- y cumplir con los pasos legales.
Esto quiere decir que no se paga por llevar adelante el embarazo. Pero sí se cubren los gastos implícitos: desde ropa, alimentación, lucro cesante si lo hubiese, traslados, seguro médico, entre otros. La compensación existe y corresponde.
Según aseguran en las clínicas, el proceso no tiene nada que ver con la comercialización. Debe ser por «el deseo altruista de la gestante de ayudar a una persona o a una pareja es la clave», explica la doctora Florencia Inciarte, coordinadora del programa de útero subrogado de Halitus Instituto Médico.
En Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ya no se recurre más a la justicia para las prácticas de útero portador. Los consentimientos previos libres e informados que firma la mujer gestante y los padres procreacionales se protocolizan y una copia legalizada de esos consentimientos es presentada en el registro civil que corresponde a la clínica donde nace el bebé. En la partida médica de nacimiento, ya la mujer gestante firma y vuelve a reconocer quienes son los padres, indicando que ella dio a luz a través de una gestación solidaria.
«Luego los padres completan un formulario que tiene el Registro, con datos personales y cómo se va a llamar el bebé, con sus apellidos y dejan en el registro los consentimientos firmados protocolizados. A los pocos días, ya está la partida de nacimiento lista, se llama a los padres para que vayan a firmarla y una vez que la tienen solicitan el DNI, que tarda no más de un par de días lo reciben en su casa», detalla a Clarín Fabiana Quaini, abogada especialista en Derecho de Damilia.
La disposición que así lo establece indica que se trata de niños o niñas nacidos en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires por el método de «gestación solidaria» realizada en el país; que la «voluntad procreacional de los progenitores haya sido expresada en forma previa, libre e informada»; que la gestante previa y fehacientemente hubiera expresado no tener voluntad procreacional y «que la inscripción deberá hacerse en términos preventivos, además debiendo los datos de la gestante ser asentados en el legajo».
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