Luego de pasar días cortos y de frío, hombres y mujeres finalmente se liberan de los confines de sus hogares y oficinas para descansar bajo el sol, viajar y llenar los espacios de ocio de aire libre. A menudo, en casi todas las culturas del planeta, la llegada de la primavera se ve como un momento de crecimiento y renacimiento. Los animales emergen de sus refugios de invierno y los hogares y las ciudades comienzan a vibrar de energía.
La piel se expone y la naturaleza recupera su color, los días se hacen más largos y la noche más amena, el sol se vuelve un afrodisíaco y antidepresivo natural. Su analogía con conceptos como enamoramiento, romanticismo o sensualidad implica una revolución emocional, hormonal y biológica en la población. Este sentimiento tal vez abstracto tiene su respaldo científico.
«En la primavera, la imaginación de un joven se vuelve ligeramente hacia los pensamientos de amor», expresa el poeta y dramaturgo inglés Alfred Tennyson en Locksley Hall, uno de sus poemas más reconocidos. Así como las plantas despiertan de su letargo invernal, también lo hace en las personas un deseo carnal. A medida que llega el clima más cálido, los seres humanos se inclinan por el romance, coquetean más y son más propensos a los encuentros sexuales.
Consultado por Infobae, el médico psiquiatra y sexólogo Walter Ghedin aseguró que el invierno y la falta de luz repercuten sobre una hormona que regula las horas de sueño y el reloj interno, la melatonina. Esta hormona incrementa las horas de sueño y baja la necesidad sexual. En muchos animales les permite invernar y cuando llega la primavera despierta en ellos el período de celo.
Un estudio completo en una edición de 1990 de The Journal of Reproductive Rhythms sugiere que las tasas de fertilidad humana están directamente influenciadas por los cambios estacionales, y que la luz solar y la temperatura son dos factores sobresalientes en la formación de la procreación.
El sol es la forma en la que los seres humanos consiguen la mayor parte de la vitamina D. «Conocida por su acción positiva en el sistema óseo e inmunológico, es también promotora del deseo sexual en hombres y en mujeres. Sin embargo, el deseo se manifiesta gracias a la suma de varios factores», expresó la doctora Beatriz Literat, médica sexóloga clínica y ginecóloga del Departamento de Gineco-Sexo-Estética de Halitus Instituto Médico.
El deseo se nutre de la fantasía en gran medida, de modo que los estímulos visuales, olfatorios y táctiles que se perciben en la primavera detonan pensamientos de índole sexual, que aumentan la libido.
Para Ghedin, el efecto de la luz y la prolongación del día mantiene a las personas más despiertas como un aumento de neurotransmisores y hormonas, además de endorfinas que favorecen el acercamiento entre los cuerpos. «Además existe una mejor conexión con el propio cuerpo, siempre y cuando no existan inhibiciones o pudores. Las personas se preocupan más por las dietas y el ejercicio favoreciendo la sensación de bienestar», sostuvo el experto.
A la función hormonal facilitadora, hace falta agregarle los aspectos psicológicos y culturales de los humanos como seres complejos. Las mujeres se visten con colores atractivos y con menor ropa dejando ver el cuerpo y esto convoca al deseo del hombre. Por otra parte es frecuente ver hombres trotando y haciendo ejercicio y ello también es un estímulo para la libido de las mujeres.
La primavera también incrementa la sociabilidad y las ganas de salir, en contraste con el invierno que incita a quedarnos encerrados. Como consecuencia, se hacen visibles el aumento del deseo sexual y de las ganas de salir de la rutina para probar nuevas variantes, como los cambios de locaciones o poses.
«El encontrarnos con cuerpos sin tanta ropa, además de una mayor cantidad de horas de luz, sumado a una mejor temperatura y a los aromas de las flores que comienzan a renacer, surge una conjunción de estímulos sensoriales que propician un mayor deseo sexual», expresó a Infobae Mariana Kersz, sexóloga y psicóloga especialista en terapia de parejas.
«Algunas hormonas participan activamente en las estaciones más cálidas y un componente químico muy fuerte puede dar explicación a esta sensación de plenitud y bienestar», explicó Kersz.
Las estaciones cálidas, con sus climas más agradables y días más largos, favorecen la liberación de hormonas que hacen que el estado de ánimo en general sea mucho más positivo y, por lógica, que aumente también el deseo sexual. La hormona del amor, la oxitocina; la dopamina, la hormona del placer, y la noradrenalina, la hormona que alivia el estrés, generan un mayor bienestar y una mejor respuesta sexual.
Sin embargo, para Ghedin, no necesariamente por entrar en primavera las personas tienen que inevitablemente sentir sus beneficios: «Más allá de las generalidades descritas existen pudores, complejos con el cuerpo, inhibiciones o falta de deseo sexual. Cada uno tiene la libertad para reaccionar de acuerdo a la personalidad y las expectativas que genera la llegada de esta estación».
Si bien los estímulos del clima van a influir, también hay que pensar en el rol activo que cada uno de nosotros tiene en relación a su propio deseo y bienestar, y en la manera en que esto pueda ponerse -o no- en juego en cada momento de la vida, independientemente del clima.