Sobre la relación entre calidad de vida y factores que afectan la reproducción opinó para Télam el Dr. Sergio Pasqualini, especialista en medicina reproductiva y director científico de Halitus Instituto Médico.
Durante el mes de junio se celebra en todo el mundo el Mes Internacional del Cuidado de la Fertilidad, momento ideal para referirnos a los «factores no fecundantes», variables externas que pueden incidir en la fertilidad y que, a diferencia de otro tipo de alteraciones, pueden controlarse para aumentar las probabilidades de tener un hijo. Conocer cuáles son estos factores y qué sucede con cada uno de ellos cuando se está buscando un hijo es sumamente útil para cambiar costumbres.
El cuerpo y la mente trabajan como el sistema de engranajes de un reloj: el mínimo desperfecto en un componente afectará en cadena a muchos otros. Hoy se sabe que, en las mujeres, el estrés es capaz de modificar el ciclo ovulatorio e incluso la calidad de sus óvulos. También podría afectar la implantación de los embriones. En el hombre, las tensiones inciden sobre la calidad espermática y en ocasiones generan disfunciones sexuales.
Las personas deben ser tratadas como un todo. Más allá de las estadísticas frías, la realidad es que al reducir el estrés no sólo logramos favorecer la fertilidad sino también promover un nuevo estilo de vida, más pleno y satisfactorio.
Los ambientes familiares, laborales y sociales no serían los únicos que entran en juego. Hay quienes consideran que la contaminación ambiental o la exposición a distintos tóxicos; desde plaguicidas hasta ciertos ingredientes de los plásticos; tienen una cuota de responsabilidad en el notable aumento en la cantidad de personas que padecieron infertilidad en las últimas décadas.
Algunos aseguran que distintos productos químicos y radiaciones; influyen sobre el sistema reproductivo de diversas maneras. Afectan la función ovárica y la producción de espermatozoides, reducen las posibilidades de sobrevida del feto, generan malformaciones o impiden una correcta implantación y desarrollo del embrión. Sin embargo, la falta de suficientes estudios epidemiológicos; impide tener una dimensión fehaciente de su impacto real en los problemas de fertilidad humana.
El alcohol, las drogas y algunos medicamentos recetados pueden afectar la fertilidad. En algunos casos, afectan la calidad o la cantidad de óvulos y espermatozoides. En otros, disminuyen el deseo o el rendimiento sexual alterando las relaciones sexuales y, con ellas, la posibilidad de concebir. Pero una vez producido el embarazo, también afectan el desarrollo del embrión y aumentan el riesgo de malformaciones.
El abuso crónico del alcohol, tiene repercusiones más marcadas. Al igual de lo que ocurre con el consumo a largo plazo de ansiolíticos y antidepresivos, en la mujer puede provocar alteraciones en la ovulación y hasta anovulación (como si se tratara de píldoras anticonceptivas). En el hombre, es capaz de ocasionar una atrofia testicular irreversible, con disminución en la calidad y cantidad de espermatozoides.
Las drogas ilícitas también dejan su huella. En dosis moderadas, como ocurre con el alcohol, la cocaína aumenta la libido y la desinhibición; pero puede impedir que el hombre consume el acto sexual. En la mujer, tiene efectos tóxicos sobre los ovarios; aumenta el riesgo de enfermedades de transmisión sexual y promueve una mayor tasa de anomalías congénitas. Con respecto a la marihuana, una serie de estudios demuestran que aumenta el riesgo de trastornos del ciclo porque su principio activo (THC); inhibe el funcionamiento normal de las hormonas. En varones que la fuman más de cuatro veces a la semana; un estudio mostró una reducción en el volumen de semen y en la cantidad total de espermatozoides.
Algunos fármacos también presentan, entre sus efectos secundarios, un deterioro de la capacidad reproductiva. Los esteroides anabólicos, utilizados por deportistas y fisicoculturistas para desarrollar masa muscular; atrofian los testículos, favorecen el desarrollo de pechos y disminuyen la producción de espermatozoides. Por su parte, ciertos medicamentos para prevenir la caída del cabello (como finasteride); pueden provocar una reducción en la cantidad de espermatozoides, disfunción eréctil y disminución de la libido.
Se sabe que la cantidad de cigarrillos consumidos tiene una relación directa con dificultades para concebir. Ya en 2008 la Sociedad Americana de Medicina Reproductiva (ASRM); calculó que cerca de un 13% de los casos de esterilidad podrían ser atribuibles al consumo de tabaco.
En la mujer, sus efectos pueden ser dramáticos. Existen estudios que sugieren que su probabilidad de embarazo se reduce hasta un 40%. Los componentes del humo dañan el microambiente folicular, disminuyen el número de óvulos, generan variaciones hormonales, reducen el flujo de sangre al aparato reproductor, adelantan la menopausia y contribuyen a la sequedad vaginal. Esta última situación genera menor producción del moco cervical, encargado de recibir a los espermatozoides para lograr el embarazo. Además, el cigarrillo aumenta el riesgo de embarazos ectópicos, de cáncer, de abortos y de malformaciones fetales. Y cuando las fumadoras recurren a tratamientos de reproducción asistida; responden menos a los medicamentos que se usan para la estimulación ovárica.
Por su parte, en los hombres, las sustancias químicas que contienen los cigarrillos producen alteraciones hormonales; disminuyen la cantidad y la calidad del semen. Modifican la movilidad, la forma y hasta el ADN de los espermatozoides. En aquellos que fuman 20 o más cigarrillos diarios; las anomalías genéticas se verifican en más del 20% de esas células sexuales. Y aumenta las chances de tener disfunciones eréctiles.
Estos son solo algunos de esos factores no fecundantes; y está en nuestras manos mejorar nuestra calidad de vida para lograr revertirlos. Por eso, aprender, tomar conciencia y cuidarse; es una manera de comenzar a trabajar para cuidar la salud y la fertilidad.
(*) Especialista en medicina reproductiva. Director científico de Halitus Instituto Médico.