Luego de varios estudios y una fecundación in vitro, logramos nuestro primer embarazo, que se detuvo a las 7 semanas. Fue entonces que por recomendación del obstetra tomamos contacto con la hematóloga.
El hematólogo es uno de esos médicos con los que uno cree que jamás se va a encontrar en su vida, pero allí estabamos.
Tuvimos la primera consulta en la que escuchábamos términos como “síndrome antifosfolipídico”, “inhibidor lúpico” y otros que sirven para definir un problema que padezco en la sangre y que básicamente afecta el desarrollo del embrión.
Luego de la consulta, el paso siguiente fue un estudio de sangre, lo que confirmó la existencia de ciertos anticuerpos que afectan al embrión.
Logrado mi segundo embarazo (esta vez por método natural gracias a la laparoscopía y a un tratamiento post operatorio con medicación), comencé a utilizar una aspirineta diaria y una inyección subcutánea de heparina.
Así comenzó la historia de mis embarazos. Mis mañanas comenzaban todas de la misma forma: antes de levantarme el pinchazo con heparina (que aprendí a dármelo yo misma y comprobé que antes de levantarte es mejor porque duele menos y produce menos hematomas) y después del desayuno la rutina continuaba con la aspirineta.
Al principio te cuesta, te preguntas por qué vos necesitas de todo eso. La recompensa es ver en cada ecografía que todo va bien y que tu bebe está creciendo. Me han pasado cosas graciosas: en la playa, un hombre al verme con los machucones en la panza, me preguntó si me había caído y otro le dijo a su esposa “mirá pobre, está embarazada y se golpeó la panza”. También aprendí algunas cosas: una vez que te comprás la caja de inyecciones, numeralas poniéndoles la fecha de aplicación a cada una, así te acordás siempre si te la diste o no (no te olvides que el embarazo genera sueño y a veces tenés problemas de memoria).
Había días en los que deseaba no pincharme más, pero al acordarme de por qué lo hacía, me pinchaba sin quejarme.
Algo más a lo que me tuve que acostumbrar, fue a los análisis cada 20 días para verificar el dosaje de la medicación a fin de averiguar si necesitabamos aumentar la dosis, como me pasó en los dos embarazos cuando ya estaban más avanzados.
Si bien el uso de la aspirineta y de la heparina no te garantiza que el embarazo llegue a término, en mi caso funcionó la primera vez hasta la semana 33 y la segunda hasta la 36. Siento que yo hice todo lo posible. De no haber hecho el tratamiento nunca me lo hubiese perdonado, fue una buena elección que tomamos con mi marido.
En mis dos embarazos, 48 hs después del parto suspendí todo tipo de medicación y es curioso cómo los primeros días te sentís extraña, pero se te olvida rápidamente cuando ves a tu bebe.
El uso de heparina puede traerte algunos problemas con el calcio en los huesos, por lo que recién estuve tranquila una vez que me hicieron la densitometría ósea y me confirmaron que todo estaba bien.
Si me preguntan si lo haría otra vez, digo que sí porque tengo 2 hijos maravillosos a los que la ciencia me ayudó a tener, ya que la naturaleza no pudo.
Gracias Halitus, Marcelo Martínez y por supuesto Adriana Sarto.
Patricia, la mamá de Tomás (06/06/1999) y Julieta (04/09/2000)
21 de septiembre de 2000