El domingo se celebra el Día de la Madre. Y sólo una mujer que deseó con todas sus ansias ser capaz de gestar vida en su vientre y lo logra sabe la relevancia que el festejo cobra para ella.
Madre se es todos los días, es verdad. No es menos madre aquella que adopta y ama a ese hijo como si lo hubiera gestado, para nada. Es una fecha comercial, puede ser. Pero, además, es la celebración del milagro de la vida. Es compartir una comida y hacerle un regalo especial a aquella persona que es capaz de amar a alguien antes de conocerlo y de entregar su vida sin dudarlo por su «cría».
Cierto es que los modelos de familia cambiaron en los últimos tiempos y que la ciencia avanzó en el mismo sentido.
El día que me hicieron la primera inseminación fue el día en que me dijeron que mi mamá tenía cáncer. Obviamente no hubo positivo en ese intento
Las técnicas de reproducción asistida nos enfrentan a situaciones que décadas atrás eran insospechadas. ¿Son las técnicas responsables de los cambios? ¿O, el responsable del cambio es el ser humano y las técnicas vienen a dar respuesta a muchos de los efectos devenidos de estos cambios?
En la previa del Día de la Madre, Infobae conoció la historia de Sandra y Silvana, que el 18 de julio de 2016 se convirtieron en mamás de Emma, luego de una larga búsqueda, a la que no le faltó el condimento de sufrimiento, ansiedad e injusticia (sí, porque a los «diferentes» pareciera que las cosas buenas les tardan más en llegar).
Las mujeres están en pareja desde hace 11 años, y casadas desde hace cinco.
Como casi todos, esperaron el momento «ideal» para buscar un hijo. Tener una casa, un trabajo que permita criarlo como deseaban, que la pareja esté «establecida», y todas esas metas que se pone la gente antes de tomar la que sin dudas será la decisión más importante de sus vidas.
«Uno busca tener un bebé y espera el mejor momento, y en ese esperar a mí se me pasó la ´vida útil´ que tenemos las mujeres». Así comenzó Sandra a contar su historia.
En 2012 tuvieron su primer intento de fertilización, mediante una técnica de estimulación ovárica de baja complejidad.
«El día que me hicieron la inseminación fue el día en que me dijeron que mi mamá tenía cáncer. Obviamente no hubo positivo en ese intento. En diciembre de ese año hicimos otro intento y tampoco resultó», resumió la mujer. Y continuó: «En el medio nos casamos porque yo quería que mi mamá disfrutara mi matrimonio. Mi mamá falleció el 2 de febrero de 2013 y con Silvana decidimos esperar y reponernos de todo lo vivido antes de volver a buscar un embarazo».
La pareja tuvo que recurrir a la Justicia para que su prepaga le cubra el tratamiento de fertilización
En 2014, ya con la Ley de Fertilidad en vigencia, la pareja se acercó a un centro de fertilidad a asesorarse sobre las diferentes alternativas que tenían para convertirse en madres. Pero se encontraron con que las obras sociales y prepagas, pese a que debían hacerlo, no daban cobertura de los tratamientos de fertilización a las parejas homosexuales.
Así y todo, presentaron su pedido y la prepaga tardó ocho meses en informarle que no les cubría el procedimiento.
Ocho meses en el marco de la ansiedad que genera la búsqueda de un hijo. Y en una mujer que ya había pasado los 40 años y quería ser ella la que llevara adelante el embarazo.
«Mediante mi abogada volvimos a presentar todos los papeles y esta vez demoraron seis meses, para nuevamente decirnos que no nos cubrían el costo del tratamiento -relató-. Mi abogada accionó entonces una medida cautelar y logramos que cumplan la ley y nos den cobertura».
En junio de 2015 hicieron el primer intento, con un test de embarazo positivo, que a los 15 días terminó en un aborto espontáneo. Volvieron a repetir el procedimiento en septiembre pero sus óvulos ya no respondían a ninguna estimulación.
«Ahí fue cuando el doctor (Sergio) Pasqualini nos habló de ovodonación y nos propuso tomar los óvulos de Silvana, por lo que le hicieron el estudio de reserva ovárica y conteo de óvulos y determinaron que ella estaba en condiciones de ser mi donante», recordó Sandra.
Pero cuando todo parecía encaminarse, la pareja necesitó de otra medida cautelar para que la prepaga dé cobertura a su tratamiento, ya que en esta oportunidad se trataba de otro procedimiento lo que la empresa debía aprobar.
En diciembre de 2015 le implantaron a Sandra dos embriones. Ahora debía «empollar» 15 días y esperar para hacerse el análisis de sangre, que mediría la famosa hormona que indica si hay o no embarazo.
«La hormona beta iba aumentando exponencialmente pero recién el 22 de diciembre podíamos hacer la primera ecografía, faltaba casi un mes», recordó la mujer y no fue difícil adivinar del otro lado del teléfono lo que habrá sido su ansiedad por aquellos días.
Finalmente llegó la esperada ecografía que confirmaría que había saco embrionario, que contenía un embrión y que el embarazo marchaba de manera perfecta. «Cuando escuchamos latir su corazón nos pusimos a llorar las dos», dijo Sandra, para luego relatar que su embarazo fue absolutamente normal -con los malestares propios del caso- y que en la tercera ecografía se enteraron que el bebé que venía en camino era nena.
«Yo quería que sea lo que sea, pero que sea feliz», aseguró ante la pregunta de si prefería una niña o un niño.
Cuando escuchamos latir su corazón nos pusimos a llorar las dos
Emma nació a las 36 semanas de gestación, por cesárea, debido a que su mamá comenzó con un cuadro de presión alta.
«Tuve mucho miedo en el embarazo, hasta que ella no nació no pude relajarme y disfrutar», reconoció Sandra, pese a que los meses de gestación transcurrieron en absoluta normalidad.
Es que cuando algo se desea tanto y cuesta tanto alcanzarlo, el temor de que sea todo un sueño y despertar de repente sobrevuela siempre.
Y tras asegurar que tuvo que «aprender a ser mamá», Sandra confesó que la maternidad es todo lo que soñó y más; «superó lo que imaginaba».
«Emma es una nena que sonríe todo el tiempo. Nos tiene muy diferenciadas a las dos, yo soy la que le pone los límites, aunque Silvana dice que soy permisiva -describió-. Nada iguala lo que es Emma en nuestra vida, fue una nena muy deseada, fue soñada».
Y sobre cómo se ve a sí misma en su nuevo rol de madre, Sandra remarcó: «Creo que soy una buena mamá, me descubrí como una buena mamá y soy la persona más feliz del mundo desde que Emma nació».
«Yo creo que mi mamá estaría muy orgullosa de verme en este rol», finalizó.
Sandra trabajaba 10 horas por día en el área de Recursos Humanos de una empresa y luego de pensarlo mucho decidió estudiar peluquería canina y abrir su propio pet shop, actividad que le permitirá pasar más tiempo con su hija y dedicarse a su otro gran amor, los animales.
Detalles del método ROPA
El método Recepción de Óvulos de la Pareja (ROPA) es el que se utiliza cuando una pareja igualitaria de mujeres decide tener un hijo y participar ambas de manera activa del proceso. Se la conoce también como maternidad compartida porque se utilizan los ovocitos de una de las mujeres y el embrión resultante será transferido al útero de la otra mujer. Es decir, permite que ambas puedan «poner el cuerpo» para esperar la llegada del hijo.
El médico especialista en reproducción y director científico de Halitus Instituto Médico Sergio Pasqualini explicó que «las maneras que una pareja lesbiana llega al embarazo incluyen siempre semen donado. Por un lado, a través de inseminación y la que va a llevar el embarazo va a ser la que será inseminada; y por el otro, Fecundación In Vitro donde los embriones que se obtienen en laboratorio con los óvulos de una de ellas, serán transferidos en lo de la otra mujer».
«La pareja puede decidir hacerlo por deseo o por alguna condición médica, como mala calidad ovocitaria o enfermedades hereditarias; algún impedimento con los ovarios o aquellas con fallos repetidos en Fecundación in Vitro o ICSI por baja respuesta o mala calidad ovocitaria», agregó el especialista.
Al respecto, la licenciada en Psicología Patricia María Martínez «la elección de quién aporta el material genético y quién el ´nido´ en el cual el bebé se va a gestar se regirá, en primer lugar, por criterios médicos y por fuera de lo médico, será una discusión en el seno de la pareja».
El programa ROPA abre la posibilidad de que ambas integrantes puedan aportar algo de su biología, una ofrece su útero y la otra su genética. La función materna se juega en el campo de la corporiedad por lo tanto es una experiencia física. Es en el cuerpo donde irán apareciendo sensaciones y experiencias que unen y crean la simbiosis madre-hijo, fundamental en el desarrollo del niño.
¿Por qué una pareja de mujeres elige el programa ROPA?
«La inclusión dentro de este programa, de no mediar contraindicación médica, es una decisión personal. Si bien contempla, que cada miembro de la pareja pueda aportar su biología, también dependerá de temores, fantasías y los roles de cada integrante de la pareja. Cuando las mujeres llegan a la consulta en busca de la maternidad, en general, ya traen definido quién será la madre y quien ocupará el rol de la co-madre», detalló Pasqualini.
Esta diferenciación de roles tiene que ver con una posición en la vida de cada persona. En ese sentido, Martínez aportó: «La madre es quien, siguiendo el rol materno tradicionalmente conocido, sostiene, contiene acuna o sea la que gesta y da a luz. En este marco el rol inaugural es el de la co-madre. Esta será la que aporte su genética en el marco del programa ROPA, o la que sin aportar su genética sostiene junto con la madre el deseo de traer a ese hijo a la vida».
Las motivaciones y deseos que llevan a una pareja de mujeres a tener un hijo, son similares a los de una pareja heterosexual. El deseo de ser madres y de pasar por la experiencia de albergar a un hijo en el seno es universal y singular de cada mujer.
Por supuesto que, frente a lo novedoso, siempre habrá temores y resistencias a los cambios, pero la realidad, conforme va pasando el tiempo, muestra que los niños nacidos en el contexto de una pareja igualitaria no presentan desajustes emocionales o patología asociada a la historia familiar. La mayoría de los niños nacidos en hogares homoparentales femeninos se definen en su adultez como heterosexuales, e iguales datos arrojan los estudios realizados en hogares de homosexuales varones.
«En la actualidad, el número de mujeres que deciden tener un hijo en el contexto de una pareja igualitaria, va en aumento -destacó la terapeuta-. El programa ROPA permite que esta experiencia tenga un mayor compromiso corporal para ambas, pero más allá de esta posibilidad, lo más valioso es que puedan plantearse por qué desean tener un hijo, qué lugar ocupa un hijo en sus vidas y en su proyecto como pareja».