La hemofilia es una enfermedad genética hereditaria ligada al sexo. Es la coagulopatía congénita severa más común y se caracteriza por hemorragias espontáneas o prolongadas debidas a la deficiencia de factores específicos de coagulación. Afecta a los varones, aunque algunas mujeres portadoras de la mutación también pueden presentar una forma minoritaria de la enfermedad.
Alrededor del 70% de pacientes hemofílicos tienen un historial familiar positivo para la enfermedad.
La incidencia anual es de 1 entre 5.000 nacimientos en varones y la prevalencia en la población se estima en 1 entre 12.000. La gravedad depende de la magnitud de la deficiencia de los factores de coagulación.
Según los mecanismos de la herencia, los varones tienen un solo cromosoma X (genotipo XY) siempre procedente de la madre, mientras que las mujeres tienen 2 cromosomas X, uno de origen paterno y otro de origen materno (genotipo XX). Por esta razón, un varón que reciba de su madre un cromosoma X con el gen F8 o F9 alterados, tendrá una producción reducida o nula de la proteína correspondiente (factor VIII o factor IX), por lo que padecerá la enfermedad. Sin embargo, una mujer, aunque herede de uno de sus progenitores un cromosoma X con el gen F8 o F9 alterados, tendrá el gen normal en el otro cromosoma X que producirá el factor correspondiente haciendo que la mujer presente menos síntomas hemorrágicos. La mujer portadora es aquella que tiene la alteración genética pero que no padece la sintomatología, aunque puede transmitirla a su descendencia. Según la herencia clásica ligada al cromosoma X, un paciente hemofílico varón (XhY) no tendrá hijos varones afectados ya que heredan el cromosoma Y normal de su padre, mientras que todas sus hijas serán obligatoriamente portadoras porque heredan el Xh del padre con la mutación responsable de la Hemofilia.
Una mujer portadora (XhX) tendrá un riesgo, en cada embarazo, del 25% de concebir un hijo varón afectado (hemofílico) y otro 25% de concebir una hija portadora; el 50% de probabilidad restante será de tener un hijo o hija no afectados. Por último, en teoría, una mujer puede ser hemofílica si su padre es hemofílico y su madre portadora.
¿Cómo prevenir futura descendencia afectada?.
Existe el Diagnóstico Genético Preimplantatorio (DGP), que permite seleccionar y transferir aquellos embriones sanos libres de la mutación que causa la enfermedad.
El DGP consiste en analizar las células provenientes de embriones que se obtienen a través de técnicas de reproducción asistida como la fertilización in vitro (FIV) o la inyección intracitoplasmática (ICSI) para luego analizarlos. Se realiza una biopsia a los embriones con herramientas finas bajo control microscópico para obtener una muestra para el análisis genético usando la amplificación.
Puede evitar la transmisión de una enfermedad monogénica, como es el caso de la hemofilia, ya que permite o bien hacer un sexado para transferir embriones femeninos o sino, e idealmente, identificar las mutaciones concretas de la hemofilia pudiendo así transferir embriones sanos (sin las alteraciones) de cualquier sexo y cambiar la historia de la transmisión de la enfermedad de generación en generación.
A pesar de que los individuos portadores de hemofilia no presentan necesariamente problemas de infertilidad, es necesario realizar técnicas de fertilización asistida (fecundación in vitro) para poder tener embriones analizarlos y seleccionar aquellos que estén aptos para su transferencia al útero materno.
Las tasas de embarazo dependerán de la edad de la paciente y del potencial embriogénico de la pareja, ya que es necesario contar con varios embriones que lleguen a día 3 (8 células) o día 5 (estadio de blastocisto,200 células aproximadamente) para poder obtener una biopsia de 1 o 2 células en el caso del embrión de día 3 y de 5 a 10 células en el caso de blastocito.