Es muy frecuente que en la consulta a su endocrinólogo, la persona diabética converse con el especialista acerca de su nutrición, su peso, su hipertensión, sus infecciones urinarias y otras manifestaciones que pueda tener la enfermedad. En cambio, rara vez se anima a plantear su débil erección, la dificultad para llegar al clímax, los esfuerzos que tiene que hacer para lograr la excitación, las alteraciones eyaculatorias, la falta de deseo y el dolor en la penetración, entre otros problemas que aparecen tanto en pacientes mujeres como en varones.
La función sexual tiene un rol importante en la vida de las personas, en la contribución a la integridad de su sistema inmunológico, en la constitución de la autoestima y como factor importante de bienestar físico, mental y espiritual. Por ese motivo, tratar de recuperar y mantener una vida sexual armoniosa no es un tema menos para la persona diabética. Como en el caso de otras patologías, intentar despegarse; del rótulo de diabético y construir una vida con elementos que remitan a la salud, mejora enormemente la evolución de la enfermedad, eleva la calidad de vida y contribuye a un estado de ánimo más feliz.
Como sucede con cualquier enfermedad crónica, los pacientes diabéticos que incluyen en su vida cotidiana el ejercicio, actividades recreativas para controlar el estrés, disfrutan una vida social y familiar satisfactoria y ejercitan su sexualidad activamente, experimentan un estado de ánimo más alegre y positivo que les permite sobrellevar mucho mejor el hecho de tener que apegarse a su régimen de comidas, a los medicamentos diarios, al control de la glucemia y a la disciplina diaria que el tratamiento de diabetes requiere. De hecho, incorporando estas actividades gratificantes se sienten “como las demás personas”.
Para una mujer o un hombre que diariamente utilizan estrategias de tratamiento antidiabetes, en búsqueda de una convivencia equilibrada con la enfermedad, la aparición de una disfunción sexual puede hacer tambalear ese delicado equilibrio. Si le aparece un trastorno en su sexualidad, la persona puede llegar a sentirse muy amenazada y deprimida, ya que este síntoma crea la sensación de una nueva diferencia con los otros. Todavía existe la creencia de que el “sexo siempre tiene que funcionar espontáneamente y no fallar nunca” y que si ello no sucede es porque soy un fracaso como hombre o como mujer. Este tipo de pensamiento es más devastador aún para un diabético, que puede llegar a plantearse que su vida toda necesita intervención médica y se rebele, desde la frustración que esta idea le produce.
También es cierto que para cualquier persona, consultar sobre las dudas o trastornos de la vida sexual resulta incómodo y da vergüenza, sumado al hecho de que no todos los profesionales de la salud tienen la posibilidad, la capacitación en sexualidad y el tiempo para poder mostrarse receptivos y contener profesional y humanamente al paciente que plantea una preocupación de esta índole, la cual seguramente también involucra a la pareja del/la paciente.
He aquí algunas reflexiones que pueden servirle de sugerencias o ideas a los pacientes de diabetes que están sufriendo una alteración en su sexualidad o tienen dudas y no se animan a plantearlas en la consulta médica: