En la casa de Sergio Pasqualini los almuerzos eran ateneos. Su padre, endocrinólogo; su madre, la primera mujer en integrar la Academia Nacional de Medicina; sus hermanas, gemelas, hebiatra y endocrinóloga; y él, ginecólogo. “Mis otros dos hermanos, uno físico nuclear y el otro ingeniero, estaban hartos”, se ríe. Su foco estaba puesto en la inmunología en el cáncer de mama cuando se produjo el nacimiento de Louise Brown, la primera bebé de probeta, y le cambió el panorama. Por recomendación de su madre llegó a Carlos Quintans, y empezaron a dar forma a lo que después sería Halitus. Desde entonces participaron en 17 mil nacimientos, unos 4.500 por fertilización in vitro. Un pueblo entero, sí.
“Había mucho por hacer. La primera ICSI (in vitro) en la Argentina, el primer nacimiento con embriones congelados. Linda época. Se te ocurría algo –que éticamente te parecía correcto, por supuesto– y lo hacías. Ahora tenés más regulaciones y hay cosas que terminaron en grandes avances que hoy serían complicadas”, expone.
Además del desconocimiento había otra relación con la paternidad…
Hace 15 años el promedio de consulta de las mujeres era 33 años, ahora son 37 casi 38. Antes tardaban más en llegar a la consulta, porque una mujer de 28 esperaba un año. Hoy una de 38 empieza a buscar y si a los dos meses no pasa nada ya está consultando. En las historias clínicas antiguas encontramos que las respuestas ováricas a la estimulación eran fantásticas.
¿Hoy no?
Hoy tenés respuestas ováricas más flojas también en las mujeres jóvenes. Eso es también Cuidar la fertilidad (su último libro), porque hay muchas cuestiones que afectan la búsqueda de un embarazo.
¿Por ejemplo?
El cigarrillo, las drogas, el estrés, la contaminación. Me interesa todo lo que es la relación mente-cuerpo; el cuerpo es energía y por eso las disciplinas que llevan a movilizar recursos propios son fundamentales.
Pero además la vida urbana lleva a que las mujeres lleguemos más tarde a la maternidad…
O muchas que ni siquiera llegan al planteo. Cuidar la fertilidad también es congelar óvulos, pero hay que hacerlo preferentemente antes de los 35 años. Y tal vez una mujer de 30 no está pensando en eso. Si después no los necesitás, los descartás o los donás.
Para la bioética hay puntos sobre los que todavía no hay consenso.
Depende de qué status le das al embrión. Pueden formarse de una relación natural, por técnicas de fertilización in vitro o por clonación. Por eso la Corte Interamericana de Derechos Humanos, a la que Argentina adhiere, dictaminó que el embrión adquiere el status de persona después de la transferencia. Si no lo implantás, ni el in vitro ni el clonado son lo mismo que el natural.
Otro de los temas que se plantean es la accesibilidad a este tipo de tratamientos.
La sanción de la ley marcó un quiebre. Es una ley de cobertura que ahora está en etapa de reglamentación. Cada una de las tres patas busca sus propios intereses. Es un paso positivo, el tema es encontrar un equilibrio.
La vida moderna corrió la edad de la maternidad. ¿Existe la posibilidad de se produzca un corrimiento del funcionamiento natural?
En la época de las tribus el hombre salía a cazar, la mujer se quedaba cuidando todos los hijos que la naturaleza le daba y llegaba un momento en el que la pérdida de la función reproductiva era una bendición. El gran lío surgió en los años 50 con la anticoncepción hormonal, la mujer se empezó a meter en cosas para las cuales la naturaleza no la creó. No está ni bien ni mal, es así. Los avances permiten de alguna manera compensar y es importante porque las pirámides poblacionales se están invirtiendo. Hay países en los que hasta el 3% de la población son producto de in vitro, muchos de ellos con óvulos donados. La ovodonación también es fantástica desde ese punto de vista.
O la subrogación de vientre.
Claro. El matrimonio igualitario es fantástico, y con ese derecho civil viene el de poder tener hijos. Cuando hablás de las nuevas familias terminás diciendo lo de siempre: donde hay amor hay familia, donde hay un óvulo y un espermatozoide podés formar un bebé. Se abren una cantidad de posibilidades que van de la mano de los avances tecnológicos. Después hay que ver qué pasa con los países y sus distintas maneras de pensar.