Los primeros fríos del año suelen traer de la mano las típicas enfermedades que afectan las vías respiratorias. Una de ellas, la neumonía, se caracteriza por la inflamación de los pulmones y puede ser de origen bacteriano, viral o parasitario.
En los adultos, la etiología bacteriana es la más común, mientras que en bebés y niños es más frecuente la viral. Tanto las bacterias como los virus se propagan por vía aérea a través de microgotas producidas por la tos o los estornudos. Por eso, es conveniente informarse y tomar precauciones, especialmente mientras atravesas la etapa gestacional o si tuviste un bebé.
Síntomas
El germen que más frecuentemente produce neumonía en la embarazada, al igual que en la población en general, es una bacteria llamada neumococo.
La gripe y la varicela también pueden complicarse con neumonía bacteriana. Por eso, es de vital importancia tener al día el esquema de vacunación para toda mujer en edad fértil.
La presentación clínica de la neumonía en el embarazo no difiere de los demás pacientes inmunocompetentes. Los síntomas que produce son: tos (seca o con flema), fiebre, dificultad respiratoria, dolor de pecho y malestar general, aunque no siempre están todos los presentes. Sin embargo, un diagnóstico incorrecto puede ser común al comienzo del cuadro, cuando la presentación clínica es aún incompleta. La tos, en particular, no es un síntoma propio del embarazo y su presencia obliga al clínico a buscar una causa subyacente. Si el cuadro clínico lo amerita, la paciente embarazada deberá realizarse una radiografía de tórax para confirmar le diagnóstico.
Posibles complicaciones
Si bien las posibilidades de adquirir neumonía durante el embarazo son bajas, estas aumentan en presencia de pacientes con hipertensión, asma, diabetes, consumo de tabaco o drogas. En estos casos, la enfermedad puede ser más grave.
Las neumonías constituyen una causa importante de ingresos hospitalarios por enfermedad respiratoria durante el embarazo, especialmente durante la temporada de invierno. Sin un tratamiento adecuado, las complicaciones maternas pueden llegar a ser graves, aunque en los últimos años, gracias al uso racional de antibióticos, las mismas se han reducido. La gravedad de la neumonía es variable según el germen causante de la misma y según el paciente que la padece (en los inmunosuprimidos puede ser más severa), pero existe la posibilidad de llegar a situaciones críticas si no se la combate como es debido.
Con respecto al bebé, se ha visto un aumento en la incidencia de partos pretérmino, así como de recién nacidos con bajo peso al nacer.
La mayor frecuencia
Aunque no se ha demostrado que la edad gestacional se correlacione con un mayor riesgo de neumonía, se ha observado que ocurre con mayor frecuencia al inicio del tercer trimestre. La paciente embarazada presenta cambios fisiológicos durante la gestación, algunos de los cuales afectan al sistema respiratorio, destacándose entre ellos la hiperventilación (se acelera el ritmo respiratorio). Existe un aumento del consumo de oxígeno y disminución del aire que entra y sale de los pulmones. Estos cambios son debidos a un aumento de la progesterona, la cual actúa estimulando el centro respiratorio.
La disnea (la sensación de falta de aire) puede ser un hecho fisiológico que se presenta en un 50-75 por ciento de las embarazadas. Parece ser debida a cambios en la conformación de la pared torácica, a la posición del diafragma debido a su elevación por el útero gravídico, y a alteraciones en la sensibilidad del centro respiratorio. Todas estas modificaciones fisiológicas que tienen lugar durante el embarazo hacen que la neumonía se tolere peor en este período y, por consiguiente, aumenta le riesgo de complicaciones asociadas, como lo son la necesidad de hospitalización por insuficiencia respiratoria o la bacteriemia (que las bacterias no solo estén en la vía respiratoria sino que lleguen hasta la sangre).
Tratamiento y vacunación
El tratamiento de la neumonía bacteriana, que es la más frecuente en adultos, se realiza con antibióticos que , según el estado clínico de la paciente, se administrarán por vía oral o endovenosa. Hay ciertos antibióticos que no deben utilizarse en embarazadas por el potencial riesgo que podrían ocasionar al bebé, pero existen muchos otros que sí pueden emplearse durante la gestación.
Es conveniente que las personas que tienen neumonía u otros cuadros respiratorios eviten el contacto con la embarazada, pero se deberá evaluar en cada caso.
Todas las personas, tanto adultos como niños, deben tener al día su calendario de vacunación; esto previene enfermedades en las personas que se vacunan y en quienes los rodean.
La vacuna antineumocócica es efectiva en la prevención de la neumonía neumocócica en pacientes de riesgo, pero la seguridad de la misma no fue evaluada en la embarazada. Sin embargo, no se advirtieron consecuencias adversas en recién nacidos cuyas madres fueron vacunadas inadvertidamente durante le embarazo. Pese a ello, cuando sea necesario vacunar a una mujer, es preferible hacerlo antes o después del embarazo. Solo se recomienda su uso en embarazadas cuando presenten algún antecedente clínico relevante, como algún tipo de inmunodeficiencia celular, esplenectomizadas (aquellas mujeres a las cuales les sacaron el bazo) y enfermedad crónica cardiopulmonar, entre otras.
Toda embarazada debe aplicarse la vacuna antigripal al comenzar el otoño. El riesgo de presentar gripe en el embarazo es similar al de mujeres no embarazadas, pero la morbilidad por el virus de influenza es mayor durante le período gestacional, pudiendo ocasionar compromisos respiratorios que requieran de la internación de la futura mamá para su atención médica.
La vacuna para la varicela está contraindicada durante el embarazo. Por eso, es importante que aquellas mujeres en edad fértil que no hayan tenido varicela en la infancia y no estén vacunadas, se apliquen la misma uno a tres meses antes de comenzar la búsqueda del embarazo. Dado que más allá de evitar compromisos fetales por la varicela, la mujer embarazada presenta mayor susceptibilidad a contraer una neumonía por este virus.
Síntomas y tratamientos
En este caso, los síntomas que aparecen son: fiebre, rechazo al alimento, irritabilidad o somnolencia, dificultad para respirar y tos. El diagnóstico de neumonía en los bebés es importante, ya que depende mucho de la edad, siendo más peligroso el cuadro cuanto más pequeño es. En algunos casos de niños muy pequeños o con enfermedades previas, puede llegar a presentarse un cuadro más severo.
Los bebés con diagnóstico de neumonía reciben diferentes tratamientos, dependiendo de la etiología de la neumonía (viral o bacteriana) y de la dificultad para respirar que provoque.
En muchas ocasiones, las infecciones respiratorias alteran el intercambio de oxígeno con la sangre, por lo que muchos bebés necesitan aporte de oxígeno durante el proceso de enfermedad aguda.
Dependiendo de la etiología, las infecciones virales (por ejemplo, neumonías secundarias a bronquiolitis) se autolimitan y solo requieren medidas de apoyo para ayudar al bebé a recuperarse (oxígeno, suero, salbutamol).
En los cuadros donde se sospecha infección bacteriana se agregan antibióticos, los cuales, según la gravedad del cuadro pueden ser endovenosos o por vía oral.
Posibles complicaciones
Las neumonías pueden complicarse según la edad del bebé. En los más pequeños, la dificultad respiratoria es lo más grave, porque realizan mucho esfuerzo para respirar, y eso puede producir agotamiento de los músculos que trabajan para ello. Sin embargo, la complicación más esperable del as neumonías es el derrame pleural (acumulación de líquido entre las membranas que recubren el pulmón).
Ante la presencia de síntomas como fiebre, dificultad para respirar y rechazo al alimento en los más pequeños (recién nacidos), se debe consultar rápidamente al pediatra, quien, luego de revisar al niño, si sospecha un cuadro de neumonía, pedirá una radiografía de tórax y exámenes de laboratorio si el bebé se encuentra en mal estado, para intentar confirmar el diagnóstico.
En los recién nacidos, los cuadros respiratorios presentan una mayor gravedad, ya que son más vulnerables a contraer infecciones. Los niños más grandes presentan sus defensas más especializadas, y la respuesta a las infecciones es más rápida y más efectiva.
Los bebés, cualquiera sea su edad, deben estar alejados de personas adultas que presenten algún tipo de cuadro infeccioso. Si el niño ya está cursando un cuadro infeccioso respiratorio, en la mayoría de los casos no representa un riesgo potencial para la mamá que lo cuida, aunque siempre debe tenerse en cuenta que las medidas de higiene y los buenos hábitos ayudan a no propagar las infecciones.
Vacunas
Con respecto a las vacunas, los adultos que cuidan al bebé deben tener los esquemas de vacunación completos, incluyendo las vacunas estacionales, como por ejemplo, la vacuna antigripal.
En tanto, los bebés deben recibir las vacunas para estar protegidos de los gérmenes que pueden provocar neumonía en estas edades, como por ejemplo, neumococo, cuya vacuna se encuentra en el calendario oficial.
En el caso de las infecciones virales, la vacuna antigripal puede ser aplicada en bebés mayores de 6 meses hasta los 2 años de edad, de manera gratuita en los hospitales.
La forma más recomendada para disminuir el riesgo de que un bebé contraiga neumonía se basa en mantener las medidas de higiene bien controladas y evitando el contacto con personas que presenten síntomas respiratorios.
Para la embarazada:
-Tener las vacunas al día.
-No fumar.
-Control de enfermedad de base (diabetes, asma).
-Mantener buena higiene bucal y dentaria.
-Tener una buena alimentación.
Para el bebé:
-Vacunas completas para su edad.
-Evitar, sobre todo en los recién nacidos, los hacinamientos de personas, especialmente en épocas invernales, donde los cuadros respiratorios son más frecuentes.
-Mantener la higiene de los sectores donde está el bebé, aireando las habitaciones.
-En los bebés menores de 6 meses, dar el pecho es muy importante en la adquisición de anticuerpos maternos que ayudan a combatir las infecciones.
-Consultar al pediatra ante la aparición de síntomas respiratorios o fiebre, especialmente en los recién nacidos y los más pequeños.
Asesoraron: Dr. Ignacio Pérez Tomasone, coordinador médico del Departamento de Obstetricia y Ginecología de Halitus Instituto Médico; Dra Florencia Cahn, médica infectóloga del Hospital Italiano y del Centro Médico Huésped; y Dr. Agustín Vignola, médica de Planta de Pediatría de la Clínica Zabala.