Reverenciada por antiguas civilizaciones, la placenta es el sistema de apoyo vital del bebé que se está gestan-do en tu vientre. Se empieza a formar en el mismo momento de la implantación del embrión en la pared uterina, acontecimiento que ocurre a la semana de haberse producido la fecundación. Y se desarrolla de las mismas células provenientes del espermatozoide y el óvulo que dieron origen al feto. ¿No te resulta increíble? Así, evoluciona hasta el tercer o cuarto mes, cuando ya está totalmente formada.
Además, la placenta está compuesta por un componente materno (que es una transformación de la membrana o mucosa uterina) y otra parte de origen fetal. Su lado fetal está formado por cientos de vasos sanguíneos entrecruzados y su diseño se parece a un árbol con muchas, muchísimas raíces. Entre ésta y el embrión discurre el cordón umbilical, que consiste en una vena larga —encargada de transportar la sangre oxigenada— y dos arterias que llevan los deshechos del bebito de vuelta a tu torrente sanguíneo, para que sean eliminados.
Normalmente, la placenta está en la cara anterior o posterior del útero, de modo que no interfiera o tapone el cuello, que es por donde va a nacer tu hijo luego de atravesar el canal del parto. Una vez que se produce el nacimiento, la placenta ha cumplido su tarea y por lo general se expulsa a los pocos minutos.
Pero, ¿para qué sirve?
Tiene varias funciones. Según el Dr. Gastón Domergue, obstetra de Halitus Instituto Médico, éstas son las principales:
Nutrición: permite el intercambio de sustancias entre la madre y el feto. Esta acción se realiza a través del cordón umbilical, nexo entre el feto y la mamá, y permite el aporte de nutrientes y oxígeno al bebé, y la salida de desechos y dióxido de carbono. Es decir que la placenta se comporta como un pequeño sistema digestivo fetal: cada latido de sangre tuya le transporta a tu hijo un variado suministro de alimentos. Y esto es muy importante porque su crecimiento depende de la calidad de nutrición que reciba a través tuyo, y del tamaño y la eficiencia de la placenta. Por eso es clave llevar una dieta sana y equilibrada. Cuanto más crezca la placenta, mejor alimentado estará tu bebé.
Filtrado: funciona como filtro de sustancias que se transportan en la sangre materna. ¿De qué tipo? Entre ellas, algunos microorganismos como virus, bacterias y parásitos, como así también componentes tóxicos y moléculas orgánicas. Por desgracia, no es perfecta y algunas sustancias tóxicas -como el alcohol, los metabolitos del cigarrillo y los fármacos- logran atravesarla. Por eso los especialistas insisten tanto en que las embarazadas no consuman ningún medicamento, droga ni fumen o beban alcohol.
Endocrina: sintetiza hormonas, principalmente la hCG o gonadotrofina, coriónica humana, que es la que permite que el embarazo siga su curso y probablemente su nombre te suene familiar ya que es la que se mide en los tests de embarazo. También actúa sobre el lactógeno placentario, una hormona encargada de estimular las glándulas mamarias productoras de leche para prepararse para la lactancia; los estrógenos, la progesterona y la relaxina, entre otras. Todas estas hormonas contribuyen a que tu cuerpo vaya atravesando los cambios apropiados durante el embarazo.
Inmunológica: permite la tolerancia al feto dentro del cuerpo de la madre. Si no fuera por esta función, el sistema inmune materno reconocería al feto como un cuerpo extraño y lo atacaría.
Generación de líquido amniótico: es la principal fuente de líquido amniótico en la primera mitad del embarazo. el
¿Sabías que…?
El nombre «placenta» proviene del latín, significa «torta plana» en referencia a su forma.
Cuando finaliza la gestación, suele medir entre 1,5 y 3 centímetros de grosor y alcanza los 15 a 20 centímetros de diámetro. ¿Su peso? Es de alrededor de 450 a 550 gramos, sin tener en cuenta el cordón umbilical al que está unida.
Como todo órgano, la placenta tiene un proceso biológico: nace, crece y muere. ¿Pero hasta qué momento crece? Tanto como el embarazo, es decir, unas 40 semanas.
Al final de la gestación puede producirse una competencia por el suministro de nutrientes entre la placenta y el bebé. Por eso, la mejor recomendación es que descanses y reserves energía para el momento del parto. Mientras, la placenta se ocupará de alimentar a tu hijo, que cada vez está más grande y con demandas crecientes.
La placenta penetra en el útero materno. Por eso, en el momento de su salida, se produce una pérdida de sangre por los vasos sanguíneos maternos que quedan abiertos en la zona donde estaba anclada. Para cerrar esas salidas de sangre, el útero se contrae y reduce su tamaño. Entonces, es fundamental el contacto piel con piel con el bebé y su succión del pecho, ambos ayudan a estimular la producción de oxitocina y las consiguientes contracciones de útero.
Aproveché ese maravilloso y único momento.
Asesoró: Dr. Gastón Domergue (MN123238), obstetra de Halitus Instituto Médico.