Esta enfermedad es una condición del sistema inmunológico caracterizada por una inflamación crónica de la mucosa del intestino delgado (capa que lo recubre) lo cual lleva a la destrucción, en mayor o menor grado, de las zonas del órgano donde tiene lugar la absorción de los nutrientes (vellosidades). Esta alteración es reversible, es decir que el intestino se normaliza cuando se excluye el gluten de la dieta. «La persona celíaca puede presentar síntomas intestinales o desarrollar la enfermedad de forma silenciosa, pero siempre sufrirá lesiones, sobre todo en los adultos. Además pueden observarse esporádicamente una amplia variedad de síntomas extra intestinales, casi todos debido a la carencia de vitaminas y sales minerales (ver Las señales…)», explica la licenciada Lucía Molina, nutricionista de Halitus Instituto Médico.
El único tratamiento existente consiste en una dieta estricta sin gluten de por vida. «La dieta libre de gluten es fácil de indicar pero difícil de seguir. Debe explicarse al paciente y a su familia otras alternativas de alimentos que reemplazarán a los provenientes de dichas harinas, y las técnicas de cocción y manipulación de alimentos para evitar la contaminación cruzada entre productos con y sin gluten», detalla Molina. En ese sentido, la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) publica un listado en el cual se informa marca y variedad de todos los productos aptos para celiacos, y que se actualiza cada dos meses. Se encuentra online en: http://www.buenosai-res.gob.ar/desarrollosaludable/ali-mentacion-y-nutricion/sin-tacc
En tanto, nunca debe suprimirse el gluten de la alimentación sin haber realizado previamente una biopsia intestinal, estudio mediante el cual se detecta la celiaquía.
Las señales para consultar al médico
A nivel digestivo. La persona puede sufrir diarrea crónica, distensión abdominal, falta de progresión en el peso, desnutrición por mal absorción de grasas, azúcares, proteínas, aminoácidos, minerales, hierro y vitaminas.
A nivel general. Pueden manifestarse alteraciones del crecimiento, raquitismo, osteoporosis y fracturas espontáneas, abortos a repetición, cefalea, depresión y trastornos psiquiátricos, anemia, edemas, erupciones cutáneas, artritis y esterilidad.