El bullying es una subcategoría de la violencia escolar. Es una forma grave y específica de conductas agresivas, maltrato, hostigamiento o persecución física o psicológica hacia individuos determinados. “También puede ser llamado acoso escolar, intimidación, hostigamiento o agresión entre pares, aunque internacionalmente se conoce como “bullying”. Normalmente intencionado y perjudicial de un estudiante hacia otro compañero, generalmente más débil, al que convierte en su víctima habitual. Suele ser persistente, puede durar semanas, meses e incluso años. Existen distintos tipos de bullying entre los que se destacan: Físico, Verbal, Social y Cyberbullying”, explica la Lic. Candelaria Irazusta, psicóloga infanto-juvenil y fundadora de Equipo ABA – Anti Bullying Argentina.
Según los datos del Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo (SERCE) de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) desarrollado entre 2009 y 2011, Argentina no solo es el país que tiene las cifras más altas de bullying respecto los otros 15 países Latinoamericanos que también participaron del estudio sino que en términos de insultos o amenazas, Argentina es el país que muestra las cifras más altas (37.2%) e, incluso muestra altos niveles de violencia física entre pares (23,5%).
Es en este contexto que la atención está puesta sobre los chicos pero también sobre padres y docentes.
Según un estudio global de Ipsos a más de 18 mil personas en 24 países, entre los que se incluyen Argentina, México y Brasil:
Señales de alarma de bullying
Estos números requieren de intervención adulta. No hay inicios estándares, el acoso escolar puede comenzar a partir de distintos tipos de episodios según el caso. Es por eso que es importante hacer hincapié en las señales de alerta.
La psicóloga refiere: “Muchos de los chicos que sufren este problema lo expresan abiertamente y denuncian que esto está ocurriendo, lo cual facilita la intervención oportuna de un adulto. Pero una gran cantidad de chicos, por miedo a las represalias o por vergüenza, lo mantiene en silencio preservando en secreto su problema, lejos de la ayuda y asistencia de sus pares u otros adultos significativos. En estos casos, es muy importante que los padres y otros adultos cercanos puedan estar atentos a ciertas manifestaciones -antes atípicas- que funcionan como señales de alarma que nos sugieren que un niño podría estar siendo víctima de bullying. La presencia de una de estas señales de manera aislada puede ser indicador de otros problemas, pero en la medida en que muchas de estas señales se combinan entre sí, aumentan las probabilidades de que un niño pueda estar sufriendo acoso en la escuela. Reconocer estas señales de advertencia y estar atentos a su evolución es el primer paso para una intervención eficaz y a tiempo”.
Los actores: acosador, acosado, espectadores, el rol de padres y maestros
Sin público ni cómplices silenciosos, no hay espectáculo. La Lic. Irazusta describe: “Por este motivo, el bullying es una problemática sobre la que se debe trabajar en conjunto con niños, padres, docentes y directivos a partir de la prevención si lo que se quiere es generar soluciones sustentables en el tiempo. Los adultos deben brindar al problema la importancia que reviste e intervenir de modo responsable e informado para ayudar a todos los chicos involucrados a revertir esta dinámica de relacionamiento”.
Acosado: “En caso de que un padre sospeche de que su hijo está siendo víctima de bullying, se recomienda investigar en detalle qué es lo que está ocurriendo, averiguar más sobre la vida escolar de su hijo y ponerse inmediatamente en contacto con el personal docente o las autoridades de la institución educativa. Es importante tener en cuenta que si el niño no soluciona el problema no es porque no quiere, sino porque no puede, con lo cual, es tarea de los adultos tomar medidas de protección pertinentes e implementar un plan de acción adecuado. En caso de que la sospecha se confirme, anime al niño a expresar sus sentimientos en su presencia, estableciendo un canal de comunicación y confianza con el niño, capaz que contenerlo y sostenerlo. Asegurarse de que el niño cuente con un adulto de referencia tanto fuera de la escuela como dentro de ella, es fundamental a fin de tejer una red de protección afectiva a su alrededor y disminuir así el impacto de la problemática sobre el niño afectado. Si se considera necesario, derivar a psicoterapia”, dice la especialista.
Acosador: En general, se puede afirmar que cualquiera puede cumplir el rol de víctima, pero no ocurre así con el de agresor. Las características que destacan a los chicos que actúan como acosadores son:
“Cómo trabajar con los padres tanto del acosado como del acosador depende de la dinámica de cada grupo en particular, del caso a tratar y del nivel de compromiso de la comunidad educativa”, agrega Irazusta.
Espectadores: Los espectadores son aquellos testigos silenciosos que presencian las situaciones de bullying sin intervenir. Son necesarios para la dinámica del fenómeno, y es importante que como también se trabaje con ellos a la hora de intervenir frente a este tipo de casos. La psicóloga brinda algunos consejos si su hijo es testigo:
Escuela: Respecto del importante rol de los docentes, la psicóloga sostiene: “El bullying no es un problema entre una díada: victima-agresor. Ésta es una comprensión reduccionista que deja afuera un grupo fundamental sobre la cual el fenómeno del acoso se instala y se ve reforzada: los espectadores. La dinámica de grupo, y los estilos de liderazgo en que los chicos se ven inmersos son fundamentales a la hora de entender la génesis del problema y su mantenimiento. El trabajo con todo el grupo es un eje fundamental sobre el cual focalizarse a fin lograr la implicación de todo el alumnado en la creación de un marco protector, preventivo y correctivo del aislamiento y la victimización”.
La Lic. Irazusta concluye: “Todos los que participan en el bullying en alguna medida son afectados; es decir que las víctimas son todos los que están involucrados. El niño hostigado tiene más riesgo de padecer más consecuencias como depresión, fobia escolar, ansiedad, trastornos de aprendizaje, cefalea, dolor abdominal, etc. Tal vez el agresor no sea en realidad más fuerte que el acosado, pero éste así lo percibe y lo cree. Lo importante es que el acosado se sienta amedrentado. Para que haya acoso escolar la víctima debe sentirse atemorizada. Muchas veces los padres minimizan o naturalizan este problema como “cosas de chicos” y piensan que el problema se solucionara con el mero correr del tiempo. Otras, piensan que “tienen que aprender a solucionarlo solos” o que “en mi escuela también pasaba, no es un problema grave”, etc. Estas creencias son erróneas y el primer paso es tomar conciencia”.