El médico argentino Sergio Pasqualini, director del instituto Halitus, decidió hace 20 años aplicar esa técnica a Mónica Caminos y Miguel Penacchio, debido a que ella quedó estéril tras la extirpación de las trompas de Falopio por una obstrucción.
Mónica contó a Télam que «después de casarnos nuestra única ilusión era formar una familia con hijos, pero cuando a los 32 años me detectaron esa obstrucción con la que terminaron sacándome las trompas, llegué a mi casa y lo único que hice fue ofrecerle el divorcio a mi marido porque veía frustrado nuestro proyecto».
«Pero él me contestó que no se había casado conmigo para tener hijos y que juntos íbamos a lograr, ya sea con la ayuda médica o adoptando, formar la familia que siempre soñamos», indicó.
Mónica contó que «después de distintos intentos fallidos de tratamientos y por medio de una compañera de trabajo, llegamos con Miguel al consultorio de Pasqualini, que nos habló de los nuevos métodos de fertilización asistida, cosa que hace 20 años atrás despertaba algunas controversias».
«Había tabúes y no era común hablar de óvulos congelados y de embriones criopreservados para lograr un embarazo, pero yo nunca dudé ni temí en someterme a esa nueva técnica, porque eran muy fuertes las ganas que teníamos con Miguel de ser padres», destacó.Pasqualini puntualizó, en diálogo con Télam, que «con este caso particular, se inició la criopreservación de embriones, lo que ayudó a poner a punto una técnica que tenía pronóstico reservado y que hoy, llega al 30 por ciento de posibilidad de éxito de embarazo».
«Con ellos aportamos los primeros embriones nacidos con embriones criopreservados del país y caminamos mucho juntos con Mónica y Miguel, para que puedan ser padres de los mellizos».
La pareja hizo cuatro intentos y en el último realizado el 12 de diciembre de 1991, en el que se le transfirieron a Mónica los últimos embriones que quedaban congelados logró el embarazo.
Miguel recordó que «durante ese proceso hablamos mucho y siempre le dije que la acompañaba a cualquier lado, a donde sea, siempre que partamos de la base de que el problema es de la pareja, ni de uno ni del otro».
El hombre reconoció que «era difícil llegar y encontrarla llorando ante la imposibilidad de un embarazo», pero rescató ese 25 de agosto de 1992 «cuando me dieron a los chicos y sentí que toqué el cielo con las manos».
Hoy la familia vive en la localidad bonaerense de Villa Madero y disfrutan de ver a sus hijos jugar al handball y saber que tiene un proyecto, ya que Néstor estudia Arquitectura y Antonio, Administración de Empresas.
Ante la particular búsqueda del embarazo que hace dos décadas realizaron sus padres, Antonio contó a Télam que «uno piensa siempre que va a salir todo bien y espera no tener el mismo problema de ellos, pero si lo tuviera, lo afrontaría como lo hicieron mis padres».
En tanto, Néstor dijo que «por ahora no lo pensé, pero si llega el momento y no logro tener un hijo, no tengo dudas de que haría todo igual que ellos».
Fuente: terra.com.ar