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Por: Única Mi bebé | 28/03/11

Embarazo con anemia


Aunque nunca hayas padecido anemia antes de la gestación, es bastante común desarrollarla a medida que el embarazo avanza. Para su pronta detección, es de vital importancia realizar el estudio de laboratorio cada tres meses.

De adquirir anemia, puede que la futura mamá no tenga ningún síntoma visible, en particular si la afección es leve. Por otro lado, puede ocurrir que se manifieste como cansancio, debilidad y mareos. Aunque éstos no son síntomas exclusivos de anemia, probablemente la futura mamá los experimente en algún punto del embarazo, sin que ello signifique dicha afección. La embarazada con anemia podrá notarse más pálida, especialmente en las uñas, la parte inferior de los párpados y los labios. Otros síntomas son problemas digestivos (ardor de estómago, gases, calambres), latidos rápidos del corazón, palpitaciones, dificultad para respirar, dolores de cabeza, irritabilidad y dificultad para concentrarse. Hay que recordar que todo síntoma sin la consulta profesional adecuada puede dar lugar a un diagnóstico equivocado.
La consulta ginecológica previa al embarazo es muy importante, porque permite identificar los posibles factores de riesgo y las diferentes patologías detectables (no sólo anemia, sino hipotiroidismo, cardiopatías, hipertensión, diabetes gestacional, etcétera) y adoptar conductas para minimizarlos. También es recomendable un examen mamario y estudios de sangre. La modificación de los hábitos antes del embarazo es lo más beneficioso para la mamá y el bebé.

¿Para qué sirve un hemograma?
Muchos embarazos no han sido planificados. Cuando esto sucede, es importante comenzar a recibir atención prenatal desde un principio y con regularidad, además de modificar cuanto antes cualquier hábito potencialmente perjudicial para el embarazo. Es fundamental hacer hincapié en una alimentación balanceada. Con un simple hemograma puede hacerse un control y detectar un cuadro de anemia. Este estudio, que se indica durante las primeras semanas de gestación, diagnostica la presencia de una anemia previa al embarazo. De encontrarse valores normales y no mediar síntomas que lo justifiquen, el hemograma se repetirá recién hacia la semana 24. Y luego en la semana 34, para el diagnóstico de anemia adquirida durante el embarazo. Si está presente, se indica suplementación con hierro por vía oral. Como profilaxis, se puede administrar diariamente dosis de hierro más ácido fólico a partir del segundo trimestre de la gestación y durante la lactancia materna.

Si hay deficiencia de hierro
El bebé realiza una excelente tarea, abasteciéndose de su porción de hierro antes que la mamá. Sin embargo, una embarazada con un cuadro anémico afectará las reservas de hierro del bebé al nacer, aumentando los riesgos de desarrollar anemia durante la infancia. En los casos más extremos, la anemia por deficiencia de hierro durante el embarazo está relacionada con un mayor riesgo de parto prematuro y bajo peso al nacer. Y también con un mayor riesgo de muerte fetal o la muerte del recién nacido.
Con respecto a la mamá, afecta su estado de salud en general. Podría sentir disminución de la energía y su sistema inmunológico se vería afectado: en un cuadro anémico por deficiencia de hierro, el cuerpo tendrá más dificultades para combatir infecciones. En las últimas etapas del embarazo, la anemia es sinónimo de problemas en el caso de hemorragias durante el parto. Los casos extremos pueden requerir hospitalización y transfusiones de sangre. Más aún, ciertos estudios sugieren que la anemia incluso puede aumentar el riesgo de depresión posparto.
Una vez diagnosticada, el tratamiento consiste en la administración de hierro por vía oral o inyecciones. Una vez alcanzados los valores normales, se continúa con la administración de la dosis indicada durante el mismo tiempo que demandó corregirla. En los casos más severos, puede requerir hospitalización y transfusiones de sangre.

La prevención
Durante todo el embarazo, se puede prevenir el riesgo de anemia consumiendo alimentos que contengan hierro: frutas secas (ciruelas, higos, pasas, dátiles), cereales fortificados con hierro, pan, pastas, avena, granos enteros, hígado, carnes rojas, pollo, pescado, espinaca, brócoli, verduras de hoja verde, nueces y semillas. La ingesta de estos alimentos debe acompañarse con otros ricos en vitamina C, que favorecen la absorción del hierro: cítricos, tomates y frutillas. Se debe evitar el consumo de té y café, en particular junto con alimentos ricos en hierro.
Las carencias nutricionales tienen consecuencias negativas tanto para la mamá como para el bebé. Lo más recomendable es ir adecuando la dieta a las nuevas necesidades de la madre. Además del consumo de alimentos ricos en hierro, en muchas ocasiones y bajo prescripción médica se debe suplementar con comprimidos, puesto que la futura mamá no siempre comienza el embarazo con suficientes reservas de hierro como para cubrir estas necesidades. Por este motivo, muchas gestantes sufren de anemia. Una mujer anémica no podrá soportar adecuadamente la pérdida de sangre que se produce durante el parto, y es más propensa a sufrir infecciones durante el puerperio.
La suplementación con ácido fólico previene y corrige los cuadros de anemia, asociados a la deficiencia de la vitamina B12.

Fabián Penno
Asesoró: Dr. Ariel Masquef, especialista en Tocoginecología y Obstetricia del Departamento de Obstetricia de Halitus Instituto Médico

Recomendaciones para la embarazada )
-Concurrir a un buen control prenatal según lo sugerido por el médico obstetra de cabecera
-Seguir una dieta enriquecida con alimentos que contengan hierro y vitamina C
-Cumplir con las indicaciones médicas ante el diagnóstico de anemia en el embarazo

Anemia en el embarazo, un tema de cuidado
Dr. Ariel Masquef, especialista en Tocoginecología y Obstetricia del Departamento de Obstetricia de Halitus Instituto Médico, Marcelo T. de Alvear 2084, C.A.B.A. Tel. 5273-2000. E-mail: info@halitus.com. Website: www.halitus.com.

Fuente: Única Mi bebé