Tan chiquita. Y tan poderosa. Nada ni nadie le otorgó a la mujer tanto poder como la píldora. Fue esta pequeña pastilla la que le permitió no sólo gozar sin culpa, sino también planificar una familia desde el deseo. Y a partir de ese poder, el resto fue más simple: ir a la universidad, acceder a puestos jerárquicos, ganar dinero propio. En fin, libertad, independencia. Sin dudas, para la mujer comenzaba una nueva era aquel 9 de mayo de hace ya 50 años.
La píldora fue un pilar de los convulsionados 60 que rompieron con los rígidos roles de género y complicaron aún más los conflictos generacionales. Fue la protagonista de aquel grito de amor libre en aquellos años de sexo, drogas y rock & roll. Cambió a la sociedad. La hizo más igualitaria.
Nació en un laboratorio de los Estados Unidos, de la mano de dos hombres: uno, Gregory Pincus, iba por el control de la natalidad; el otro, John Rock, buscaba que concibieran mujeres infértiles. Lograron bloquear la concepción usando progesterona para que no haya ovulación. Y que la FDA (la autoridad sanitaria de EE.UU.) aprobara su uso. Fue un éxito, allá y en todo el mundo. Ya existían el preservativo, el diagragma y el DIU. Pero la pastilla le daba control pleno a la mujer, en su intimidad, sin ser invasiva ni médicos. El sexo pudo separarse de la procreación.
«La pastilla hizo que la fecundidad bajara notablemente en Latinoamérica. En Argentina venía bajando por las corrientes migratorias europeas, que traían la idea de que hay que tener los hijos que se pueden alimentar y educar -dice Mariana Romero, médica, investigadora del CEDES-. Pero sin duda fue una revolución. Le dio a la mujer el control de la fecundidad».
Sólo en 2009 se vendieron en el país 19 millones de cajitas. «La consume el 18% de las mujeres en edad fértil (14 a 45 años) -explica Alicia Figueroa, directora del Centro Latinoamericano de Salud Mujer-. Es una estimación de la Confederación Farmacéutica Argentina cruzada con datos del Ministerio de Salud. El consumo subió un 50% desde 2003». Ese crecimiento va de la mano del Programa Nacional de Salud y Procreación Responsable, por el que se entregan pastillas gratis en el 90% de los centros de salud del país, y las obras sociales y prepagas deben cubrir el 100% de su costo.
Igual, persisten viejos mitos sobre la pastilla, que tienen que ver con algunos efectos colaterales de aquellas pastillas de hace 50 años, no con estas. «Y que tiene una alta tasa de automedicación. Sólo una de cada tres mujeres que las consume fue al médico», dice Figueroa. Lejos de los efectos no deseados, ahora se potencian sus virtudes más allá de la anticoncepción. «Las dosis de estrógenos y progesterona usadas hoy son muy bajas. Se recetan para prevenir endometriosis, poliquistosis ovárica, acné, piel seborreica, incluso la toman mujeres que no tienen relaciones», explica Sergio Pasqualini, de Halitus, y desliza un problema actual, que está en las antípodas de lo que ocurría en los 50: «La mujer tiene la idea que el embarazo le corta la carrera, y ahora que puede posponerlo y planificarlo lo hace, de ahí la maternidad tardía, pero tampoco es bueno esperar tanto».
Eugenia Trumper fue presidenta de la Sociedad Médica Argentina de Anticoncepción, y hace más de 40 años que ejerce, casi como la pastilla. Habla de los tiempos de la abstinencia periódica (nada de sexo en días peligrosos), del coitus interruptus, de los métodos de barrera y de la gran noticia que fue la píldora: «La mujer comenzó a ser dueña plena de su cuerpo y su fertilidad. Encima, con los años, se minimizaron los efectos colaterales y aumentaron los beneficios. La pastilla regula el ciclo menstrual, reduce la anemia y el riesgo de tumores. Su uso nunca dejó de crecer». Trumper habla de lo médico, pero sobre todo subraya su valor social: «Le dio independencia a la mujer en un mundo machista».
Por: Mariana Iglesias
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Mitos y verdades
Hacen engordar y retener líquidos, además de provocar náuseas y vómitos. Eran efectos de las viejas pastillas, pero no de las que se usan en la actualidad.
A largo plazo puede provocar infertilidad. No.
Es necesario hacer un «descanso» en la toma. No hay que dejar de tomarla.
A las mujeres que dan de amamantar les corta la leche. Hoy en día existen unas pastillas especiales para las mujeres en época de lactancia.
Puede provocar cáncer. Todo lo contrario. Su uso prevendría la formación de tumores. Se receta para evitar endometriosis y poliquistosis ovárica.
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Testimonios
ANIVERSARIO DE LA PILDORA ANTICONCEPTIVA
«En casa no se hablaba de sexo»
Norma Pons, actriz, 66
Tenía 15 o 16 años y algunas compañeras de clase desaparecían de un día para el otro. De repente, el silencio: no había más charlas en las veredas y sus casas nos cerraban las puertas. Estaban embarazadas y con la vida trunca, tan jóvenes. ¿Pastillas? No. ¿Cómo acceder si en la escuela o en casa no se hablaba de sexo?
«Hay que sumar el preservativo»
Delfina Gerez Bosco, 24
Usé anticonceptivos sólo con fines medicinales, por un problema de ovarios. Veo que muchas mujeres de mi generación toman pastillas para no quedar embarazadas. ¿Y las enfermedades? Me parece que es un método efectivo, pero si no se complementa con el preservativo, no sirve.
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Opinión
Una revolución social
Mabel Bianco
EPIDEMIOLOGA
La «píldora» anticonceptiva fue una verdadera revolución social. La posibilidad de planificar cuándo tener hijos, algo tan importante en lo personal y social, se volvió accesible a toda la población. Aparentemente benefició sólo a las mujeres, pero no es así, porque la procreación involucra al hombre y a toda la sociedad.
Permitió poner en práctica los derechos sexuales y reproductivos. Si bien ya existían métodos anticonceptivos, con su mayor eficacia facilitó la autonomía de las mujeres. Se quebró el silencio. Sacó la procreación y la sexualidad del ámbito privado. Apareció en un contexto socio-cultural de profundos cambios, que transformó la participación de las mujeres en lo público, permitiendo no ser vistas sólo como procreadoras. Antes de ella, muchas mujeres no pudieron estudiar, ejercer profesiones, ser artistas, porque la maternidad se les imponía. Ahora, 50 años después, la lucha es que la «píldora» y los métodos anticonceptivos sean accesibles a todos, por eso se sancionó la ley de Salud Sexual y Procreación Responsable en 2002. No debería ser un privilegio. A pesar de la ley no todos se benefician porque persisten prejuicios y obstáculos ideológicos, económicos y religiosos.
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