Nadie nos contó el cuento de la cigüeña que no venía. Nunca pensamos que nos iba a pasar, ¡justo a nosotras!, eso de no poder quedar embarazadas. Y, sin embargo, pasa. «Paciencia, ya llegará», pensamos al principio. Pero la búsqueda sigue siendo infructuosa y la ansiedad empieza a taladrarnos la cabeza como el ya famoso pájaro carpintero de la publicidad: ¿Para cuándo? ¿Seré yo? ¿Será él? ¿Seremos los dos? ¿Por qué nos cuesta tanto quedar embarazados? Mal de muchos no es consuelo que valga, se sabe. Pero lo cierto es que los casos de infertilidad parecen ser cada vez más habituales y obligan a formular, también, otras preguntas. O al menos una: ¿qué es lo que está pasando que son tantas las mujeres que quieren y no pueden tener hijos? Porque a quien no lo vive en carne propia no le hace falta hurgar demasiado entre los contactos de la agenda para dar con una amiga, prima, vecina, compañera de trabajo o simplemente conocida que está encarando la búsqueda sin éxito, alguna que esté en pleno tratamiento para lograr concebir.
Efectivamente: los problemas de infertilidad afectan a gran cantidad de personas; muchas más de lo que se supone: según la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva, aproximadamente un 15 por ciento de las parejas en edad madura enfrenta dificultades para tener hijos. Y así como la ciencia está de su lado (cada vez son más los tratamientos disponibles para lograr el tan deseado embarazo), el reloj biológico juega en contra. Pero a no desesperar: asesorarse y consultar a tiempo son claves para que la cigüeña, finalmente, venga.
Reloj, no marques las horas
Una de las expertas consultadas contó que en sus últimas investigaciones, consultando las tasas de infertilidad de Vietnam, se sorprendió al advertir que eran extraordinariamente bajas, y quiso saber por qué. Resulta que allí las mujeres se casan a una edad promedio de 17 o 18 años. Para cuando tienen 20, casi todas son mamás. No hay secretos: se reproducen en la etapa más fértil de sus vidas. La tendencia -en la Argentina y en muchos otros países- es muy diferente: cada vez son más las mujeres que comienzan a pensar en ser mamás pasados los 30 e incluso los 40. El reloj biológico es señalado por los especialistas como el factor determinante en la mayoría de los casos de infertilidad. No es que nos esté costando más tener bebés: es que comenzamos la búsqueda más tarde y eso hace que las chances de concebir sean -inevitablemente- más bajas que a los 20. Con los años, el envejecimiento de los óvulos reduce las posibilidades de concretar el embara::o y no hay modo de frenar esa tendencia. La edad más fértil, según dicen los expertos, está entre los 20 y los 30 años. Las posibilidades de tener un bebé sin ayuda de la ciencia disminuyen pasados los 35 y es muy difícil gestar un hijo con óvulos propios después de los 41. En los últimos años, se elevó la edad de las mujeres que realizan su primera consulta ante una dificultad para quedar embarazadas. Antes o hacían a los 28 o 30; ahora, recién a los 35 o 3 5. Es decir que, cuando llegan al consultorio, el reloj biológico ya hizo de las suyas con sus óvulos.
Y también los afecta a ellos: a partir de los 45 años se da una disminución de la calidad genética de los espermatozoides. Claro que mientras el reloj biológico presiona por un lado, la carrera, el éxito profesional y la vida cotidiana (que incluye vicios nocivos para la fertilidad, como el cigarrillo) tiran la soga hacia el lado contrario. Entonces, ¿cómo se resuelve el dilema? Congelar óvulos cuando todavía se está en edad fértil es una alternativa que empiezan a elegir algunas mujeres. Por el momento se trata de un proceso costoso que no es tenido en cuenta por la mayoría. Pero en un futuro no muy lejano, aquí podría estar la clave para que el reloj biológico no sea un impedimento inexorable a la «hora» de ser mamás. Por otro lado, cada mujer debe conocer sus antecedentes familiares: si mamá, tías y abuelas tuvieron menopausia temprana, hay que saber que la edad fértil puede ser corta. Que el tema no nos tome por sorpresa.
Una decisión difícil
Debería ser el momento más íntimo de la pareja. Y, sin embargo, algo está fallando y hay que pedir ayuda para lograr concebir. Aceptar que el problema existe y tomar la decisión de consultar a un médico es el primer paso, uno de los más difíciles, Pero, por más que cueste, hay que saber que no podemos tomarnos todo el tiempo del mundo para pensarlo. Hasta los 35 años, los especialistas indican que se puede buscar el embarazo durante un año antes de la consulta médica. Entre los 35 y los 40, seis meses de intentos bastan para pedir turno con un profesional. Si la maternidad comienza a buscarse pasados los 40, la visita al consultorio debería ser inmediata. Es que detectar cuál es el problema lleva su tiempo. Recién después de varios estudios se podrá conocer el diagnóstico y a partir de allí pensar en un tratamiento.
Las opciones son muchas, algunas sencillas y otras no tanto. Desde la estimulación de la ovulación mediante tratamientos hormonales hasta la fertilización in vitro, pasando por procesos quirúrgicos en casos de afecciones en las trompas o el útero.
Y una vez más, el fantasma de la edad aparece: cuanto más grandes comenzamos los tratamientos, menos son las chances de que sean efectivos. El promedio de ciclos de fertilización in vitro exitosas ronda el 40 por ciento, pero el porcentaje cae al 15 por ciento para una mujer de entre 40 y 42 años.
Por eso, la mayoría de las mujeres que llegan al consultorio después de los 40 tiene que optar por un proceso de ovodonación. Es decir, sus óvulos ya no le permitirán ser mamá y necesita recurrir a otros. Atravesar este «duelo genético», como lo llaman los expertos, no es nada fácil y desata todo tipo de temores: ¿y si no lo quiero como a un hijo?, ¿y si no me quiere él a mí? Demasiados miedos para enfrentar en soledad; por eso así como el acompañamiento psicológico en los otros casos es sugerido, en éste es imprescindible.
El mundo contra mí (o no)
La recepcionista de la empresa pasa a saludarte: mañana comienza su licencia por maternidad. Camino a casa, las panzas y cochecitos parecen multiplicarse. Por fin, llegás. Pero en un encuentro de ascensor, la del 4o B te cuenta que espera mellizos. Y cuando entrás suena el teléfono: tu hermana grita que vas a ser tía. Y encima te indignás con vos misma por no alegrarte por ella. Aunque se siente horrible, es normal. Es una de las muchas sensaciones que atraviesa quien lleva adelante un tratamiento de fertilidad. Y mucho más quien va por su segundo o tercer intento, después de haber pasado de la ilusión inmensa a la tristeza indescriptible de un resultado negativo. Tal es la carga emocional del proceso, que muchas parejas optan por aislarse y mantener el tema casi en secreto. Por supuesto, sólo consiguen potenciar la ansiedad y el estrés. No hay pareja que no enfrente subibajas emocionales en su largo intento por tener un bebé. La ansiedad potencia los niveles de estrés que ambos tenían ya la primera vez que pisaron el consultorio del médico. Y la madeja de sensaciones se convierte en un círculo vicioso nada favorable para el éxito del tratamiento. Por eso, los programas de acompañamiento psicológico, los talleres grupales para compartir experiencias y los métodos que encaran la relación cuerpo-mente a través de técnicas de relajación y meditación son cada vez más tenidos en cuenta por los especialistas en medicina de la reproducción. Lo que se pretende, además de encarar el tratamiento con fortaleza y paciencia, es que el complejo proceso de búsqueda de un hijo no se convierta en un problema para la pareja. No hacer del tratamiento el único tema de conversación, no tener relaciones sexuales sólo cuando las fechas de ovulación lo indican y no abandonar la vida social son algunas de las recomendaciones de los expertos.
Hace tiempo, las secretarias de los consultorios de especialistas en problemas de fertilidad tenían que dar turnos espaciados, para que las parejas con dificultades para concebir no se vieran las caras y pudieran mantener su secreto. Tal era el pudor que producía «ser infértil». Nada de eso sucede hoy: la infertilidad ya no es tan tabú y casi no hay quien no conozca un caso en su entorno. No por ello los tratamientos son más fáciles de abordar, claro. Pero saber que otros -muchos otros- superaron las dificultades y hoy tienen a su bebé en brazos reconforta y envalentona: si nos cuesta lograr el embarazo, mejor buscar ayuda cuanto antes
Aquí no hay reglas que valgan, todos los profesionales consultados coinciden en este punto. Hay veces -muchas veces- en las que el silencio y el abrazo son las mejores ayudas posibles para esa amiga que deseaba con toda su alma que esta vez sí, hasta que le vino. Otras veces, es ella quien comienza a comentar: que los nervios, que la espera, que las ganas… y entonces sí, la puerta para preguntar y compartir está abierta. En uno y otro caso, la clave es respetar los tiempos, humores, llantos y alegrías de quien está en pleno tratamiento para quedar embarazada. Lo único que está prohibido, enfatizan los psicólogos, es sugerir soluciones: nada de probá tal cosa o a fulanita le resultó tal otra. Y mucho menos el clásico: «¿y por qué no adoptan?». Para consejos médicos, están los expertos. Para prestar hombros y orejas, las amigas.
Las 101 respuestas sobre infertilidad
De Stella Lancuba, Editing.
¿Qué podemos hacer para tener hijos?
De César Sánchez Sarmiento, Arce.
La infertilidad en la pareja
De Silvia Cincunegui y Yolanda Kleiner, Lugar Editorial.
www.samer.org.ar
Sitio de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva.
www.infertilidad-arg.com.ar
Sitio gestionado por pacientes con problemas para concebir.
Leandra López, 36 años, 5 meses de embarazo » Vivimos en un pueblo de la provincia de Buenos Aires y cuando inicié el primer tratamiento, después de buscar tres años, se enteró todo el mundo. A los quince días se supo que no había dado resultado y estaban todos devastados. Por eso el segundo tratamiento quedó en el ámbito familiar. Y el tercero finalmente resultó. No bien me implantaron los embriones empecé a sentir cosas que no había sentido antes. Esperamos dos semanas y cuando la doctora lo confirmó, lo dijimos. La felicidad es compartida en todo el pueblo.»
Katy Amicone, 45 años, mamá de Didí (14 meses) «Empecé a intentar ser mamá a ¡os 25. Al principio nunca pensás que te va a pasar; lo ´normal´ es que quedes embarazada. Desde que empezás con ¡os tratamientos y el camino para concebir no es fácil. Es un desgaste pan la pareja, y está el tema económico.
Te genera sentimientos encontrados:primero ex pectativa y ansiedad, después -cuando el resultado es negativo- tristeza y frustración. Las amigas te apoyan: las que ya son mamás comparten sensaciones y las que no, toman nota por las dudas.»
Gabriela Lozzia, 35 años, mamá de Santiago (8 meses)
«Buscamos un bebé durante cinco años. Después del primer año empezamos a hacer consultas y finalmente iniciamos un tratamiento. Siempre fuimos de hablar mucho en la pareja y creo que lo llevamos muy bien. Cuando más angustiada estaba, lo que me ayudó a seguir adelante fue darme cuenta de que teníamos el proyecto de formar una familia y lo íbamos a lograr, funcionara el tratamiento o no. Si había que resignar esos nueve meses de embarazo y adoptar, se haría. Como fuera, seríamos padres.»
Flavia García, 36 años, 7 meses de embarazo «Es muy fuerte tomar la decisión de ir a un lugar donde la ciencia te va a ayudar a tener un bebé. Me había dejado de cuidara los 27, después de un año empecé a consultar y los dos primeros tratamientos no dieron resultado. Fue muy duro fracasar. Pero no me daba vergüenza decir que no podía concebir. Conozco gente que no lo cuenta, parejas que se enojan consigo mismas. Yo no: tengo mucha fuerza de voluntad y yo misma terminaba consolando a mis padres cuando los tratamientos no resultaban.»
(Salud)
Dr. Marcos Horton
Presidente de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva.
Dra. Stella Lancuba
Directora del Centro de Investigaciones en Medicina Reproductiva.
Dra. Luisa Barón
Psiquiatra, directora de la Fundación IMPSI.
Lic. Judith Cosogliad y Lic. M. Elena Sardone
Psicólogas de Halitus Instituto Médico.
Estela Chardon
Coordinadora de la Asociación Civil Concebir.