¿Necesitan las mujeres un agente vasodilatador de las zonas genitales, como el sildenafil, o algo diferente? Para los laboratorios fue indudable: ellas precisan algo que actúe sobre la falta de libido, o deseo sexual hipoactivo, que afecta al 33% de las mujeres del mundo. Si en los hombres se buscó resolver un problema mecánico, entre las mujeres la situación a solucionar es otra: se vincula con las ganas mismas de tener relaciones sexuales. Pero ¿es factible regular el deseo con una píldora? El complejo funcionamiento del mundo erótico femenino parece contradecir tanto optimismo.
Como suele suceder en la cultura occidental, Aristóteles parece tener la primera respuesta a casi todo: «Sólo hay una fuerza motriz: el deseo», decía hace 2.300 años. Más acá, en el siglo pasado, el filósofo y matemático Bertrand Russell coincidía: «Toda la actividad humana está motivada por el deseo o el impulso». Ahí empieza todo. Sin deseo, no hay vida sexual, o no la hay (al menos) plena y satisfactoria.
Eso fue así desde siempre, lo que cambió con los siglos y las décadas fue el sujeto del deseo, quién tiene derecho social a ser deseante y deseado: si los hombres se reservaron el lugar de quien desea y a las mujeres les llevó centenas de años escapar del mandato social de no ser deseantes, el siglo XXI cambió de un plumazo la situación.
En los ´60, la píldora anticonceptiva liberó a las mujeres de una sexualidad sólo asociada a la maternidad, y el descubrimiento de un cuerpo y de una psiquis deseantes las colocó en el centro de los debates por el orgasmo.
Pero siempre desde un punto de vista mecánico. Ahora, la búsqueda se orienta a dar con una sustancia que haga aullar a la libido femenina, para despertarla y ponerla en acción cuando y como se quiera. Nada menos que eso es lo que buscan fármacos en experimentación clínica, como el fibanserin (un antidepresivo), el bremelanotide (un protector de la piel), la testosterona (una hormona) e inclusive el mismo sildenafil masculino.
NADA CONFIRMADO. La oferta química de los últimos años es limitada.
La más concreta son los parches de testosterona, que en algunos países de América y Europa se comercializan desde hace dos años con el nombre de Intrinsa (en la Argentina no está disponible, ver Recuadro).
El sildenafil que se usa en varones, según las investigaciones, también podría ayudar a recuperar el deseo en mujeres con depresión grave. Sobre todo entre aquellas que están en tratamiento con ciertas pastillas antidepresivas que actúan sobre los mecanismos de la serotonina (hormona que inhibe la función sexual).
Son muchas las mujeres que toman estos fármacos y que pierden el deseo sexual, sufriendo dolor y falta de lubricación. Esta disfunción origina que hasta el 70% de las mujeres deje de tomar sus antidepresivos, con lo cual el cuadro empeora.
Por su parte, el bremelanotide (antes conocido como PT 141 y originariamente ensayado como una sustancia para broncearse sin sol), alguna vez anunciado como «el viagra femenino», llegó a sus pruebas clínicas en seres humanos con la promesa de que, en 15 minutos, conseguiría provocar en las mujeres «calor genital, cosquilleo y un aumento del apetito sexual».
Pero provoca hipertensión arterial, con lo cual sus testeos quedaron en suspenso desde el 2008.
El fármaco que sí actuaría en el sistema nervioso central, aumentando el deseo a nivel cerebral, y no sólo sobre zonas puntuales del cuerpo, es el fibanserin.
En teoría, es el mejor candidato para estimular el deseo sexual de las mujeres. Aunque fue probado como antidepresivo (justamente para dar con uno que no afectara la libido), terminó dando una sorpresa a los investigadores cuando se mostró malo para regular la depresión, pero muy bueno para mejorar la vida sexual de las mujeres que lo probaron.
«Actuaría sobre mujeres que no tienen ganas, ni fantasías, ni sueños eróticos. Es un remedio para tomar a diario y no sólo en el momento de tener relaciones sexuales, como sucede con el sildenafil. Si las pruebas siguen siendo positivas, llegaría al mercado a fines del 2010 y se testearía también como estimulador del deseo masculino», explica el psiquiatra y sexólogo clínico Adrián Sapetti, autor del libro «Confesiones íntimas. Historias reales de sexo y pasión».
EL LÍMITE QUÍMICO. Sin embargo, la falta de deseo es un trastorno complejo, que depende de múltiples factores, tanto físicos como emocionales y psíquicos. En el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM IV) de la Asociación Psiquiátrica Americana se define a la falta de ganas como una inhibición persistente y profunda del deseo sexual. La persona con baja libido no tiene interés por el sexo y tampoco lo busca. Si se estimulan los genitales los reflejos funcionan, y puede haber excitación y orgasmo, pero no fantasías. Los meses sin sexo pueden pasar sin preocupaciones. En este sentido, los especialistas consideran que el deseo sexual hipoactivo no tiene un origen único. Y tampoco necesariamente físico.
Además, no siempre es percibido como un problema por las mujeres: un 40% de ellas está tranquila y tiene una buena pareja. «Hay mujeres que están bien pero que no tienen ganas de tener relaciones sexuales –describe Sapetti–. Pueden prescindir de ellas, y aunque son orgásmicas, pueden vivir meses sin tener sexo».
Profesor de sexualidad y salud en la Universidad Abierta Interamericana, UAI, León Gindin opina que la industria farmacéutica crea una gran confusión, en la que deseo, erección y eyaculación parecen ser lo mismo, cuando no lo son. «En primer lugar, si no hay hormonas no hay deseo, la cabeza comanda todo: eso es lo que hace que una mujer tenga relaciones con los hombres que le gustan, y no con todos. Entre los varones, esa situación es más permisiva. Por eso las mujeres con déficit de testosterona tienen problemas de libido baja. Pero además de las hormonas actúan el estrés, los conflictos, la necesidad inconsciente de huir, todo hace que una mujer pueda no tener deseo».
PROBLEMA COMPLEJO. De acuerdo con Gindin, «hoy sabemos que el deseo sexual depende del funcionamiento apropiado de una estructura cerebral especial; que existen en el cerebro centros que lo inhiben; que lo regulan dos neurotransmisores específicos: uno actúa como inhibidor y el otro como estimulante o excitador; que tiene conexiones con otras zonas del cerebro, lo que permite la integración del impulso sexual con la experiencia individual del sujeto».
Un medicamento que busque mejorar la respuesta sexual femenina debería actuar sobre tres mecanismos encadenados. «La respuesta sexual humana –explica Beatriz Literat, ginecóloga a cargo del área de disfunciones sexuales y sexualidad de Halitus Instituto Médico– está compuesta por el deseo (dado por neurotransmisores cerebrales u hormonas sexuales), la excitación sexual (vasodilatación) y el orgasmo (reflejo neuromuscular)».
Pero no es factible universalizar el uso de los fármacos. «Muchas disfunciones se producen por ausencia de conocimiento de la función sexual propia o del compañero. Otras por desconocimiento de técnicas sexuales y muchas veces por conflictos en la relación con la pareja. Esto no se trata con medicamentos», resume Literat. Para Gindin, «el mejor de los afrodisíacos es el amor.
En la mujer es más fácil lanzarse a la carrera sexual si ama. Para el hombre no es tan importante».
¿Puede haber un químico que disminuya la incidencia de mente y corazón? «La gran pregunta que nunca ha podido ser resuelta, y a la que yo, pese a mis 30 años de investigación en el alma femenina, tampoco he sido capaz de responder es: ¿qué quiere una mujer?», escribía Sigmund Freud en una carta. La cuestión sigue sin respuesta. ¿Puede uno creer que la respuesta esté en un fármaco? Parece difícil. Aunque cosas más difíciles de creer suceden en el mundo.
ANDREA GENTIL
LOS PROBLEMAS
– El 33% de las mujeres sufre de disminución del deseo sexual.
– El 28% no alcanzó jamás un orgasmo.
– El 27% presenta una lubricación vaginal insuficiente.
– El 22% no considera al sexo como algo placentero.
– El 21% presenta dolor durante la relación íntima.
– El 16% está muy insegura sobre su desempeño sexual.