Sin embargo, muchas de ellas lograrán la gestación desconociendo que poseían algún grado de endometriosis, o tal vez no lo logren por razones ajenas a esta afección. La única manera de diagnosticar con certeza la enfermedad, salvo en aquellos casos de presencia de quistes que son fácilmente detectables mediante una ecografía, es realizando una laparoscopía que permitiría la observación directa del endometrio fuera de lugar.
Los tratamientos posibles son absolutamente individuales y dependen fundamentalmente de las características
de la mujer (edad, deseos de fertilidad, severidad de los síntomas, ubicación de las lesiones). Antes de realizar alguno de los tratamientos agresivos (cirugía, terapia supresora de la ovulación, etc.) para tratarla, puede ser una opción la observación minuciosa de los síntomas y de la progresión.
Existen dos tipos: la uterina interna, en la cual la capa basal del endometrio invade la pared muscular del útero (esas glándulas responden menos a las hormonas, cambian menos durante el ciclo y pueden alterar la pared del útero y afectar en algunos casos la fertilidad); y la endometriosis uterina externa, que se divide a su vez, en peritoneal, aquella que genera focos en esa zona, y la endometriosis quística.
La posibilidad de recurrencia o persistencia luego de alguna terapia quirúrgica es del 10% en el primer año y del 20% al quinto año.
Fuente: Dr. Sergio Pasqualini, Director de Halitus Instituto Médico.