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Por: Newsweek argentina | 17/01/08

La dieta de la fertilidad


La dieta de Harvard para tener hijos
En un libro revolucionario, investigadores proponen un plan de alimentación que aumentaría la fertilidad. Además, otros trucos sencillos para favorecer el embarazo.

Por Jorge E. Chavarro, Dr. Walter C. Willett, y Patrick J. Skerrett


La vida comienza con dos acontecimientos en apariencia simples. Primero, un espermatozoide movedizo se abre paso al interior de un óvulo maduro y, una vez que está fecundado, el óvulo anida en un recubrimiento especial que prepara el útero para iniciar su desarrollo. Contarlo es fácil. Pero una cascada de hormonas cuidadosamente “programadas” es indispensable en la producción y maduración de los óvulos y los espermatozoides, en tanto que su unión es una frenética y compleja danza que dirigen dichas hormonas, más allá de la fisiología y las condiciones ambientales.
Una infinidad de factores adicionales intervienen en el proceso. Muchas parejas postergan la concepción hasta alcanzar una situación financiera adecuada o haberse establecido en sus profesiones. Sin embargo, la espera reduce las posibilidades de concepción y eleva el riesgo de un aborto espontáneo. Menos de un 10 por ciento de las mujeres de poco más de 20 años experimenta problemas de fecundidad, contra casi un 30 por ciento de la población femenina que sobrepasa los 40 años. Las enfermedades de transmisión sexual, como la clamidia y la gonorrea, van en alza y pueden provocar o contribuir a la infertilidad.
Las epidemias de obesidad y de diabetes también tienen graves repercusiones reproductivas. Ciertos contaminantes ambientales, como algunos plaguicidas y productos de la combustión de los plásticos, también parecen afectar la fertilidad de hombres y mujeres. Por su parte, el estrés y la angustia también afectan las posibilidades de un embarazo.
Si sumamos todo lo anterior a la complejidad del proceso de la concepción, podemos entender por qué la infertilidad es un problema tan común que afecta 90 millones de parejas en el mundo.
Todos conocemos el cliché de que la dieta, el ejercicio y e estilo de vida afectan la longevidad, la salud del corazón, las probabilidades de desarrollar cáncer y muchos otros aspectos relacionados con la salud.¿Debemos incluir a la fecundidad en la lista? Desde hace tiempo, la respuesta ha sido un “quizás”, basado más en ideas arcaicas y la sabiduría popular que en fundamentos científicos. Granjeros y veterinarios saben mucho más sobre la forma en que la alimentación afecta la fecundidad de vacas, cerdos y otras especies de importancia comercial que los expertos en fertilidad dedicados a estudiar sus efectos enla reproducción humana. Son contados los estudios sistemáticos sobre el tema.
Nuestro objetivo fue cambiar este vacío crucial de información con la colaboración de más de 18.000 mujeres que participaron en el Nurse’s Health Study (“estudio de salud de enfermeras”), un proyecto de investigación a largo plazo que analiza los efectos de la dieta y otros factores en la aparición de distintas dolencias crónicas, como la enfermedad cardiaca y el cáncer. Cada una de las participantes declaró que intentaba concebir y, a lo largo de un seguimiento de ocho años, casi todas lo lograron. Sin embargo, un sexto tuvo dificultades para embarazarse, incluidas cientos de mujeres con infertilidad “ovulatoria”, un problema que afecta la maduración o la liberación mensual de un óvulo maduro. Lo más interesante es que cuando comparamos sus dietas, hábitos de ejercicio y estilos de vida con los de mujeres que concebían con facilidad, detectamos varias diferencias significativas, y esas nos inspiraron “The Fertility Diet”, una serie de estrategias para mejorar la fertilidad.
Por ahora, estas recomendaciones pretenden prevenir e invertir la infertilidad ovulatoria, que ocasiona la cuarta parte o más de los casos de infertilidad. En cambio, no tienen utilidad cuando el problema resulta de impedimentos físicos como ñla obstrucción de las trompas de Falopio, y todavía no disponemos de suficiente información para explorar la relación entre nutrición e infertilidad debida a otras causas. Y en vista de que el Nurse’s Health Study no proporcionaba información sobre las parejas de las participantes, no fue posible explorar los efectos de la nutrición en la infertilidad masculina (aunque es posible que algunas de nuestras estrategias también la mejoren). El plan en “The Fertility Diet” no garantiza el embarazo, como tampoco lo hacen la fecundación in Vitro u otras técnicas de reproducción asistida. Pero es prácticamente gratuito, disponible a cualquiera, no tiene efectos secundarios, prepara las condiciones para una gestación saludable y sirve de base para un régimen alimentario sano durante la maternidad y el restod e la vida: una propuesta inmejorable desde cualquier perspectiva.


Coma carbohidratos, pero que sean “lentos”
Hace mucho tiempo reinaban los carbohidratos (o hidratos de carbono): pan, pasta, arroz y papas componían la muy recomendada base de la pirámide de alimentos y nos proporcionaban más de la mitad de nuestras calorías. Luego irrumpieron las dietas de Atkins y South Beach, y como en una escena de “1984”, de George Orwell, donde lo bueno se convierte en malo de un día para el otro, estas dos dietas arrolladoras transformaron los carbohidratos en demonios dietéticos, fuente de vientres desmesurados y muslos flácidos. Con religiosa observancia del nuevo evangelio, millones de estadounidenses repudiaron los carbohidratos rogando perder kilos. Y luego, como sucede con todas las dietas, grandes y pequeñas, la locura de la abstinencia de carbohidratos perdió su fulgor y relevancia.
No obstante, esta manía hizo que los científicos tomaran mayor conciencia del papel que tienen los carbohidratos en una dieta saludable. Provocó minuciosas comparaciones de dietas bajas en carbohidratos y bajas en grasas, lo que derivó en una mejor comprensión de cómo la elección de carbohidratos repercute (para bien o para mal) en el peso y el riesgo de enfermedades cardiacas, infarto cerebral y diabetes tipo 2.
Y no solo eso. Los resultados del Nurse’s Health Study demuestran que las elecciones de carbohidratos también afectan la fecundidad. El consumo de carbohidratos de fácil digestión (rápidos), como pan blanco, papas y bebidas azucaradas, aumenta la probabilidad de desarrollar infertilidad ovulatoria, mientras que los carbohidratos de digestión lenta y ricos en fibra mejoran las chances de concebir. Lo cual concuerda muy bien con trabajos anteriores que demuestran que una dieta rica en carbohidratos lentos y fibra, antes del embarazo, contribuye a prevenir la diabetes gestacional, un padecimiento frecuente e inquietante para mujeres embarazadas y sus hijos.
¿Pero cómo se relacionan los carbohidratos con la ovulación y la gestación? Más que cualquier otro nutriente, los carbohidratos determinan los niveles de azúcar sanguíneo e insulina. Si suben demasiado, como le pasa a millones de personas con resistencia a la insulina, afecta el delicado equilibrio de las hormonas necesarias para la reproducción.
Dado que la dieta influye mucho en el azúcar sanguíneo y la insulina, nos preguntamos entonces si las opciones de carbohidratos podrían influir en la fertilidad de mujeres relativamente sanas. La respuesta del Nurse’s Health Study fue afirmativa. Tras clasificar a las participantes según su nivel de consumo, hallamos que existía una relación entre una elevada ingestión de carbohidratos y un estilo de vida saludable.
Así, las mujeres que obtenían casi 60 por ciento de sus necesidades calóricas de los carbohidratos comían menos grasa y proteína animal; bebían menos alcohol y café; y consumían más proteína y fibra vegetal que aquellas del grupo que ingerían poco carbohidratos. Las primeras tenían también menor peso corporal, menor tendencia al tabaquismo y mayor actividad física. Buen indicio de que los carbohidratos, cuando son los adecuados, son perfectos para la salud.
La cantidad total de carbohidratos en la dieta no tuvo relación con la infertilidad ovulatoria. Pero evaluar solamente la ingesta total puede disfrazar algunas diferencias importantes, así que dimos un vistazo a la llamada 2carga glicémica”. Esta nueva medida proporciona información sobre la cantidad de carbohidratos de la dieta y la rapidez con que se transforma en azúcar sanguíneo.
A mayor cantidad de carbohidratos rápidos en la dieta, más alta la carga glicémica. El resultado del análisis es sugestivo: las mujeres que ocupaban la categoría más elevada de carga glicémica tenían 92 por ciento más de probabilidades d desarrollar infertilidad ovulatoria que las mujeres de categoría más baja, tomando en cuenta factores como la edad, el tabaquismo, el consumo de proteínas animales y vegetales, y otros aspectos que influyen en la probabilidad de concebir. En otras palabras: el consumo abundante de carbohidratos de fácil digestión eleva el riesgo de desarrollar infertilidad ovuilatoria, en tanto que el consumo de más carbohidratos lentos lo disminuye. Un dato para tener en cuenta.
Ya que, cada pocos años, las participantes del Nurse’s Health Study tenían que dar informes sobre su dieta diaria promedio, pudimos determinar ciertos alimentos que contribuían más que otros a la infertilidad ovulatoria. En términos generales, los cereales fríos para el desayuno, el pan blanco y las papas reflejaron una mayor relación con la infertilidad ovulatoria. En cambio, los carbohidratos lentos, como arroz integral, pasta y pan negro, tuvieron una mayor relación con el éxito para lograr el embarazo.
Los modelos computarizados de las dietas de las enfermeras fueron reveladores. Sustituimos de manera electrónica diversos nutrientes por carbohidratos y aunque en muchos casos no hubo diferencia alguna, hubo una que sí la reflejó. Al incluir más carbohidratos en desmedro de grasas naturales, el modelo predijo una disminución de la fertilidad. Esto podría significar que las grasas naturales, sobre todo las insaturadas, mejoran la ovulación cuando sustituyen a los carbohidratos de fácil digestión.
En resumen: los resultados de Nurse’s Health Study indican que la cantidad de carbohidratos de la dieta no afecta la fertilidad, pero sí importa la calidad de los mismos. Si consume muchos de digestión rápida para mantener altos sus niveles sanguíneos de azúcar e insulina, reducirá sus probabilidades de embarazo. Esto es muy importante si consume carbohidratos en vez de grasas insaturadas saludables. Por otra parte, el consumo de granos integrales, porotos, verduras y frutas (todos excelentes fuentes de carbohidratos de digestión lenta) mejorará la ovulación y las probabilidades de quedar embarazada.


Equilibrio graso
En 2003, el gobierno de Dinamarca tomó una decisión destinada a prevenir las enfermedades cardiacas: prohibió el uso de las llamadas grasas “trans” en comida rápida, repostería y alimentos de preparación comercial. (Las trans son un tipo de grasa que se encuentra principalmente en alimentos industrializados, y que surgen de la hidrogenación de aceites vegetales).
La medida de los daneses tuvo un efecto inesperado: más bebés. Hallazgos de Nurse’s Health Study indican que las grasas trans son poderosos inhibidores de la ovulación y la concepción. Reducir el consumo de esta grasa artificial puede mejorar la fertilidad y, de hecho, puede incrementarse más aún con la introducción simultánea de grasas saturadas más saludables.
Mujeres, parteras, médicos e investigadores han sabido, desde siempre, que la grasa corporal y las reservas de energía afectan la reproducción. Las mujeres que no tienen suficiente energía almacenada para resistir el embarazo suelen presenta problemas de ovulación o incluso dejan de menstruar. En el otro extremo, las mujeres con un exceso de energía almacenada tienen otros problemas que afectan la ovulación, como resistencia a la insulina, concentración elevada de hormonas sexuales masculinas y sobreproducción de leptina, una hormona que ayuda al cuerpo a controlar las reservas de grasa corporal.
Otro problema relacionado consiste en determinar si las grasas de la alimentación influyen en la ovulación y la reproducción. Nos asombró descubrir que este campo es casi del todo desconocido. Hasta ahora un puñado de estudios había explorado el tema enfocándose, sobre todo, a la relación entre la ingestión de grasa y las características del ciclo menstrual (duración del ciclo y sus diferentes fases). En general, esos estudios sugieren que al aumentar la grasa de la dieta y, en ciertos casos, la grasa saturada, el ciclo menstrual mejora. Pero casi todos los estudios fueron limitados y no tomaron en cuenta el total de calorías consumidas, la actividad física u otros factores que también influyen en la reproducción.
¿Pero cuál sería el efecto de la grasa de los alimentos en la fertilidad? Los estudios en esta área son escasos. Si existe un vínculo entre la grasa de la dieta y la reproducción, simple modificaciones en las opciones de alimentos ofrecerían medios deliciosos, sencillos y poco costosos para mejorar la fertilidad. La investigación del Nurse’s Health Study estudió las relaciones entre las grasas de la dieta y la fertilidad desde diversos ángulos. Entre las 18555 mujeres del estudio, la cantidad total de grasa de la dieta no tuvo relación alguna con la infertilidad ovulatoria una vez que se tomaron en consideración el peso, el ejercicio, el tabaquismo y otros factores que influyen en la reproducción. Lo mismo sucedió con el colesterol, la grasa saturada y la grasa monoinsaturada, que no demostraron vincularse con la fertilidad. De hecho, parece que una elevada ingestión de grasas poliinsaturadas ofrecen protección contra la infertilidad ovulatoria en mujeres que también toman grandes dosis de hierro, aunque el efecto no fue lo bastante notable como para determinar con exactitud cuál es el papel de esta grasa saludable.
Las grasas trans son un tema aparte. En todos los casos, la mayor ingestión de grasa trans se relacionó con una mayor probabilidad de desarrollar infertilidad ovulatoria. Vimos este efecto incluso en ingestas de apenas cuatro gramos de grasa trans al día: menos de lo que consume diariamente un estadounidense promedio.
El mayor problema es que las grasas trans se asocian a una menor ingestión de otros tipos de carbohidratos o grasas más saludables, como las poli y monoinsaturadas, lo que parece aumentar mucho el riesgo de infertilidad. Pongamos esta información en perspectiva: para una persona que consume 2000 kilocalorías diarias, dos por ciento de las calorías equivalen a unos cuatro gramos de grasa trans equivalentes a dos cucharadas de margarina, una porción mediana de papas fritas o una factura.
Las grasas no son inocuos transportadores de calorías o sustratos para producir hormonas y maquinaria celular. A veces tienen poderosos efectos biológicos como activar o desactivar genes, acentuar o aliviar la respuesta inflamatoria, e influir en la función celular. Las grasas insaturadas actúan mejorando la fertilidad (elevan la sensibilidad a la insulina y alivian la inflamación) y las grasas trans hacen lo contrario. Tal vez eso explique por qué la mayor caída en la fertilidad de las enfermeras se observaba cuando comían grasas trans en lugar de monoinsaturadas.


El factor proteico
Hablemos claro: en el centro de todo plato de comida hay un pedazo de proteína. Las carnes d vaca, pollo y cerdo son las favoritas de EEUU, seguidas por el pescado. Mientras que los porotos están muy a la zaga. Lástima. Los porotos son una excelente fuente de proteína y otros nutrientes necesarios como fibra y muchos minerales. Y si asciende de simple guarnición a plato principal, volviéndose un poco más creativo con el uso de las nueces (ricas en proteína), terminará comiendo por dos. Los hallazgos de Nurse’s Health Study indican que la obtención de más proteína vegetal y menos de origen animal es otra medida importante para prevenos la infertilidad ovulatoria.
Numerosas citas de la literatura médica sugieren que las proteínas de la dieta pueden influir en el azúcar sanguíneo, la sensibilidad a la insulina y la sobreproducción del factor de crecimiento similar a la insulina de tipo 1 (IGF-1), lo cual tiene un papel importante en la ovulación. Esto nos llevó a analizar la infertilidad ovulatoria dentro de Nurse’s Health Study.
Agrupamos a las participantes según el promedio diario de ingesta proteica. El grupo de menor cantidad ingería un promedio de 77gramos diarios, mientras que el del otro extremo consumía un promedio de 115 gramos al día. Luego de tomar en cuenta aspectos como el tabaquismo, consumo de grasa, peso y otros factores que pueden afectar la fecundidad, encontramos que las mujeres clasificadas dentro del grupo de mayor consumo proteico tenía 44 por ciento más de probabilidad de desarrollar problemas de infecundidad ovulatoria que las mujeres del grupo de menor consumo.
Pero cuando comparamos la ingesta de proteína animal y vegetal, surgió una diferencia interesante. La infertilidad ovulatoria tenía 39 por ciento más de probabilidades de manifestarse entre las mujeres que consumían mayor cantidad de proteína animal; todo lo contrario ocurrió entre las participantes con una mayor ingesta de proteína vegetal, quienes tenían un riesgo significativamente menor de infertilidad ovulatoria que las mujeres que consumían menor cantidad de proteína vegetal.
Esto funciona así en términos generales. Pero los modelos de computación permitieron refinar las relaciones y darles perspectiva. Al mantener las calorías constantes, la adición de una ración diaria de carne roja, de pollo o pavo predecía un incremento de casi un tercio en el riesgo de infertilidad ovulatoria, la adición de una ración diaria de porotos, tofu (queso de soja) o porotos de soja, maní y otras nueces confería una pequeña protección contra este problema.
Comer más de algo significa comer menos de otro alimento, si quiere mantener su peso estable. Desarrollamos entonces un modelo para investigar el efecto que tendría sobre la fertilidad cambiar las proporciones de proteínas y carbohidratos. La introducción de proteína animal en lugar de carbohidratos se relacionó con un mayor riesgo de infertilidad ovulatoria. Así, el cambio de 25 gramos de proteína animal por 25gramos de carbohidrato incrementó el riesgo en un 20 por ciento; en contraste, la introducción de proteína vegetal en vez de carbohidrato redujo ese riesgo. El cambio de 25 gramos de proteína vegetal por 25 gramos de carbohidrato redujo el riesgo un 43 por ciento. Sin embargo, la introducción de proteína vegetal en lugar de la de origen animal fue mucho más eficaz. La sustitución de 25 gramos de proteína animal por 25 gramos de proteína vegetal logró reducir a la mitad de infecundidad ovulatoria.
Los resultados apuntan hacia otra estrategia para superar el problema: comer más proteína vegetal y menos de la de origen animal. Asimismo, también se suma a un pequeño- aunque creciente- cuerpo de evidencias que indican que la proteína vegetal difiere de alguna forma de la proteína animal.


Leche y helado
Analicemos el sundae clásico: una cucharada de cremosos helado de vainilla rociado con salsa de chocolate salpicado de nueces y coronado con crema batida. Si tiene problemas para embarazarse y sospecha de infertilidad ovulatoria, éste podría ser unremedio dietético saludable. De acuerdo, quizás exageramos. Pero un fascinante hallazgo de Nurse’s Health Study es que una o dos raciones diarias de leche entera y sus derivados (yogur, queso cottage y sí, helado) ofrecen cierta protección contra la infertilidad ovulatoria, en tanto que la leche y los lácteos descremados producen el efecto contrario.
Aunque los resultados desafían el estándar vigente de la nutrición, tienen sentido si tomamos en cuenta lo que contienen (o no) la leche descremada y reducida en grasa. La eliminación de la grasa de la leche cambia completamente su concentración de hormonas sexuales y puede modificar también las condiciones para la ovulación y la concepción. Las proteínas adicionadas a la leche descremada y reducida en grasa, con el objetivo de conferirle un aspecto y sabor “más cremoso”, complican más el cuadro.
No podemos afirmar que abundan las investigaciones sobre los posibles vínculos entre el consumo de lácteos y la fertilidad. Y es interesante notar que la escasa documentación existente contrasta mucho con nuestra afición por la leche, los helados y otros productos lácteos. La estadounidense promedio consume cerca de dos raciones de lácteos al día, una menos que las recomendadas en las guías dietéticas oficiales.
El análisis en profundidad de la base de datos del Nurese’s Health Study nos permitió identificar los alimentos que tenían mayor efecto sobre la fecundidad. Y así, en el caso de los lácteos, el producto más poderoso para llamar a la cigüeña es la leche entera, seguida del helado. En cambio, el yogur congelado y el bajo en grasa encabezan la lista de los principales contribuyentes a la infertilidad ovulatoria. De modo que, cuanto mayor sea la cantidad de lácteos descremados que consuma una mujer, mayores serán sus dificultades para concebir. Y lo contrario: a mayor consumo de lácteos enteros en la dieta, menos probabilidad de sufrir dificultades.
Nuestro consejo en cuanto a los lácteos sin duda será criticado por romper las reglas. Pero éstas no se fundamentan en sólidos estudios científicos, e incluso pueden contradecir las pruebas. En el caso de la infertilidad ovulatoria, quizá sea necesario modificarlas un poco. Le aconsejamos que piense en consumir lácteos enteros como terapia temporal para mejorar sus posibilidades de concebir. Si resulta, o deja de buscar embarazo, reconsidere su postura hacia los lácteos. Aunque a la larga, el consumo excesivo de lácteos enteros es perjudicial para el corazón, los vasos sanguíneos y el resto del cuerpo.
Antes de ponerse a comer un litro de helado Häagen- DAZS TODAS LAS NOCHES (“Los autores de “The Fertility Diet” dijeron que tenía que comer helado, cariño”), recuerde que no se necesita grandes cantidades de lácteos para aumentar la fecundidad. Las mujeres del Nurse’s Health Study que consumían solo una ración diaria de algún lácteo entero, sobre todo leche, reducían mucho la probabilidad de desarrollar infertilidad ovulatoria. El efecto del helado se observó con dos raciones de media taza a la semana. Si consume helado a ese ritmo, medio litro de helado le deberían durar dos semanas.
También será importante que realice ajustes dietéticos para evitar que aumente su cuenta calórica. La leche entera tiene el doble de calorías que la descremada. Si toma tres vasos por día, el cambio por la entera aumentará 189 kilocalorías a su dieta diaria que, al término de un año, se traducirán en un aumento de peso de entre 8 y 10 kilos si no elimina otras cosas. Además, esos kilos adicionales pueden dar al traste con los beneficios para la fecundidad derivados de los lácteos. También debe tomar en cuenta la grasa saturada: 13gr más en 3 vasos de leche entera, lo que acerca al límite superior aceptable.
Es preferible que consuma dos raciones de lácteos al día, ambas sin descremar. Es tan fácil como preparar su cereal matutino con leche entera y comer una rebanada de queso en el almuerzo, o una taza de yogur entero en el almuerzo y media taza de helado como postre. Los alimentos cuyas calorías y grasas saturadas podrá eliminar con facilidad incluyen carnes rojas y procesadas, así como alimentos preparados con aceites vegetales parcial o completamente hidrogenados.
Cuando quede embarazada, o si decide dejar de intentarlo, vuelva a su dieta de lácteos bajos en grasa para controlar su ingestión de grasas saturadas y calorías. También podría adoptar alguna de as estrategias no lácteas para obtener calcio y proteger sus huesos. Si no le gustan los lácteos, o le causan trastornos digestivos, no se obligue a consumirlos. Hay muchas otras cosas que puede hacer para combatir la infecundidad ovulatoria. Esta estrategia es como el postre: agradable, pero opcional.


Más allá del menú
Ponerse en línea, hacer actividad física, evitar el cigarrillo, tener buen sexo y tomar antibióticos son otras estrategias sencillas y económicas que pueden aumentar las chances de concebir.
Algunos expertos descreen de la dieta de la fertilidad de Harvard porque se basa en inferencias epidemiológicas y no en ensayos clínicos controlados. Pero existen otras estrategias simples y probadas para ayudar a la cigüeña: Mantener el peso adecuado. Jorge Chavarro y Walter Willett, nutricionistas de la Universidad de Harvard, sostienen que la “zona de fertilidad” óptima de las mujeres corresponde a un índice de masa corporal (IMC) de 20 a 24 (el IMC surge de dividir el peso, en kilos, por el cuadrado de la altura en metros). En términos prácticos, las muy delgadas y las que pesan de más pueden mejorar la ovulación y la fertilidad ganando o perdiendo unos pocos kilos. “La tasa de abortos no deseados en pacientes con sobrepeso es mayor que la de la población con peso normal (20% versus 14%)”, explica Eduardo Lombarda, subdirector del Instituto IFER. La dieta puede acompañarse de medicamentos, como la metformina. Entre los hombres, ponerse en línea puede aumentar hasta un 30 por ciento la concentración y movilidad de los epsermaotzoides.
Hacer ejercicio. Aunque el exceso de actividad física combinado con una escasa reserva de energía puede afectar la ovulación en atletas de elite, un mínimo de 30 minutos diarios de ejercicio promueve la fecundidad en mujeres de peso normal o con sobrepeso, sostienen Chavarro y Willett. “Hace que la sangre circule mejor por los ovarios”, explica Sergio Pasqualini, director del Instituto Halitus.
No fumar. El cigarrillo y la exposición a otros tóxicos pueden afectar la ovulación la receptividad del útero y la calidad e los espermatozoides. “Los fumadores deben abandonar el cigarrillo si proyectan ser padres o madres”, señala la revista Ginécologie, Obstetrique & Fertilité”.
Calmar la ansiedad. El estrés y la ansiedad se asocian a la liberación masiva de ciertos neurotransmisores que “pueden alterar el mecanismo de relojería perfecto” que conjuga la producción de espermatozoides, la fecundación del óvulo y su implantación en el útero, explica Pasqualini. Técnicas del manejo del estrés y psicoterapias pueden ser útiles.
Tener buen sexo. En las parejas “subfértiles”, las relaciones satisfactorias, donde ambos lleguen al orgasmo, aumentan la probabilidad de embarazo en comparación con el sexo “por compromiso”, señala Pasqualini. Respecto a la posición, se recomienda cualquier que asegure una penetración máxima del pene en la vagina.
Tomar antibióticos. Para los casos en que se compruebe que haya infecciones, en especial por clamidias, que afectan el moco cervical e inflaman las trompas en las mujeres, y disminuyen la calidad, cantidad y forma de los espermatozoides. “Es un factor asociado en un 30 por ciento de las parejas con problemas de fertilidad”, afirma Sergio Papier, director médico del instituto CEGYR.