Los mellizos Antonio y Néstor Penacchio ya miden varios centímetros más que el tubo de nitrógeno azul donde durante tres meses estuvieron congelados. Después de ser concebidos en un laboratorio, mediante una técnica de fertilización in vitro, los chicos descansaron a 196 grados bajo cero en un tubo del tamaño de una garrafa. Allí los conservaror en un estado de vida latente cuando todavía eran un puñado de células.
Ahora los mellizos tiene tres años y medio y un extraño mérito: haber sido los primeros embriones congelados del país. Su mamá no podía quedar embarazada, y después de cinco años de tratamientos infructuosos, ella decidió arriesgarse. El método poco le importaba: estimulación hormonal, manipulación de óvulos o criopreservación de embriones, todos términos que parecen de ciencia ficción pero que hoy forman parte de la realidad, como sus mellizos.
Por eso, ella ahora cuenta su historia con precisión científica: «Por suerte, quedé embarazada en el segundo intento. En el primero llegaron a congelar diez óvulos fecundados pero no quedé de ninguno porque no eran fuertes y no prendieron al implantarse. La segunda vez obtuvieron nueve y me transfirieron tres de los que estaban conservados. De ahí salieron Antonio y Néstor. El resto se perdió al descongelarse», cuenta con asombrosa naturalidad Mónica Caminos de Pennacchio. (…)
Hoy sus mellizos no están solos en esta nueva galería de hijos de la ciencia. A los 46 años, el doctor Sergio Pasqualini ya ayudó a nacer a más de 320 chicos por medio de la fertilización in vitro, la donación de óvulos y semen, y la criopreservación de embriones. Traer chicos de esta manera al mundo no le ha valido pocos cuestionamientos. Para algunos, Pasqualini es hoy una suerte de doctor Frankestein, un investigador que juega con la vida de las personas, congela futuros bebés y conoce un solo límite: el que le impone la ciencia. Para otros es algo parecido a un dios que reparte óvulos y siembra espermatozoides, un médico que ayuda a las parejas a cumplir su sueño de ser padres y les permite superar lo que la naturaleza les tiene prohibido: tener un hijo.
Cuando le toca definirse, el doctor Pasqualini se presenta como un especialista en esterilidad, un hombre dispuesto a avanzar a la par de los últimos descubrimientos científicos y dar un paso adelante, si la técnica y la ética se lo permiten. Cuenta que a los 23 años se recibió de médico, cuando los bebés de probeta todavía pertenecían al reino de las utopías. Y asegura que apenas comenzaron a lograrse los primeros embarazos por fertilización asistida, encontró allí una fuente casi inagotable de exploración.
Así enumera alguno de sus logros: en 1990 consiguió que un hombre que carecía de espermatozoides pudiera tener un hijo; en 1992 fue el primero en utilizar embriones previamente congelados; en 1994 trajo mellizos al mundo utilizando la más novedosa de las variantes de la microfertilización asistida, el ICSI (inyección en el óvulo de un solo espermatozoide). Hoy atiende un promedio de 1.400 consultas mensuales y asiste entre 25 y 30 partos por mes.
Texto: Carola Sainz