“Está claro que el COVID-19 sólo ha servido para empeorar las desigualdades en salud materna, y abordarlas requiere un enfoque multifacético. Es imperativo garantizar el acceso equitativo a la atención médica y los tratamientos”. Entre las conclusiones de un artículo publicado por la revista científica The Lancet queda claro lo que muchos médicos en la práctica ven a diario.
Existen grupos en todas las poblaciones de todos los países que, por la causa que sea, tienen tasas más desfavorables de acceso a la salud y atención de su salud, por lo tanto las cifras de mortalidad son mayores, además de la prevalencia de algunas enfermedades.
“Reconocer y abordar las causas sistémicas de las desigualdades fuera del sistema de salud (como brindar mayores oportunidades de educación y empleo) también ayudaría a mejorar los resultados de salud -sugiere la publicación internacional-. Los servicios de salud digital como la telemedicina han demostrado ser fundamentales para gestionar las condiciones de salud durante la pandemia, pero se necesita más inversión para aumentar la disponibilidad de estos servicios para las comunidades rurales y desatendidas”.
Pero, ¿cómo se manifestó esto en la Argentina? ¿De qué manera la pandemia acrecentó las desigualdades en salud materna? ¿Es posible achicar la brecha que se generó los últimos dos años en el acceso a la salud? Sobre esas cuestiones, Infobae consultó a tres expertos en la materia.
Mabel Bianco es la presidenta de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM), una organización no gubernamental sin fines de lucro creada en 1989 en el país por un grupo de mujeres profesionales especialistas en género, y ante el pedido de este medio, analizó: “El COVID-19 y la pandemia pusieron en evidencia desigualdades que ya existían pero estaban invisibilizadas o no tan reconocidas. Esto pasó en muchísimos aspectos y también en lo que tiene que ver con la salud sexual y reproductiva de las mujeres, ámbito en el que las diferencias existen y pre existían a la pandemia para aquellas de algunos sectores socio económicos y culturales en las que la salud materna ya era un problema”.
“El ejemplo está claro en algunos departamentos de las provincias del norte argentino, especialmente ahora estamos viendo en Salta los problemas en la salud reproductiva en mujeres de pueblos originarios, que con el COVID surgieron y se visibilizaron más muertes en situación de parto o embarazo que en realidad ya existían pero ahora se ven más”, destacó.
Con ella coincidió el médico especialista en fertilidad Sergio Pasqualini (MN 39914), para quien “las desigualdades en la salud en general y en la materna en particular, se da en múltiples niveles. No sólo en relación al acceso a la salud pública o a la privada, sino también en relación al lugar donde se vive. No es lo mismo la salud pública en la Ciudad de Buenos Aires que en algunos lugares del interior del país. O la distancia que se tenga que recorrer al centro de salud, o a aquel que tenga los recursos para casos más complejos. Existen centros de salud pública de primer nivel y centros privados de pésimo desempeño”.
Para el director de Halitus Instituto Médico, “la pandemia puso en evidencia cosas que ya existían, sumado a la falta de recursos humanos y médicos. El confinamiento impidió la libre circulación hacia determinados lugares, el miedo a salir a la calle y a controlarse, y por último, la pérdida de puestos de trabajo y el aumento del nivel de pobreza”.
“En la salud materna en particular, sólo empeoró. Antes de la pandemia, y esto se veía mucho en la salud pública, muchas mujeres embarazadas de niveles socioeconómicos bajos no se hacían los controles necesarios durante la gestación -observó Pasqualini-. Por muchas razones: o porque no tenían con quien dejar a los hijos, o porque tenían que trabajar para comer y la salita tenía un horario particular, o porque algunas ni siquiera tenían dinero para pagarse el colectivo, o por desconocimiento”.
En la misma línea, para Bianco, el detonante fue “la gran importancia que se le dio en los servicios de salud al COVID, que relegó la atención de otros problemas de salud”. “Al centrarse y poner la mayoría de los recursos de salud a la atención de la pandemia eso hizo que algunos servicios se cerraran para la atención, por ejemplo, del control del embarazo -sostuvo la especialista-. En otros casos, las propias mujeres se reprimieron de ir a los controles regulares por temor a infectarse. Además, como en el interior del país los centros de salud más próximos a las ciudades se cerraron, las mujeres tenían que trasladarse a lugares más alejados de sus domicilios, cosa que se les dificultó por el aislamiento social y las limitaciones para el uso del transporte público”.
“Fueron muchos los factores que influyeron y se tradujeron en que las mujeres tuvieron embarazos menos controlados, con mayores posibilidades de tener complicaciones que no se veían a tiempo o que incluso llegaban tardíamente al hospital para su atención, donde, además, muchas veces encontraban que el responsable de salud no consideraba que su atención requería urgencia”, consideró Bianco, y citó el ejemplo de “la muerte de una joven de 18 años que llegó a un hospital de Tartagal con un feto muerto en su vientre y demoraron en darle atención”.
Según la presidenta de FEIM, “hay muchos ejemplos de mujeres que tuvieron un embarazo durante la época más álgida del COVID en el país que tuvieron otros inconvenientes de ese estilo, son zonas muy deprivadas de servicios de salud e incluso con muchas dificultades para los traslados de las mujeres cuando tienen algún problema debido al mal estado de las rutas, sumado a que las postas sanitarias muchas veces no tienen ambulancia u otro vehículo para trasladarlas o si los tienen muchas veces están averiados”.
“También en las zonas urbanas hemos visto problemas que tal vez no llegan a la muerte pero sí, por ejemplo, se vio un aumento de los casos de eclampsia porque justamente es una patología que requiere un control del embarazo y al no haberse hecho en muchos casos y no haber tomado las medidas oportunas para que no avanzara el cuadro de retención de líquidos, la eclampsia se diagnostica en el momento del parto o muy próximo a él y ahí suele haber complicaciones e incluso hay un aumento del riesgo de muerte”, resaltó.
En este punto, Pasqualini sostuvo que “eso hace que muchos de esos embarazos que podrían transitar perfecto, o que si tienen un riesgo se detecte a tiempo, se terminan convirtiendo en embarazos de riesgo con nacimientos prematuros, etc. por falta de control”. Y enfatizó: “Esto se daba antes, la pandemia sólo empeoró las cosas. Porque además, al impacto negativo que se sabe que el COVID tiene en embarazadas, imaginen sumarle la situación de embarazas sin acceso a controles”.
Por otro lado, según destacó el especialista en fertilidad, “los niveles socioeconómicos más bajos están más expuestos a cambios y contactos que pueden llegar inclusive a reforzar sus defensas o al contrario a disminuirlas”. “Además, el tipo de alimentación, que en general en las clases más bajas suele estar escasa de nutrientes, impacta en la respuesta del cuerpo frente al COVID o a cualquier otra enfermedad”, apuntó, al tiempo que destacó que “el confinamiento intrafamiliar es otra clara complicación”.
“No es lo mismo el aislamiento que se puede lograr cuando uno vive en condiciones de espacio y comodidad óptimas, que no lo tienen en los lugares donde viven hacinados. Ahí es más probable que se contagie el grupo familiar, y si tenés una embarazada, no podés aislarla”, señaló Pasqualini, para quien “otro nivel de desigualdad viene dado en relación al acceso a la vacunación, ya que hay países que han podido vacunar sin problema y otros de muy bajos recursos que todavía no pudieron, y como se vio, la pandemia afecta a todos por igual, y esto hace que aparezcan nuevas cepas”.
María Agustina Capurro es licenciada en Psicología con orientación perinatal (MN 69748) y miembro de la ONG Materna Salud Mental Perinatal y consultada sobre el impacto en la emocionalidad de las mujeres que tuvo y tiene la pandemia, destacó que “durante la crisis sanitaria que desató el COVID hubo una atención desigual que se mantiene y que tiene que ver con que las mujeres en situación de embarazo, parto y posparto estuvieron solas, sin posibilidad de contar con un acompañante durante la internación o los chequeos de control”.
“Para entender el concepto de desigualdad en esto, vale pensar que, por ejemplo, estaban habilitados los conciertos o los partidos de fútbol y las mujeres seguían yendo a hacerse sus ecografías solas”, ahondó la especialista, para quien “en lo que respecta al abordaje y la atención de la salud mental materna y perinatal, no es que no se atendió, sino que el formato se modificó en la medida en que por ejemplo muchas mujeres debieron afrontar instancias de tratamientos de fertilidad o reproducción sin poder estar acompañadas, lo mismo que aquellas que transitaron embarazos y debieron recibir una noticia de un diagnóstico solas, tener que llamar a sus parejas para dialogar o tomar una decisión acerca de ese diagnóstico por la imposibilidad de que ésta la acompañara a las consultas”.
Y tras resaltar que hubo y hay mujeres gestantes o en búsqueda de que deben “recibir un diagnóstico a través de un zoom o teléfono”, Capurro señaló que “son todas cuestiones de un gran impacto emocional”.
“Hay algo del encuadre humano que se vio trastocado en este contexto y que por supuesto tiene sus consecuencias, que hay que elaborar y trabajar ya que modifica un escenario de cómo se había pensado a cómo se dio una situación tan especial como la llegada de un hijo y esto se ve reflejado en el consultorio”, finalizó.
Para Pasqualini, “es posible si hay voluntad y capacidad de diálogo y reflexión”. “La salud está en crisis desde antes de la pandemia, tanto en lo público como en lo privado. Es un sistema que es deficitario, que sobrevive por la explotación de recursos -analizó el especialista-. La pandemia presentó una situación particular, y la reacción del sistema de salud fue muy positiva porque permitió tomar conciencia de que era fundamental poner recursos ahí”.
“Ahora vemos cómo, por ejemplo, debido a la visibilización que tomó la muerte de la joven en Tartagal, autoridades sanitarias se acercaron y se ocuparon para que mejore el servicio y para que no solamente esté el edificio y un enfermero idóneo sino que cuenten con médico y ambulancia por si es necesario un traslado”, destacó Bianco, para quien “otra falencia a cubrir en esos casos es la ausencia de traductores de lenguas originarias ya que muchas de esas mujeres no entienden lo que les dice el profesional de salud porque no hablan castellano. En esas poblaciones, en general, las mujeres sólo hablan el idioma originario y sólo los hombres, que son los que salen a trabajar, aprenden el español”.
Pasqualini aprovechó para destacar que “si bien se habló de que faltaban respiradores, camas en terapias, etc, la realidad es que ningún hospital y sanatorio estaba preparado para una pandemia”. “Se tenían los recursos que se creía se podían usar en condiciones normales, nunca nadie iba a tener tantos respiradores, tanta cama de terapia porque no tenía ningún sentido porque no había pacientes para que las utilicen”, señaló, al tiempo que valoró como “muy buena” la reacción que se tuvo frente a la pandemia frente al “cambio de foco” que debió hacer el sistema de salud.
Y tras insistir en que “la pandemia sólo ayudó a poner el problema en evidencia porque amplió la brecha y la agravó”, Bianco sostuvo que “ahora toca corregir eso; en algunos casos será más fácil de hacer, en otros donde las desigualdades son estructurales no solamente para el sistema de salud sino en todas las esferas de la sociedad costará más”.
“El desafío ahora es ver cómo se hace para seguir adelante. La medicina privada regulada está complicada, los costos y los insumos aumentan y todo eso se financia con las cuotas de los afiliados, que tampoco se pueden aumentar mucho porque la gente no los puede pagar -observó el especialista-. Que lo regule el Estado y no permitan aumento, tampoco es la solución porque se desfinancia el sistema. Es decir, estamos en una situación complicada. En mi opinión la única solución es juntarse todas las partes y buscar una forma de poder hacer que las cosas sean más sustentables. Porque si los prestadores no están bien, los financiadores no están bien, y los afiliados no están bien, el sistema no funciona como debería. Hay mucha gente en nuestro país capacitada para poder sentarse en una mesa para intercambiar ideas y encontrar una solución real, sin ahogar a ninguna de las partes”.