“Cuando no tengas nada que decir, no digas nada; el silencio es menos perjudicial que una mala respuesta”. La popular frase aplica a todos los ámbitos de la vida.
Pero por alguna razón, el ser humano suele tener una irrefrenable necesidad de decir algo. Sobre todo en los momentos en los que sería mejor que calle. Y eso, en medio de una discusión de pareja sólo puede empeorar las cosas.
Situaciones de la vida cotidiana, conflictos laborales, diferencias en torno a la crianza de los hijos, o hasta elegir el destino de las vacaciones. Cuando dos personas deciden pasar su vida juntas, muchos son los temas en los que deben ponerse de acuerdo y consensuar. Y puede ocurrir que en un momento llegar a un punto en común sea más difícil que en otro.
Y es en esos momentos cuando el silencio cobra una relevancia que pocos logran ver, si de llegar a buen puerto en la negociación se trata.
“En las relaciones en general, y en las de pareja en particular, lo primero que tenemos que abandonar es el sentimiento de querer salirse cada uno con la suya, de querer ‘ganar’, porque en cuanto estamos en ese plano no vamos a poder llegar a acuerdos que sean superadores del conflicto que se está discutiendo”. Para la licenciada en Psicología Patricia Martínez (MN 24.411) “lo importante no es discutir para ganar una discusión, y en este punto el silencio juega un rol importante”.
Con ella coincidió la licenciada en Psicología Lorena Ruda (MN 44.247), quien en diálogo con Infobae señaló que “durante las discusiones es habitual pelear para tener razón y no tanto para entender al otro”. “Es muy difícil cuando uno está involucrado en una pelea hacer silencio y escuchar qué es realmente lo que el otro quiere -resumió-. Muchas veces se genera una verborragia de reproches y devoluciones ante la sensación de sentirse atacado. Una discusión con mucha palabra y quizá poco contenido. Sino más bien competir por quién contesta más rápido, quién tiene el mejor argumento y hasta quién lastima más”.
Tiempo después de una pelea, tal vez alguno puede reflexionar sobre lo que se dijo y disculparse o explicarse. A veces es tarde porque cuesta bajar de la escalada de enojo que surgió en esa discusión.
En este contexto, para el licenciado en Psicología Flavio Calvo (MN 66.869), “muchas veces el silencio ayuda a no hablar de más, a no decir esas cosas que, en el fragor de la pelea, se dicen sin pensar y que luego pueden acarrear culpa”. “Quedarse callado no significa que no se tenga nada que decir, pero sí es necesario saber medir las consecuencias de las propias palabras y de cómo va a ser comprendido o recibido ese mensaje”, agregó.
“El silencio, por un lado puede resultar incómodo pero también es cierto que es lo que mejor nos permite conectarnos con nuestros sentimientos y pensamientos”, consideró Martínez, para quien “cuando se responde rápidamente, en general, las personas están más centradas en una reacción que en un pensamiento”. “Es una respuesta de un nivel muy superficial, que responde más al tono de lo que se dice, al afecto en juego, al lenguaje gestual, postural, etc que tiene más que ver con una reacción que con una respuesta”, analizó la especialista en familia de Halitus Instituto Médico.
Y agregó: “Cuando lo que se está negociando son situaciones conflictivas que requieren llegar a un acuerdo, el silencio es muy importante porque va a permitir conectar con los sentimientos y los pensamientos y lo que va a surgir de ahí va a ser una respuesta superadora”.
Para Ruda, “el silencio en el momento de la discusión puede ser de mucha utilidad ya que en el silencio uno puede pensar y tratar de escuchar”. “A veces el punto no es lo que se dice sino cómo se dice y eso es lo que genera la reacción del otro -ahondó-. Hacer silencio es poder pensar mejor cómo expresar lo que realmente queremos decir tratando de dejar la reacción a un costado. Poder pensar en que de esa discusión salga algo constructivo y no una batalla que busca un ganador”.
A lo que Calvo sumó: “Otras veces, hacer silencio ayuda a que la discusión no escale, es sano, en ocasiones, esperar a que pase la tormenta para poder retomar el tema más calmadamente. Muchas veces el hecho de guardar silencio cuando una discusión se acalora ayuda a que se pueda tener mejor conciencia de la relación. Es decir, poseer la capacidad de reconocer y respetar las necesidades propias y las de la pareja. Esta conciencia relacional aumenta cuando dos personas son capaces de escucharse mutuamente y al perderla puede haber un auto boicot o un boicot hacia el otro. Cuando dos personas no se escuchan, surgen suposiciones, creencias, y una serie de reacciones ante ellas, otras veces por no escuchar se puede llegar a acuerdos con los que no se está, en el fondo, totalmente de acuerdo”.
– Calvo: Es conveniente contar con una inteligencia emocional desarrollada, saber cuándo realmente quedarse callado, es lo que realmente va a mostrar una diferencia en las relaciones interpersonales, porque de esta manera se ahorran problemas innecesarios. La realidad es que una conversación está compuesta muchos más por componentes no verbales que verbales, por eso es bueno comprender la importancia del silencio para que haya una expresión clara de lo que se desea transmitir.
Es bueno saber callar, pedirle al otro un respiro para pensar mejor lo que se quiere, y así poder decirlo asertivamente. Es sano esperar a estar tranquilo para pensar claramente qué es lo que se quiere explicar. Aún creyendo que se tiene la razón, es ahí que es mejor esperar para que el interlocutor pueda comprender.
– Martínez: Es interesante y es un ejercicio saber cuándo callarse la boca. Mantenerse en silencio a veces no es fácil. Una buena táctica sería entender que hay temas que no se van a resolver en una sola conversación y que es necesario retirarse para poder quedarse con la información, para procesarla y después dar una respuesta.
Otro dato interesante es repensar un poco el sentido del silencio, ya que a veces nos remite a perder una discusión, a que el otro se salga con la suya, a que no se tiene nada para decir y sobre todo en nuestra cultura occidental está muy desvalorizado. Pareciera que siempre hay que tener algo para decir, y si bien es interesante tener algo para decir, también está bueno tomarse el tiempo para pensar qué se quiere decir.
Sobre todo en discusiones con seres queridos, poder decir “no me gusta lo que me estás diciendo pero dejame que lo piense, dejame procesarlo” debiera ser un ejercicio más habitual.
– Ruda: Hay momentos en que nos damos cuenta que en una pelea ya no estamos debatiendo o mostrando puntos de vistas sino atacando y contraatacando. Identificar este punto sería clave para poder correrse e irse a las esquinas del ring. Respirar y volver entendiendo que no debería ser una batalla a ganar a toda costa. Que no se trata de evitar “que el otro se salga con la suya” sino tratar de construir un lugar común.
Lo que más daña son esas peleas en las que no hay corte y se transforma en pura agresión. Parar a tiempo es crucial para no llegar a la escalada de enojo y bronca de la que después es difícil salir. Es identificar el momento previo a eso, poder decir “voy a pensar sobre esto y después lo retomamos”. Y a veces no se retoma porque tal vez no hace falta ya que lo importante era frenar a tiempo. Otras veces los temas insisten y encontrar un momento para hablar de lo que se pensó sería lo ideal.
Finalmente, Calvo agregó que “el silencio que se extiende no es para nada sano en una relación, ya que se van acumulando sentimientos negativos que, al ser reprimidos días, meses o años hacen que se olviden los motivos reales de esos sentimientos, pero dejando vivo el rencor”. “Lo que necesita ser resuelto con diálogo de ninguna manera se resuelve con silencio -consideró-. Cuando la conversación se retoma es bueno ser asertivo. Es bueno en la asertividad poder expresar junto con lo que no se desea, cuales son las emociones que están involucradas, qué es lo que sí de desea, ya que el otro no lee la mente, y poder recordarle a la contraparte la importancia y naturaleza de la relación que los une, por la cual, desean acuerdos antes que discusiones”.
Al parecer, frente a cualquier circunstancia es bueno pensar si las palabras son mejores que el silencio que se puede guardar es ese momento, para un sano desarrollo de las relaciones. Y recordar otra conocida frase que dice que las personas son dueñas de las palabras que callan y esclavas de las que dicen.