La cuarentena y el encierro generan en nuestro cuerpo una serie de modificaciones que van a verse traducidas en nuestra piel, el órgano más grande de nuestro cuerpo. Entre ellas, los cambios de ánimo, la falta de exposición al sol, la mala alimentación, la menor actividad física, por decir algunos, nos afectan.
Incluso, los recaudos que exige el virus para evitar su contagio: el exceso de higiene (uso excesivo de jabón) o la utilización de lavandina o alcohol, sin una hidratación posterior puede producir dermatitis irritativa, frecuente en las manos, alrededor de los ojos y los pliegues (axilas e ingle, donde si no secamos bien pueden quedar acumulado restos de jabón).
Además, el frío, y la calefacción excesiva con estufa o losa radiante, ayudan a que la piel se irrite más y enrojezca. En muchos casos reactivan las rosáceas.
Por último, el uso del barbijo también intensificó las rosáceas, el acné y la dermatitis seborreicas.
Los estados de ánimo afectan al cuerpo, a sus órganos, a las hormonas, a los procesos circulatorios, y por lo tanto, a la piel. Pueden interferir en su apariencia y bienestar porque es considerada el reflejo de las emociones.
En momentos como los que atravesamos, donde el estrés y la angustia son los sentimientos más comunes, vemos como se exacerban patologías como las dermatitis seborreicas o la psoriasis. También alopecias (pérdida del cabello) significativa.
Además, la falta de exposición al sol disminuye la producción de vitamina D. La piel es el vehículo que necesitamos para captar los rayos solares y a su vez se estimule en nuestro cuerpo la formación de calcio y fósforo. Una mínima exposición al sol, sin arrebatarse, es importante.
En principio llevar un estilo de vida saludable. Tratar de hacer ejercicio, dormir bien y tomar mucha agua, porque la hidratación es externa e interna.
Hacer una rutina de limpieza de noche y de día. Luego, hidratar mucho la piel, con cremas que contengan vitaminas A, C y E. También se recomiendan las que contengan colágeno, elastina o aloe vera.
Por último, tener una dieta equilibrada, que incluya frutas, verduras y granos